Ni una sola lágrima

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- No ha llorado desde que se fue. - dijo. - Todos los días se sienta en aquel columpio y se mece. Pasa horas allí hasta que oscurece. Su mirada es seria y dispersa; sin embargo, no llora, ni una sola lágrima se ha asomado por sus hermosos pero taciturnos ojos.

Y lo que pasa es que esta persona no sabía o no comprendía que cada uno tiene su propio duelo. 

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