19 - NATHANIEL

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Luego de haber tenido esa conversación con Victoria volví a dirigirme a la biblioteca, pero definitivamente no me sentía en condiciones de estar allí.

Lo que acababa de pasar había sido muy inesperado, aunque tenía muy claro que nuestra relación estaba terminada desde aquella última llamada que tuvimos jamás me esperé que ella fuera capaz de volar hasta Nueva York. Lo peor es que ni siquiera entendía qué era lo que esperaba lograr haciéndolo.

¿Será posible que mi padre la haya mandado a buscarme? ¿Le habrá pedido que me hiciera entrar en razón? Me parecería algo imposible, al principio mi padre ni siquiera apoyaba nuestra relación, pero seguro que preferiría verme con ella a verme cumplir mis sueños.

Continué andando por las calles sin tener un rumbo específico, solo quería estar lejos de Victoria, de la biblioteca y todo lo que me estaba atormentando la mente en ese instante. Conocía la mayoría de esas calles, ya no tenía que recurrir al GPS para ubicarme, pero por un momento me sentí perdido en medio de aquella avenida. En medio de tantos edificios, tanta gente, tanto bullicio.

Me sentí pequeño, como si la ciudad me estuviera superando, como si este lugar me quedara grande.

Miré a mi alrededor por un instante, traté de apreciar cada uno de los detalles que tenía cerca. El color del concreto, las franjas blancas sobre la calle, los taxis amarillos, las farolas que alumbrarían las calles durante la noche, el reloj del suelo en la esquina de la acera...

Y como si fuera algo automático allí estaba ella en mi mente otra vez. Justamente en esta esquina fue donde crucé palabras con Lilah la primera vez que la vi, quizás no fue el mejor encuentro que pudimos haber tenido, pero este lugar me había parecido mágico.

Pensar en ella era mágico, recordar su sonrisa y sus ojos me hacían sentir calidez en el corazón.

Mi corazón.

Cuando estaba con ella estaba feliz, mi alma sentía paz y mi corazón estaba seguro.

Recordé las palabras del señor Arlo durante la mañana y como si fuese una señal del universo saqué el sobre que tenía en la mochila dispuesto a leer su contenido. Era el momento indicado. Divisé unos banquitos cruzando la calle así que me dirigí hasta allí para estar cómodo.

Mientras abría el sobre tenía una sensación extraña, sentía que un escalofrío me estaba recorriendo todo el cuerpo y el mundo a mi alrededor se detenía.

Dentro del sobre había una carta, estaba dedicada a mí y al instante en que comencé a leerla no entendía muy bien a lo que se refería, pero por alguna razón extraña conforme la iba leyendo comencé a tener recuerdos que no eran míos. O tal vez sí eran míos, pero es que veía a otra persona que no era yo viviendo dentro de esos recuerdos.

Todo era tan raro, tenía la impresión de que había viajado en el tiempo. Esos pequeños recuerdos que llegaban a mi mente me mostraban justamente el lugar donde me encontraba, pero parecía haber sido demasiados años atrás. Me atrevería a decir que eso era hace más de cien años. Era una locura, pero al mismo tiempo se veía familiar.

De pronto ví en mis recuerdos a una mujer, no sabía quién era, pero sí tenía algo particular que no podría simplemente dejar pasar.

Eran sus ojos.

Esos ojos de color miel tan preciosos, eran tan similares a los de Lilah.

No logré comprender muy bien los recuerdos que pasaron después, fue demasiado rápido. Solo recuerdo haber visto un reloj de mano, un reloj en la acera y luego a ese hombre llorando frente a una tumba.

Por alguna razón sentía que ese hombre era yo, pero es que no se parecía a mí. Aún así la sensación de familiaridad no se iba y podía sentir su tristeza, el sentimiento con que lloraba a quien había amado y le tocó perder.

Sentí un dolor de cabeza fuerte mientras tenía esos recuerdos que no estaba seguro si eran míos o no. Volví a mirar la hoja de papel que tenía en mis manos y de pronto había mucho más texto que la primera vez que miré el papel.

Nathaniel,

Probablemente te encuentres muy confundido en este momento, hasta puede que te parezca incluso algo totalmente irreal lo que te diré a continuación, pero viviste muchas otras vidas antes. Esta no es la primera vez que vives, pero sí es una de las vidas más importantes que tendrás.

En esta vida por fin te reúnes con tu gran amor, ese amor que perdiste hace tantos años atrás y que cada día pedías volver a encontrar en otra vida si era posible.

Hoy te digo que sí, sí es posible. Hoy tienes la oportunidad de vivir con ella y amarla como en aquel entonces no pudiste.

Tus deseos fueron escuchados finalmente, Nathaniel.

Sé feliz.

Mientras leía esas palabras todo comenzaba a cobrar sentido, desde la primera vez que vi a Lilah, hasta la paz y la conexión que sentía cada vez que estaba cerca de ella.

No creía en otras vidas hasta el día de hoy, todos esos recuerdos de esa vida que llegaron de pronto hicieron un click que hacía falta en mi corazón. Ya entendía la razón por la que me resultaba tan familiar. También la nostalgia que me abrazaba como si fuera mía tenía sentido. Porque sí, era mía.

Por eso no podía dejar de mirarla aquél día en el tren, mi alma la había reconocido antes de que yo siquiera lo supiera.

Una lágrima se resbaló por mi mejilla y miré la esquina contraría a donde me encontraba sentado, allí era donde nos cruzamos aquel día luego de bajar del tren, pero allí mismo fue donde hace muchos años atrás decidimos juntos colocar ese reloj en el suelo.

Era una locura pensar que el tiempo nos mantuvo siempre conectados. Todo esto de por si ya era una locura, no parecía real, pero lo que sentía por ella sí que era real.

Y no sé si esto era una broma del señor Arlo, no sé si existe la magia o qué demonios acababa de ocurrir, pero yo decidía creer y jugármela por ella.

Ella lo valía todo.

Y si esta era la oportunidad de amarla nuevamente luego de tanto tiempo no iba a dejar que se me pasara.

Después de todo, no en todas tus vidas te vas a reunir con el amor de tu vida. Hay que aprovechar el tiempo.

Más allá del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora