03 - NATHANIEL

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Todos los amaneceres que había vivido estos últimos días en esta ciudad no dejaban de sorprenderme por lo preciosos y diferentes que eran cada día. No cabía duda de que esas vistas tenían que ser capturadas en un para siempre. Me levanté del sillón y busqué entre las cosas en mi mochila para sacar mi cámara y acercarme a los ventanales y atrapar ese instante en el tiempo.

Tenía la oportunidad de salir al balcón para hacer una mejor toma, pero quería que fuera justo desde donde lo estaba viendo, quería que se pudiera notar lo más natural posible y que cada vez que lo viera pudiera recordar exactamente este momento. Un momento tan especial donde me encontraba despertando en Nueva York y la tenue calidez que me brindaba el Sol parecía casi como un saludo de bienvenida.

Sonreí viendo pasar todos los para siempre que tomé, desde muy chico me había gustado la fotografía y siempre deseé dedicarme a ello, pero por alguna razón y ciertas decisiones que tuve que tomar en el guion de la vida que mi padre había diseñado perfectamente para mí, terminé encontrándome por caminos muy lejanos a lo que realmente me gustaba hacer. Sin embargo, no era el momento de lamentarme por cosas insignificantes.

Tenía hambre y en la casa no había ya casi nada con lo que hacer una comida decente así que debía salir a comprar algunas cosas necesarias, de paso hasta podría explorar un poco más el área.

Rebusqué en el armario, eligí unos vaqueros negros y una camiseta blanca, luego tomé una ducha rápida y cuando me encontré listo tomé mi celular y mi billetera antes de salir del apartamento.

Era verano así que me esperaba que el clima estuviera cálido, quizás un poco más de lo que pensé, pero estaba bien. Conocía ya un lugar donde hacer la compra, pero hoy me apetecía caminar por otra ruta y aventurarme a encontrar nuevos lugares. Comencé a andar sin ni siquiera saber a dónde me dirigía mientras trataba de observar lo más que pudiera durante el camino, seguro llevaba la palabra: EXTRANJERO en la frente con letras grandes y muy llamativas. No era algo que me importara mucho, pero sí me generaba un poco de ansiedad, después de todo me estaba adentrando a una experiencia de vida muy nueva para mí.

Me detuve en una pequeña cafetería que encontré luego de andar por unos treinta minutos, durante todo el camino me había cruzado con varias cadenas de cafeterías bastante populares al rededor del mundo, pero me apetecía probar un lugar local y auténtico de Brooklyn.

Me pedí un famoso croissant de salmón y queso crema con un cappuccino frío, esto ya se había vuelto casi como una obsesión desde que llegué a la ciudad. Esperé en la mesa mientras la orden salía, y me dediqué a echarle un vistazo al celular. Tenía algunos mensajes por responder y unas cuantas llamadas perdidas. Estas últimas eran todas de Victoria, la noche anterior me había dedicado totalmente a armar algunos muebles que había comprado y olvidé mi celular.

—¡Nathaniel! ¿Estás bien? No respondías mis llamadas y me preocupé mucho por ti.—escuché su voz un poco intranquila al otro lado de la línea.

—No te preocupes, Vic, estoy bien. ¿Recuerdas que te dije que ayer iba a comprar unos muebles para el apartamento? Bueno, me pasé la tarde entera armándolos, limpiando y ordenando todo un poco. Lo siento por no avisarte.

—Está bien, pero trata de que no vuelva a pasar. Tienes que entender que estás en otro país solo, Nathaniel. Si te llega a pasar algo me muero, sabes que sin ti no soy nadie.—suspiré ante sus palabras, apartando el celular un momento cuando escuché el número de mi orden ser anunciado.

—¿Algo más que necesite?—la chica era súper amable y tenía una sonrisa encantadora.

—No, gracias.—le sonreí agradecido, regresando a la mesa antes de volver a atender la llamada.

Más allá del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora