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Para cuando salí del baño, Max estaba sentado en su escritorio dándome la espalda. Esperaba que tuviera muchos trabajos pendientes; así no podría seguir perdiendo el tiempo burlándose de mí. El día estaba siendo insoportablemente largo, por lo que había planeado tomar una siesta para descansar y evitar otra conversación no deseada. Sin embargo, al pasar por la mesa, me di cuenta de que había dos platos de comida, uno de ellos vacío.

Supongo que el otro es mío.

No era correcto desperdiciar la comida. Pensé que no pasaba nada si dedicaba un par de minutos a comer antes de seguir con mis planes. Solo tenía que comer e irme a dormir, simple. Entonces, mi mirada terminó yendo en dirección a Max, y fue ahí cuando me percaté de algo extraño: su mano derecha estaba vendada.

—¿Qué le pasó a tu mano? —pregunté sin pensar.

—Ah, sobre eso, yo... —comenzó a hablar, visiblemente nervioso—. Me quemé.

—¿Ah, sí? Qué torpe.

Así que de ahí salió la sangre.

Me habría burlado de su pésima habilidad para mentir, pero no quería continuar con la conversación; eso solo me llevaría a hablar de temas que no eran nada favorables para mí. Él tampoco debía querer hablar al respecto, ya que se quedó callado.

Debo admitir que el husky no dejaba de sorprenderme. No era común que un alfa controlara sus instintos. El padre de Noah era un ejemplo: aun teniendo una familia, no pudo evitar marcar al omega por el que los abandonó.

—¿Qué estás haciendo? —la voz de Max me sacó de mis pensamientos.

—¿Estás ciego? ¿Qué no ves que estoy comiendo?

¿La comida no era para mi? Debió haberlo dicho antes, ya casi termino.

—Sí, pero, después de eso... —habló evitando mi mirada—. ¿Quieres hacerlo? ¿Es esto algún tipo de invitación?

—¡¿De qué demonios hablas?! No digas estupideces.

Me levanté de golpe, caminé hacia mi cama y me acosté, cubriéndome con las sábanas. Había perdido el apetito; era hora de dormir.

Me agradabas más cuando te limitabas a verme a lo lejos.

.

Me hubiera gustado despertar y darme cuenta de que ya era domingo, pero, para mi mala suerte, mi siesta duró menos de dos horas. Una parte de mí quería fingir que seguía dormido para evitar a mi compañero lo más posible, pero sabía que me aburriría al poco tiempo. Después de pensar un poco en cómo podía invertir mejor mi tiempo, decidí que era buena idea ir a hacer compras para la semana. Tal vez incluso reponer todo lo que le quité al husky.

—¿A dónde vas?

No había terminado de tomar mis cosas cuando Max notó que me iba.

—¿Me piensas preguntar por todo lo que haga? Voy a comprar.

—Voy contigo, podemos ir en mi carro.

—Prefiero ir caminando, me gusta hacer ejercicio.

¿Por qué la gente no entiende indirectas? Pensé mientras caminaba, sintiendo la presencia de un bulto detrás de mí.

Siempre me había gustado cuando la gente sabía estar en silencio, pero en ese momento se sentía insoportable. No había nada que detuviera mi mente de reproducir la conversación que tuve con mi doctora y Noah una y otra vez. Era demasiado incómodo, sobre todo considerando que el culpable estaba a unos pasos de distancia.

Mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora