Narrado por Eros
—¡Bienvenidos!—dijo Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba—¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que decirles a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los deje aturdidos. —Dumbledore se aclaró la garganta y continuó: —Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. —se notaba claramente que a Dumbledore no lo le agradaba que los dementores custodiaran el colegio—Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio—continuó Dumbledore—Y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso.
««A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles —mire a mi hermano con rareza, se suponía que solo sus amigos y familia lo sabían, aunque...—No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, les advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en los prefectos y en los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.
Dumbledore hizo otra pausa. Recorrió la sala con una mirada muy seria y nadie se movio, ni dijo nada.
—Por hablar de algo más alegre—continuó —Este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a tres nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.
Nelly ante la mención del tío Remus fue la primera en ponerse de pie en la mesa de Ravenclaw aplaudiendo con entusiasmo, siguiéndole Lunita, y los de su casa. En la de Gryffindor Amy y Harry aplaudieron con entusiasmo y felicidad, y no estaba de más decir que yo también lo hice, sin importarme las miradas que me dirigían varios de mi casa. Pansy a mi lado aplaudió igualmente con una sonrisa. Después el resto de los Gryffindor. La mesa de las águilas y los tejones se habían unido para darle la bienvenida, junto a unos muy contados de Slytherin.
El tío Remus parecía un poco avergonzado y sonrojado, pero igualmente asintio en modos de agradecimiento. Cuando los aplausos cesaron me senté al igual que mi novia, y miré a mi tío Remus. Sabía que se hacía el fuerte después de todo aquí fue donde conoció a quien se convirtió en su pareja, yo no podría imaginarme volviendo a un lugar en el cual me recuerda a las personas que perdí.
—En cuanto al nuestro segundo nombramiento—prosiguió Dumbledore cuando se apagó el caluroso aplauso para el tío Remus—Siento decirles que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.
Me uni al aplauso, que era especialmente en la mesa de Gryffindor. Mire a Hagrid, quien estaba rojo como un tomate y se miraba las enormes manos, con la amplia sonrisa oculta por la barba negra.
—No puedo creer que vaya a ser Profesor—dice Malfoy, desde unos asientos más alejado de Pansy. Me límite a rodar los ojos, no traía ganas de discutir con alguien.
—En cuanto al otro último nombramiento—prosiguió Dumbledore—El auror, o como es más conocido, James Potter acepto ser nuestro supervisor de clases durante todo este año para que se les sea más fácil nos distraerse de sus obligaciones con los dementores fuera. De cualquier caso, el profesor Potter se encargará de suplantar a cualquier profesor que no pueda asistir a su clase.
Cuando Dumbledore termino de hablar, pareció que el gran comedor iba a estallar. Aplausos de las cuatro mesas se encucharon y como no, si el profesor Potter es el más grande jefe de aurores que el mundo mágico haya tenido, o al menos así lo decían en los titulares del profeta. Idiotas, si supieran lo que verdaderamente era, un cobarde.
Miré hacía a Ravenclaw dónde ni Nelly, ni Lunita aplaudían, pues a pesar de que Luna era una niña de buen corazón tenía rencor hacia el. En la mesa de Gryffindor nada estaba mejor, Amy no parecía de buen humor y la mirada de mi hermano había cambiado drásticamente. Suspiré tratando de ignorarlo, sabía que su mirada estaba puesta, y la mirada de la castaña sentada mi lado me lo decía.
Pansy me dió una mirada entenecida, sonrió y luego dejo un casto beso en mis labios sonriendo. Era reconfortante sentir sus labios con los míos.
—Estamos juntos en esto cariño—tomo mi mano bajo la mesa. Pues a pesar de que nadie, ni siquiera mi hermano lo sabía, a excepción de Nelly y Amy, Pansy sabía sobre mis pesadillas, y había sido testigo de ellas también. Amaba tenerla conmigo.