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La sensación de los molestos rayos de luz del sol sobre mis ojos cerrados me indicó que ya era el día siguiente. Sin embargo, no era el hecho de haber perdido la conciencia durante horas lo que me preocupaba en ese momento, sino que mi cuerpo me dolía como el infierno, especialmente cierta parte al sur que no debería dolerme.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y el miedo solo incrementó cuando noté que, en lugar de sentir la suavidad de mi colchón, la superficie sobre la que estaba acostado se sentía mucho más dura.

Apreté ligeramente lo que tenía debajo de mí en un intento de descifrar qué era. No me gustaba para nada la conclusión a la que estaba llegando.

Mis sospechas se confirmaron cuando el supuesto colchón se quejó con un gemido bajo. Abrí los ojos de golpe, enfrentándome al cuerpo de Max, con su rostro peligrosamente cerca del mío.

Me levanté de un solo movimiento, pero mis piernas se sentían demasiado débiles, así que terminé en el piso casi tan rápido como me había parado.

—Liam, tranquilízate.

De repente, escuché el susurro de Max en mi cabeza, desatando una ráfaga de recuerdos.

—Si me dejas ir por mis supresores, entonces puedo...

Su voz venía acompañada de una escena en la que lo tenía preso contra la puerta. Me habría emocionado darme cuenta de que era más fuerte que él, de no ser por lo que había salido de mi boca.

— No necesito un supresor —las palabras llegaban directamente a su oído al mismo tiempo que mi mano derecha se deslizó hasta llegar a su miembro—. Todo lo que necesito está aquí.

¿Qué demonios eran esos recuerdos? No podían ser reales. Debía ser alguna broma pesada de mi cerebro.

Me levanté como pude y me encerré en el baño para darme una ducha. Cerré la puerta con cuidado para no hacer ruido y dejé caer mi peso contra la madera. Respiré profundamente mientras intentaba convencerme de que esos no eran recuerdos, sino más bien parte de una pesadilla.

Estaba a punto de creer en mis absurdos argumentos cuando abrí los ojos y me miré en el espejo. Como si la vida intentara abrirme los ojos y demostrarme que no era ningún sueño, sino la realidad.

Mi cuerpo estaba lleno de marcas de todo tipo. Algunas incluso parecían mordidas.

¡Maldito perro!

Casi podía escuchar la voz de Noah y de mi doctora diciéndome: "Te lo dije".

Después de todo, ¿el equivocado era yo?

Sin darme tiempo de asimilarlo las imágenes continuaron apareciendo. Esta vez Max estaba acostado en su cama y yo estaba sobre él. A pesar de que todavía se resistía, yo no parecía tener intenciones de ceder.

— Liam, no sabes lo que haces. Tienes que controlarte.

— Te resistes pero aquí abajo ya está despertando.

Apreté los puños sobre el lavabo. No había forma de que con estas manos hubiera hecho eso. Casi podía revivir la sensación de su calidez en mi palma. Por favor, que alguien me diga que no era cierto.

No sé en qué punto se invirtieron los papeles y ahora era yo el que estaba debajo mientras Max estaba entre mis piernas y tenía sus dedos en mi... No puede ser.

— No te atrevas a culparme.

Suspiró con pesadez antes de invadir mi interior. Mi estómago se revolvió ante tal recuerdo.

Mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora