Narrador Omnisciente
Eros se encontraba en su habitación, frente a el, Draco lo miraba cruzado de brazos. El corazón de Evans le latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. Había escuchado las palabras de Theodore una y otra vez, incapaz de creer lo que había oído.
Amaltea sintió algo por ti, Eros.
¿Cómo era posible? Amaltea, la chica con la que había compartido risas y secretos, la primera persona en saber lo que sentía por Pansy. ¿Cómo podía haber sentido algo más allá de la amistad? Eros se pasó la mano por el cabello, tratando de ordenar sus pensamientos. No podía permitirse pensar en eso. No quería pensar en eso.
Pero la imagen de Amaltea se colaba en su mente. Su sonrisa, sus ojos brillantes cuando hablaban de libros o de sus sueños. ¿Había estado ciego todo este tiempo? ¿Había ignorado las señales? Eros se levantó de la cama y se acercó a la ventana.
No le diría a Amaltea que lo sé, por nada del mundo.
La decisión estaba tomada. No podía arriesgar su amistad con Amaltea. No podía permitir que las cosas cambiaran entre ellos. El jamás podría servir algo fuera de una amistad por Amy.
—¿Qué sucede, Eros? —preguntó Draco, después de llevar al menos diez minutos en la habitación en silencio, esperando las palabras que Eros revelará y la urgencia por la que lo había llamado.
Eros se giró hacia él, y sus ojos reflejaban una mezcla de confusión y dolor.
—Theodore me dijo algo hoy —comenzó Eros—Algo sobre Amaltea.
Draco, sentado en la cama lo miró atento.
—¿Qué te dijo?
Eros inhaló profundamente.
—Amaltea siente o sintió algo por mí. Algo más que amistad. —Draco parpadeó, sorprendido.
—¿Y tú qué piensas? —preguntó Draco. Eros negó con la cabeza.
—Nunca he sentido nada romántico por ella. Es mi mejor amiga, Draco. Como una hermana. Pero no puedo decirle que lo sé. No puedo arriesgar nuestra amistad. —Draco asintió lentamente.
—Entiendo. Pero, Eros, a veces las cosas no son tan simples. Quizás deberías hablar con ella. Aclarar las cosas. Y si es cierto que ella llegó a sentir algo por ti, díselo, que no haya malos entendidos. —Eros miro a Draco por unos segundos, antes de asentir.
—Tienes razón. Pero por ahora, no se lo diré, tal vez no lo haga...—susurró para si mismo. —Jamás...
[ • • • ]
El estadio estaba lleno de expectación. Las gradas vibraban con la emoción de los espectadores mientras observaban la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos. En el centro del campo, el lago negro se agitaba, sus aguas misteriosas ocultando peligros.
Eros estaba sentado junto a Nelly, Amaltea, Draco y Pansy. El ambiente era tenso. Eros y Harry llevaban meses sin hablarse, su relación fracturada por diferencias. Cada vez que cruzaban palabras, las palabras volaban y la herida se abría un poco más.
La tensión en el aire era palpable desde que los concursantes habían caído al agua para recuperar el gran tesoro que les esperaba bajo el agua.
Y entonces, Harry emergió del agua, sosteniendo a su padre.
James Potter.
El estadio estalló en aplausos y vítores. Pero Eros no aplaudió. Su corazón latía con fuerza, y un nudo se formó en su garganta. James Potter, el hombre que nunca había estado presente en su vida, el padre que nunca lo había mirado con orgullo ni lo había abrazado. Harry lo había rescatado, había arriesgado todo por él.
Eros sintió un pinchazo en el corazón. ¿Por qué no había sido él quien estaba allí abajo? ¿Por qué James se había convertido en la persona más especial para Harry? ¿Lo había comprado? Cosas caras, regalos todos los días, creyendo que nadie veía el desinterés que sentía, solo tratando de ocupar la falta de una presencia paternal en la vida de Harry, comprándolo.
La amargura se mezcló con la tristeza. Se giró hacia Pansy, y sus ojos se encontraron. Ella le sostuvo la mirada, como si entendiera su tormento.
—¿Estás bien? —susurró ella.
Eros asintió, incapaz de hablar. Pero en su mente, las palabras resonaban: Nunca nos quiso, jamás estará con nosotros. Nunca había tenido una familia como la de los Weasley, o como la familia que tenían Pandora y Xenophillius. Nunca había tenido un padre que lo mirara con amor y orgullo. Y ahora, Harry había demostrado que estaba dispuesto a todo por su familia.
Una familia, en la cual Eros no estaba presente.
La multitud seguía aplaudiendo, pero Eros no podía unirse a ellos. Su corazón estaba roto, y la distancia entre él y su hermano parecía insalvable.
El lago seguía agitándose, pero Eros ya no lo veía. Su mente estaba en otro lugar, en otro tiempo. En la familia que nunca tuvo y en el hermano que, de alguna manera, parecía no seguir siendo parte de él.
[ • • • ]
La chimenea crepitaba, arrojando sombras danzantes sobre los muebles. Eros cruzó los brazos, su mirada fija en Harry. Las palabras ardían en su garganta, pero no sabía por dónde empezar.
—¿Por qué, Harry? —Eros finalmente habló, su voz ronca.
Harry se puso de pie, sus ojos verdes chispeando.
—No es una elección, Eros. Es mi padre, nuestro padre, aunque no haya estado allí para nosotros. No podía dejarlo morir.
—¿Y nosotros?—Eros avanzó hacia él—. ¿No soy importante? ¿No soy tu familia? ¿La tía Pandora? ¿Luna? ¿El tío Remus? Incluso Sirius.
Harry apretó los puños.
—Claro que lo son. Pero no puedes entenderlo. No sabes lo que es crecer sin un padre.
—¿No? —Eros sintió que su corazón se rompía—. ¿Crees que no sé lo que es eso? ¿Crees que no he deseado tener un padre como los demás? ¡Yo estuve ahí cuando James dejo a nuestra madre! ¡Cuando el reveló haberla engañado en navidad! ¡Días después de que murió el tío Eros! ¿Crees que eso es un hombre? El es un cobarde. Yo sé lo que es crecer sin un padre, tu también. Solo hermanos, Harry, no lo olvides.
Harry bajó la mirada.
—Eros, yo...
—¡No! —Eros alzó la voz—. No quiero tus excusas. Siempre has sido el elegido, el que tiene que salvar al mundo. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con nuestra familia?
Harry se acercó, su expresión desesperada.
—Eros, no es así. Yo te quiero, a ti, a Nelly, la tía Pandora. Pero papá...
—¿Papá?—Eros se rió amargamente—. ¿El hombre que nunca nos miró con orgullo o se preocupo por nosotros? ¿El que nunca compartió un momento importante en nuestras vidas? ¿El que nos ve como una segunda opción cuando sus conquistas ya no lo soportan? ¿Ese James?
Harry se pasó la mano por el cabello.
—No puedo cambiar el pasado, Eros. Pero... ¡Eso no significa que no le importemos!
—¿Importarle? —Eros retrocedió—. ¿Cómo puedes decir eso? A el, lo único que le importa, es su maldito ego y miserable arrogancia, que al final del día, no le servirá de nada.
Harry lo agarró del brazo.
—Eros, escúchame...
Pero Eros se zafó de su agarre y salió de la sala. La puerta se cerró tras él, dejando a Harry solo.. La pregunta quedó suspendida en el aire: ¿podrían alguna vez volver a ser los hermanos de antes? ¿O dejarían que la brecha entre ellos se hiciera aún más profunda?