Carta de Nathan a Lilah.

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Mi amada, Delilah:

Primero que nada quiero decirte que si estás leyendo esta carta en este momento es porque sientes un amor tan intenso por mí dentro de tu corazón que hasta se te desborda del pecho. Quiero que sepas que yo no he parado de sentirme así desde el día uno. Seguro vas a pensar que mis palabras suenan un poco exageradas, pero precisamente ese el propósito de esta carta.

Aquella vez que te vi en el tren, ese instante justo en el que tu mirada se encontró con la mía me di cuenta de que conocía esos ojos mucho más de lo que me conocía a mí mismo. Te reconocí en ese instante, era imposible confundir esos ojitos, nunca había visto otros iguales.

Tus ojitos de miel eran imposibles de olvidar.

Nunca había creído en las casualidades hasta que me encontré contigo viéndome, hasta que nos volvimos a cruzar frente a aquella esquina donde está ese inusual reloj en la acera. Pensé que te ibas a dar cuenta, esperaba que verdaderamente fueras tú y lograras reconocer en mí todo lo que mi alma reconoció de ti, pero sabía que las cosas no funcionaban de esa forma.

Ese día te vi marchar, pero yo me quedé unos minutos en esa esquina pidiéndole a la vida que fueras tú, que no me permitiera equivocarme.

Lilah, eres el amor de mi vida, te lo digo ahora, te lo dije antes y te lo seguiré diciendo durante toda la eternidad. No creo que te puedas hacer una idea de las veces que le supliqué al tiempo que acelerara este encuentro. Vivir sin ti no tenía ningún tipo de sentido, lo descubrí en todas las anteriores vidas donde no tuve la oportunidad de verte.

Quizás no lo puedas entender en este momento, todo debe ser muy confuso para ti, pero nunca dejé de amarte. Nunca. Ni siquiera cuando no tenía esperanzas de volver a encontrarte, ni cuando te apareciste y mucho menos cuando te me fuiste. Ese amor que habíamos construido juntos, ese mismo que te encargabas de hacerlo más hermoso cada día, seguía existiendo dentro de mi alma sin importar cuántas veces tuviera que vivir vidas lejos de las tuyas.

Mi amor comenzó a evolucionar desde el día que te tocó marchar. No había minuto en el que no anhelara tenerte a mi lado, eras el único deseo que podía pedirle al mundo cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo. Y siempre lo hacía con la esperanza de que algún día se hiciera realidad. Que tú fueras mi realidad.

Durante todos esos años tuve que aprender muchas cosas.

Aprendí a amarte en la soledad, te había amado cuando estuviste, y te amaba incluso cuando no podía verte. Amé tus recuerdos, tu sonrisa y tu mirada. Aprendí a amar un mundo donde no existías, pero en el que siempre te buscaba. Aprendí a amar la idea de que estabas viviendo una vida tan extraordinaria como te merecías. Tuve que mantener la esperanza de que cuando fuera el momento regresarías a mí.

Amaba pensar que habías tenido la oportunidad de volver a amar, de ser amada tal como te lo merecías, de triunfar con tus sueños como tanto quisiste siempre. Pero al mismo tiempo aprendí a amar la versión de nosotros que se amó con locura alguna vez, y amaba la versión de nosotros que algún día recordaría todo eso.

Aprendí a amarte como alguien que llegué a apreciar con total intensidad, te amé como alguien que me amó por quién era, alguien que se tomó el tiempo de conocerme, alguien que se dió la oportunidad de amarme de regreso.

Aprendí a perdonar la tragedia que vivimos, aprendí que debía soltarte para poder volver a encontrarte.

Había aprendido tantas cosas sobre el amor y la vida, pero siempre me faltó aprender una cosa.

Nunca pude aprender a existir en un mundo donde tú no me amaras. Donde no fuera tu amor el que me moviera el alma.

El destino y el tiempo cumplieron sus palabras, la vida se encargó de mostrarme que eras la luz que tanto necesitaba.

Y te quiero recordar una vez más, que el amor que siento por ti no existe tiempo que pueda cambiarlo.

Te amo infinitamente, Delilah.

Para siempre tuyo,
Nathaniel.

FIN.

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