07 - DELILAH

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Mi suerte era increíble. ¿Cuánta probabilidad había de que ese chico guapo y arrogante con el que me crucé en el tren (y que me estuvo mirando tan intensamente en aquel vagón durante un instante que me pareció eterno) fuera mi nuevo compañero de trabajo ahora mismo?

La vida era demasiado loca y daba miles de vueltas justo cuando menos lo estabas esperando. 

Ya había terminado mi turno y me encontraba regresando a la casa, pero era evidente que no me podía quitar a ese chico del tren de mi cabeza. Ni siquiera sabía por qué lo seguía llamando así si ya sabía que su nombre era Nathaniel y que tenía un acento británico precioso que estaba perfectamente acompañado de una profunda voz que ojalá las reglas de la biblioteca no aplicaran para él porque debería ser un privilegio para todos poder escucharle.

No paraba de recordar esos momentos vergonzosos que pasé hoy ante su presencia y es que todo me pasaba por hablar demás o quedarme viendo a la gente que ni siquiera conocía. Cada uno de los encuentros que tuvimos antes de que me diera cuenta de que era el nuevo empleado realmente no ocurrieron en las mejores circunstancias y sus comentarios burlones no eran tampoco de mucha ayuda. Normalmente me sentía con la seguridad de responder a ese tipo de comentarios y escabullirme de situaciones incómodas, pero su mirada y su presencia me ponían muy nerviosa.

Algo similar me pasó con Dylan cuando le conocí, pero con él fue fácil agarrarle confianza, principalmente porque no tenía una apariencia odiosa que daba la impresión de que cualquier cosa le podía molestar.

Había leído en su hoja de vida que tenía estudios en muy buenas universidades y contaba con unos increíbles títulos que realmente superaban mucho el estar solicitando un tonto puesto en una biblioteca pública. Me preguntaba qué lo había traído a Nueva York, o qué lo había llevado a solicitar siquiera ese empleo.

Llegué a la casa y la tía estaba en el sofá viendo su programa favorito de comedias mientras se comía unas patatas fritas. 

—¿Cómo te fue hoy?—me preguntó antes de echarse una patata a la boca. 

—El día estuvo de locos, tía. Pero por si lo que te preguntas es que si llegué a tiempo, la respuesta es no. De todas formas, por suerte Amelie hoy estaba de buenas. 

Ella se rió, ni siquiera conocía a Amelie, pero sabía perfectamente el mal genio que tenía solo con las cosas que le había contado en otras ocasiones. Noté que ella regresó su atención al televisor así que di por finalizada la conversación y me metí a mi habitación. 

Eran apenas las cinco y cincuenta, parece que me había tomado mi tiempo caminando de regreso a casa. Durante ese rato estuve pensando en tantas tonterías que ahora mismo solo me apetecía tomar una ducha y continuar trabajando en mi proyecto. Los siguientes dos días los tendría libres así que estaba planificando pasarlos metida en mi habitación, con mi pijama todo el día sin quitar los ojos de mis papales y el ordenador.

***

El fin de semana llegó demasiado rápido y estuve tan concentrada en mi proyecto que había olvidado que Dylan estuvo el otro día recordándome que me fuera de fiesta esta noche con él.

Pasaría por mí dentro de una hora aproximadamente así que debía apresurarme si quería estar lista a tiempo. Dejé todo mi desorden sobre la cama y me dirigí al baño para tomar una ducha, luego de un día tan ocupado lo necesitaba, no me veía muy presentable. De todas formas, también necesitaba desconectar un poco e iba a aprovechar con las bebidas y un poco de música para pasar un buen rato.

Más allá del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora