Escorpio (H) & Acuario (M) (I)

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Contra todo pronóstico

Maldito Piscis. Sabía que no debía presentárselo a Acuario. Ahora se pasa casi todo el día junto a él. Si bien nuestra relación ya era complicada, ahora... ya no sé. Nuestro tira y afloja se ha convertido más en un afloja y te dejo ir. Odiaba sentirme así. Cada vez que los veo juntos siento urgencia de ir hacia ella y reclamarla como mía. Mis celos habían aumentado y quería gritar a los cuatro vientos que ella es mía, MÍA Y SOLAMENTE MÍA. Pero eso a Acuario no le haría mucha gracia. Desde un inicio me dejó bien en claro que odiaba las escenas de celos y que la estuvieran controlando. Maldito Piscis, juro que te mataré.

- ¿Qué tanto balbuceas? – la voz de ella me sacó de mi trance, tenía sus manos apoyadas en el marco de la puerta mientras asomaba la cabeza.

- Ah... no, nada - le respondí. Sus ojos me miraron con detenimiento y después me sonrió.

- Entonces, te dejo para que continúes con tu monólogo. – me dijo manteniendo el gesto y desapareció detrás de la pared.

- No, espera – salí de mi cuarto para ir tras ella, la tomé del brazo y volteó a verme con esos hermosos ojos marrones oscuros. - ¿Podemos hablar?

- Claro. ¿De qué quieres hablar? – dijo sentándose en mi cama y golpeó el espacio a su lado para que me sentara junto a ella.

- Yo... - empecé. – Necesito saber qué... qué es lo que estamos pasan... - Rayos, no podía terminar ni una sola oración, y Acuario entrecerraba los ojos y ladeaba la cabeza como si estuviera tratando de descifrar un mensaje oculto. - ¿Qué es lo que somos nosot...?

- ¡ACUARIO!, ¿DÓNDE ESTÁS? – gritó el imbécil llamándola e interrumpiéndome en plena pregunta y lo peor fue que ella le contestó.

- ¡AQUÍ!

Inhalé y exhalé el aire por la boca como si con ello pudiera sacar toda la ira que se estaba acumulando en mi interior.

- Perdón – habló ella llamando mi atención. – No entendí bien lo que me querías decir.

- Ah... pues... nada – negué con la cabeza y noté como la culpa comenzaba a crecer en ella.

"Oh, sí. Ahora sufre. ¿Para qué no me escuchas?", decía en mi interior.

- Hey, Acuario. ¿Qué haces aquí? – el idiota hizo su aparición. – Este es el cuarto de Escorpio.

- ¡NO!, ¿QUÉ VA? – contestó ella. Me encantaba cuando daba esas respuestas y más si era hacia él. En tu cara Piscis.

- Ah... - él pasó su mano por su nuca captando el sarcasmo. - ¿Y qué hacen? – curioseó adentrándose en mi habitación.

- Pues nosotros – respondía ella, pero la interrumpí.

- Pues... estábamos hablando – continué mientras me caminaba hacia él y lo empujaba fuera de MI CUARTO. – Y ya que estamos en MI DORMITORIO y yo no te invité. ADIÓS.

Sentía la urgencia, de gritarle que era MÍA, pero ya ni eso podía afirmar. Acuario me tenía entre este sí y no. Giré sobre mis talones sintiéndome orgulloso de lo que había hecho pero una cara de desaprobación de parte de ella borró inmediatamente esa sonrisa malévola que se había formado en mi rostro.

- Oye, no tenías que ser así con Piscis – me reprochó. – Es tu amigo.

- Y uno muy jodido – añadí mientras regresaba a mi lugar.

- Escorpio – me regañó y me paré en seco al frente de ella – Ve y disculp... - me incliné y la callé con un beso sin dejar que terminara su reprimenda.

Desde esa vez había obtenido cierto derecho a besarla, abrazarla y tocarla siempre y cuando ella quisiera, pero no tenía ni una puta idea de lo que éramos y eso me jodía. No saber qué somos me mortifica.

Sus brazos rodearon mi cuello y con su mano presionando mi nuca, intensificó nuestro beso. Su lengua rozaba la mía enviándome una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Poco a poco fui recostándola en la cama y la llevé hasta la mitad de ella. Mi mano derecha bajó hasta el borde su blusa y se coló debajo de esta. Un gemido se le escapó mientras la acariciaba sobre la fina tela de encaje que cubría sus pechos. Bajé mis labios hasta su cuello besando y succionando su piel, y a la vez con mis dientes dejaba mi marca ahí.

 Bajé mis labios hasta su cuello besando y succionando su piel, y a la vez con mis dientes dejaba mi marca ahí

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- Espero que no estés haciendo lo que creo – me advirtió, pero a la mierda. Quería que todos supieran que ella es mía, solo MÍA. Y antes de que pasáramos a mayores, ella...

- Basta, espera. Tengo que irme – me detuvo e intentó reincorporarse, pero no se lo permití.

- ¿Por qué? – Coloqué sus dos brazos arriba de su cabeza y la inmovilicé allí.

- Escorpio, suéltame.

- ¿Por qué? – insistí.

- Sólo, déjame.

- ¿Te gusta él? – pregunté y la rabia se apoderó de mí ante su silencio. – ¿Te gusta Piscis? ¿TE GUSTA ÉL?

- ¿Qué?... NO...

- ¡¿Entonces?!

- Yo sola me entiendo – susurró esperando que no la escuchara, pero fue lo suficientemente audible para oírla.

- ¡¿POR QUÉ NO ME LO EXPLICAS?! Yo también quiero entenderlo. – Ella me miró y espetó.

- ¡¿Para qué si nunca lo harás?!

- ¿Cómo puedes saberlo si ni siquiera lo intentas?

- SOLO LO SÉ. AHORA ME QUIERO IR – alzó la voz y forcejeó, pero no la iba a dejar irse.

- ACUARIO, ¿QUIERES DEJAR DE HACER ESTO? ¿QUIERES DEJAR DE AISLARME? PORQUE NO COMPRENDO NADA Y YA ME ESTOY HARTANDO.

- Entonces... ¡¿POR QUÉ MEJOR NO LO DEJAMOS AQUÍ Y HACEMOS QUE NADA PASÓ SI TAN HARTO ESTÁS?! – podía sentir el dolor en sus palabras, pero yo no quería terminar con esto. Quería que se decidiera, sí, pero no la quería dejar ir.

- Porque...

- PORQUE, ¡¿QUÉ?! – me seguía gritando ella.

- PORQUE, MIERDA, TE AMO – lo solté sin siquiera pensarlo y ella me miraba atónita ante tal confesión. La amargura de su expresión se entristeció al asimilar las palabras que había pronunciado hace unos instantes; sus ojos se tornaron llorosos, sus latidos se aceleraron y sus labios tiritaron; pero en ningún momento dijo nada.

- Escorpio, me tengo que ir – habló después de unos largos minutos que parecieron eternos y la solté dejándola completamente libre de irse.

¿Qué había hecho? Eso solo la iba a alejar más, por no decir que probablemente este sería el fin de lo nuestro.

¿Qué había hecho? Eso solo la iba a alejar más, por no decir que probablemente este sería el fin de lo nuestro

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