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Me quedé estático mientras observaba a Max desaparecer al girar en la esquina al fondo del pasillo. La encargada también lo observó alejarse, pero su asombro duró menos. Después de un par de segundos continuó su camino hacia la esquina contraria, pasando por mi lado. Como si nada hubiera pasado.

¿Qué se supone que debía pensar? Ese tipo era muy raro.

Caminé de forma automática hacia la salida y me di cuenta de que no había estado prestando atención al ruido externo hasta que mis oídos captaron el sonido del timbre de mi celular. El aparato, culpable de que hubiera regresado solo para presenciar esa extraña escena, se encontraba a salvo al fondo de mi mochila.

La pantalla estaba encendida debido a la llamada entrante, y leí el nombre "el dueño de mis quincenas", que Noah había guardado para su contacto.

— ¿Terminaste?

— Sí.

Mi tono de voz quizás delató que me encontraba pensando en algo más, ya que su tono relajado cambió.

— ¿Todo bien?

Escuché ruido de fondo. Supuse que estaba distraído, como siempre, jugando alguno de sus videojuegos en la computadora y que al escucharme se quitó sus audífonos para concentrarse en su celular.

— ¿Ese alfa te hizo algo?

Sonreí al imaginarlo planeando un asesinato. A veces tenía la impresión de que Noah pensaba que era él quien cuidaba de mí.

— ¿Y bien?

Sabía que era demasiado curioso para su propio bien, pero me sorprendía que no hubiera podido esperar a que llegara a su casa para escuchar la historia. Ayer le había dicho que iría.

— No —lo tranquilicé mientras tomaba el autobús y me sentaba en uno de los asientos del fondo—. Pensé que diría algo, pero ni siquiera cruzamos una palabra.

— ¿Lo ves? Solo estabas exagerando. Tal vez solo te ve porque te considera su oponente. Eso te pasa seguido.

Puede ser. No sabía por qué no lo había pensado antes. Eso tenía más sentido que suponer que expondría mi secreto. Supongo que solo estaba nervioso por estar haciendo algo que estaba cerca de ser ilegal.

— Hablando de temas más importantes, ¿ya te pagaron? ¿Vas a pasar a comprar los juegos que te pedí?

Ya veía de dónde venía su preocupación.

— ¿Piensas que me van a pagar solo por venir?

— ¡Oye! La belleza cuesta, tú ya hiciste tu parte al ir.

También desearía que así funcionara.

.

Después de un breve análisis, concluí que la teoría del enano era más probable que la mía. Tenía la esperanza de que eso me ayudara a relajarme, pero la sensación de inquietud no abandonaba mi cuerpo, y todo empeoraba cuando ponía un pie en la agencia.

Había pasado una semana desde que empezaron los cursos, y el escenario era el mismo: cada vez que llegaba, veía a ese alfa sentado en la sala de espera, mirando fijamente hacia la entrada. Por más que intentaba convencerme de que no tenía nada que ver conmigo, era difícil aferrarse a esa idea considerando que se levantaba y empezaba a caminar en el preciso momento en el que pasaba a su lado.

Cada maldita vez, siempre era lo mismo.

Podía sentir su mirada fija en mí durante todo el recorrido hacia el salón de prácticas, pero solo eso. Nunca decía nada, ni siquiera emitía un sonido mientras me seguía, manteniendo una distancia considerable. Aun así, no podía evitar que los nervios recorrieran mi cuerpo, como si electricidad fluyera por mis venas. Me hacía sentir la necesidad de salir corriendo, de escapar de lo que fuera que esto era.

Mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora