24 - NATHANIEL

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Ya habían pasado varios días desde que me estaba quedando en la casa de Logan. Aunque solo me pasaba allí unos ratos porque el resto del día me los pasaba metido en el hospital para visitar a Ann durante todo el tiempo que le permitían tener visitas. Sabía que regresaría pronto a Nueva York así que iba a tratar de aprovechar todo el tiempo que fuera posible a su lado. Cuando estábamos juntos las risas nunca faltaban, ella tenía un sentido del humor tan similar al mío. Estaba orgulloso del trabajo que había hecho como ejemplo de hermano mayor, ella aprendió muy bien a hacer sus propios chistes. Nos pasábamos los días viendo películas o comiendo, si llegaba a la habitación con las manos vacías casi me obligaba a salir a comprarle algo. Decía que la comida que le daban allí era fatal, le creía, no tenía buena pinta para nada.

Por suerte no había vuelto a cruzarme con mi padre en el hospital, mi madre me había preguntado sobre qué habíamos hablado y solo le dije que solo dejamos las cosas en claro. Ella decía que desde ese día mi padre no había vuelto a mencionarme y que cuando mi nombre salía en alguna conversación él no se mostraba con molestia. Realmente no era algo que me importara ahora mismo, en lo único que podía pensar era en no perderme el día del lanzamiento del libro de Lilah.

—¿En qué piensas, Nathaniel?—la voz de Ann hizo que volviera a la realidad, había dejado de prestarle atención a la película casi sin darme cuenta. 

—Es una historia bastante larga, Ann.

—Vaya, pues tiempo es lo más que me sobra ahora mismo.

Tenía razón, pero también me estaba mirando con esa mirada suya de que no iba a parar de insistir hasta que le contara.

—Hay una chica en Nueva York...

Me interrumpió.

—Espera, espera, ¿qué paso con Victoria?

—Terminamos.—respondí con simpleza.

Ann reaccionó como si le acabara de dar la mejor noticia de su vida.

—¡Los cielos escucharon mis plegarias, hermano! No te abrazo porque no puedo, pero no tienes idea de lo mucho que me alegro por esto. Ahora sí, cuéntame de esa chica.

—Se llama Delilah, es mi compañera en la biblioteca, pero hubo un momento en que supe que era mucho más que eso.

—¿Y qué más?—esta mujer era una chismosa.

—¿Qué más quieres saber?

—¿Todo?

—Bueno, hay demasiados detalles para contar que prefiero omitir, pero sí te puedo decir que ella es la mujer más estupenda que he conocido. Ella fue la primera persona que quiso conocer esa parte de mí que existe mucho más allá de lo exterior, me cuida, me escucha y me hace sentir especial en su vida.—había estado con esa boba sonrisa desde que comencé a hablar y ni cuenta me había dado.

—Por fin estás obteniendo lo que mereces.

—Fue una larga espera.

—¿Y ya? ¿Eso es todo lo que me quieres contar?

—Si lo que quieres escucharme decir es si estoy enamorado la respuesta es sí, sí estoy enamorado.

Ann comenzó a reírse a carcajadas.

—No podía dejar pasar la oportunidad de escucharte diciendo eso. Entonces, con ella fue que me contaste que estabas haciendo unas fotografías, ¿no?

—Sí, y justamente en eso era que estaba pensando hace un rato.

—¿Por qué? ¿Tuviste que interrumpir tu trabajo para venir hasta acá?

—No, ya había cumplido mi parte de su proyecto, es que no sé si pueda llegar a tiempo a la ceremonia de presentación de su libro.

—¿Por qué no? Y no me digas que es porque estás aquí, Nathaniel.

—Quiero estar seguro de que todo está bien contigo y mamá antes de irme.

—Estoy mucho mejor, mira, ya puedo hasta mover un dedito.—me enseñó como movía muy levemente su dedo índice. 

Ambos nos reímos, se veía súper graciosa haciendo eso, lo peor de todo es que su dedo casi ni se movía realmente.

—Nathaniel.—la miré.—Ya hiciste demasiado estando aquí, yo estaré bien y me encargaré de que mamá también lo esté, no te tienes que preocupar por nosotras.

—No es tan fácil, Ann.—la expresión en su rostro se volvió seria y ella pocas veces era seria.

—Nunca te había visto sonreír de la forma en que lo estabas haciendo mientras me hablabas sobre ella, tampoco habías estado tan pleno como lo estuviste todo este tiempo haciendo lo que te gusta en Nueva York.—ella me hizo señas con su mano buena para que me acercara un poco más.—Escucha muy bien lo que te voy a decir, Nathaniel. Si tu felicidad está al otro lado del charco con esa mujer mientras cumples tu sueño, por favor no lo dudes ni un segundo más, debes estar allí.

Ann nunca me había hablado tan seria, me daba la sensación de que sus palabras salían desde el fondo de su corazón. Tomé su mano buena y le besé el dorso, mientras la mirada con una tierna sonrisa. No tenía ni idea de lo mucho que necesitaba escuchar esas palabras, y tampoco sabía lo mucho que significaba para mí que ella me dejara saber que podía contar con su apoyo.

Más allá del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora