02 - DELILAH

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Habían pasado ya cuatro años desde que llegué a Nueva York y todavía se sentía como si hubiera sido ayer mismo. Es una ciudad preciosa, pero no es fácil adaptarse a ella, tiene tanta personalidad que siempre cuesta un poco llevarle el ritmo a las cosas.

Antes de llegar aquí llevaba veintidós años viviendo en Canadá, específicamente en un pueblito donde todos se conocían y no había que ir demasiado lejos para encontrar las cosas que se necesitaban. Claramente ese estilo de vida ahora estando aquí en Nueva York ha cambiado mucho.

Mi madre no estaba de acuerdo con esta idea, ella decía que yo no podría con la vida exigente de la ciudad, que era una chica de pueblo y que allí es donde debía permanecer. Y a veces le creía, una parte de mí realmente pensaba que ella tenía razón y no podría ser capaz de lograrlo. Me veía a mí misma regresando a Canadá siendo una fracasada, volviendo a refugiarme entre esas cuatro paredes y limitándome a la vida que había tenido mi familia por generaciones.

No vivía mal, mis padres me brindaron una vida decente, claro, lo que se podía permitir teniendo en cuenta el lugar donde vivíamos, pero yo no tenía ninguna queja al respecto. Sin embargo, las ganas que tenía de sentirme en paz eran mayores y por eso debía irme. Mi alma me pedía a gritos un cambio de aires, la ciudad me estaba reclamando y no encontraba la forma de negarme.

Actualmente estoy viviendo con mi tía, un día simplemente me desperté, renuncié a mi trabajo y decidí que era hora de marcharme de allí a cumplir mis sueños. No era la primera vez que venía aquí, pero desde que conocí este lugar una parte de mi alma se sintió tan atraída que era imposible ignorarlo. Quizás era más de ciudad que de campo y eso se podía notar en lo cómoda que lograba sentirme estando aquí.

No conocía otro lugar donde pudiera ser tan libre y estar tan a gusto conmigo misma como en esta ciudad, era tan increíble la sensación de poder vivir mi vida por fin sin tener que preocuparme por cosas tan pequeñas o tener que hacer cosas solo pensando en ver felices a otros mientras me olvidaba de mi propia felicidad.

Mi primera semana aquí fue extraña, quizás hasta todo mi primer mes me sentí así, pero poco a poco encontré el sentido de todo. Confirmé que lo mío eran los libros, necesitaba crear, algo en mi interior tenía la necesidad de poder expresarse de alguna forma. Todo ese sentimiento se intensificó cuando comencé a trabajar en la biblioteca.

La necesidad de crear fue la que me llevó a donde me encuentro ahora mismo, sentada en el césped de alguna parte del Central Park mientras solo me dedico a contemplar todo lo que sucede a mi alrededor. Me gusta escribir, a veces también pintar, desde muy pequeña había sido una pasión, pero durante un tiempo lo abandoné porque sentía que ya no era para mí. Justamente eso era lo que Canadá me hacía sentir. Era como si no tuviera un propósito en esta vida, por eso es que ahora podía sentirme libre estando sola y en silencio contemplando como el mundo se movía delante de mí y solo atendía los detalles.

Desde que comencé a prestarle especial atención a las personas, a los animales y a la naturaleza mi creatividad se había elevado muchísimo. Por eso una de mis rutinas favoritas cuando tenía un bloqueo mental era pasarme por algún parque. Específicamente esa era una de las tantas cosas que amaba de esta ciudad, la facilidad con la que llegas a todas partes y te encuentras con un parque casi en cada esquina.

Después de un buen rato estando allí miré el reloj y me di cuenta de que debía regresar a la casa, aún no caía la noche, pero mi tía me había dicho que hoy vendría una clienta especial y que necesitaría mi ayuda. Si no hubiera sido por eso me quedaba a mirar el atardecer, el clima estaba precioso y me encantaban los atardeceres de Nueva York, estaban llenos de magia.

—¡Hola, tía!—la saludé tan pronto entré a la tienda.

Solo hizo un gesto de saludo con la mano porque se encontraba atendiendo a un grupo de clientes, sonreí y me dirigí hasta la parte trasera de la tienda para subir las escaleras y llegar al apartamento.

Más allá del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora