❝ conocidos

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Cuando Anne y Gilbert se conocieron fue algo totalmente inesperado, como una nevada en verano. Algo minúsculo, que sin pensarlo, los marcaría para siempre.

Era una tarde otoñal en Avonlea, aquel pequeño puedo a un costado de Canadá donde los soñadores son libres y sin filtros, donde todos somos iguales y lo raro no existe, donde es común ver niños "cazando hadas" o nadando entre hojas caídas de lo arboles. Eres ese lugar con el que Gilbert muchas veces había soñado. Ese lugar donde por fin podía ser feliz.

Caminaba por las calles en calma, no traía apuros, tenía la tarde libre y lo quería aprovechar. Había decidido hacer unas compras y volver a casa a ver unas películas. Cuando estaba a punto de cruzar observó a la distancia a una chica distraída observando las aves. Era hermosa, y su cabello era lo más llamativo de todo. Fue como ver un pedazo otoñal caminar como si nada por las calles, ella combinaba con eso.

El Semáforo estaba en rojo, lo que significaba que podía cruzar. Tuvo que despedirse —mentalmente— de ella y de su hermoso cabello de fuego. Continuó su camino y sin darse cuenta terminó en una cafetería dibujando y tomando un café con tarta de fresas. Perdiendo la noción del tiempo, dejando que el lápiz pintara sobre el papel, ya él no tenía el control.

Estaba tan ensimismado que olvidó todo su alrededor, y lo único que pudo regresarlo fue aquel liquido caliente corriendo por si nuca y espalda. Olía dulce, como a café y vainilla.

Gilbert levantó la mirada y se encontró con un par de orbes azules que lo miraban con pánico, eran muy expresivos, solo necesitabas verlos para saber que querían decir. La detalló, y en ese instante lo supo. Era ella, la chica otoñal, la de cabello de fuego. No paraba de disculparse, una y otra vez, pero eso no le importaba al azabache, pues ella estaba ahí, y eso era impresionante.

Gilbert creía mucho en el destino; sabía que si la volvió a ver fue por algo; sabía que no podía dejarla ir. Rápidamente se levantó y le ofreció ayuda, no sabía para qué, si él era el que la necesitaba.

—Lo siento mucho. —se disculpó de nuevo, observando la chaqueta de Gilbert. Él negó.

—No importa, supongo que tenía que pasar —murmuró con una risita—. Ya necesitaba que le diera una lavada.

Oh por Dios, lo siguiente de verdad que lo había hecho sentir extraño. Como si su estómago brincara en su sitio. Ella soltó una risita igual de discreta que la suya, con gracia, mientras cubría su boca. Era bellísima, como una obra de arte.

—Quizás si, quien sabe. Si estás aquí es por algo, porque el universo lo desea. —sus palabras salieron con mucha fluidez, como si fueran amigos. Él le sonrió.

—Posiblemente. Pero no es un problema, tengo montones de chaquetas del mismo color aburrido. —respondió con desinterés, pudo notar que ella levantaba las cejas y sus ojos se abrían mucho.

—¿Colo aburrido? Pero si el color rojo es de los colores más divinos que existe. Me recuerda al amor, y a la pasión. Regalar rosas rojas significa que amas con pasión. Yo siento que es un color cálido, y lleno de vida. —Gilbert sintió un cosquilleo en la boca del estómago, y como no podía dejar de sonreír.

Estaba cautivado.

—¿Esos crees? Pues vaya que tienes buena percepción de las cosas, yo a veces solo puedo ver colores y ya.

—Ese es el problema. Todos deberíamos poder ver la vida en un punto medio, ¿Sabes? Donde podamos ser realistas pero también podamos soñar. Quiero decir, todos deberíamos poder ver los colores con un significado y no solo como algo más.

Se habían extendido, de manera inconsciente, ambos hablaban de sus puntos de vista y sobre como cosas cotidianas que algunos consideramos aburridas, pueden convertirse en algo extraordinario. Como el
Estudio o el Arte.

Y sin darse cuenta, habían quedado para tomar un café el miércoles, y luego otro el sábado, y luego otro el jueves, y así hasta que terminaron entrando a la vida del otro de manera sutil, y volviéndose cada vez más y más importantes. Enseñándose cosas nuevas y aprendiendo el uno del otro.

Algo que el destino tenía planificado.

𝐖𝐄 𝐀𝐑𝐄 𝐌𝐎𝐌𝐄𝐍𝐓𝐒 ;; Shirbert Donde viven las historias. Descúbrelo ahora