Había olvidado lo cómoda que era mi cama en la casa de mis padres, aunque supongo que cualquier cosa era mejor que el colchón duro en el que había dormido los últimos años. Consideraría ahorrar para comprar otro de no ser porque me mudaría a los dormitorios de la universidad una vez que terminaran mis vacaciones y regresara a la capital.
Libertad... casi podía sentirla.
Sonreí mirando al techo, disfrutando de mi tranquilidad, hasta que cierta molestia dejó su celular en mi escritorio, donde había estado sentado jugando durante una hora.
— Liam, estoy aburrido —se quejó, caminando hacia mí para empezar a moverme el brazo—. Quiero salir.
— No molestes, tengo sueño.
— ¿Cómo puedes tener sueño si te la has pasado acostado casi desde que llegamos? —refutó molesto.
— He estado trabajando como esclavo. Creo que tengo derecho a estar cansado.
— Vamos, no te matará un pequeño paseo —acercó su rostro, mirándome con sus ojos de cachorro.
Suspiré con pesadez.
— No debí traerte.
En realidad, no planeaba ser un mal anfitrión. Sabía lo que implicaba traer a mi amigo cuando le hice la invitación. Simplemente no estaba en mi mejor momento.
Desde que llegamos, no había podido disfrutar de mis días libres. Por alguna razón, me sentía sumamente agotado.
Al principio, pensé que estaba a punto de enfermarme, pero, aparte de la fatiga, todo parecía estar normal. Además, me negaba a pisar un hospital durante mis preciadas vacaciones.
Probablemente solo era el resultado del constante trabajo que había realizado en las últimas dos semanas. No era nada por lo que debiera preocuparme.
Me obligué a actuar normal durante el tiempo restante que nos quedaba, y lo mejor que pude hacer por Noah fue llevarlo un par de veces a la playa. Era la opción perfecta porque podía permanecer acostado en la arena mientras él jugaba en el agua. Debo agradecer que sea alguien fácil de complacer. También ayudó que mi madre decidiera llevarlo de paseo. Estaba encantada con el hecho de que Noah no ponía objeción en ir a todos esos sitios a los que anteriormente me había negado a acompañarla.
Finalmente llegó el día de regresar.
.
Jamás me había sentido tan feliz de que se acercara el inicio de clases como en ese momento. Solo me quedaban tres días libres para instalarme en los dormitorios, así que lo primero que hice al llegar a la capital fue dirigirme a la agencia para que me dieran los papeles que necesitaba para pedir mi llave en la universidad.
Al entrar en el edificio, me crucé con algunos de mis compañeros de curso. Lo más probable era que estuvieran ahí por la misma razón que yo.
No me consideraba alguien paranoico, pero estaba casi seguro de que había algo extraño en la forma en que me miraban, como si estuvieran enojados por algo. No recordaba haber hecho nada para ganarme su odio. No podía ser posible que fueran tan imbéciles como para que solo les molestara mi existencia.
— ¡Oh, Liam! Al fin te veo —me recibió Leo, el encargado de ayudarnos con los trámites—. Estabas tan impaciente por apuntarte que pensé que también serías de los primeros en venir por tus papeles.
Entendía el porqué de su suposición. Lo había estado buscando prácticamente desde el primer día del curso para asegurarme de no perder mi lugar. No tendría sentido todo lo que estaba haciendo si tuviera que seguir viviendo con mi tía.
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Mi alfa
RomanceSi le dices a alguien que piense en el nombre de un alfa, esa persona automáticamente te dirá el nombre de Liam. Alto, guapo, bueno en los deportes y en sus estudios; siempre ha sido el alfa por excelencia, hasta el día que descubran su secreto.