¿Que paso ayer?

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La reacción fue automática, Lucio volteo a su padre y busco frenéticamente por el lugar donde sangraba mientras que Atlas corrió hacia el dormitorio de los sirvientes.

Lucio le abrió el abrigo y vio una gran mancha de sangre que le empanaba la camisa, rápidamente deshizo los botones y vio una gran herida por debajo de sus costillas. —¡Atlas!— grito al verlo bajar con dos sirvientes y Adel. Atlas echó a correr hacia ellos y con una mirada desconcertada observó la herida de su padre.

Aun con los ojos cerrados y respirando con dificultad, Asvald abrió la boca y dijo suavemente —Llévenme a casa de Hamish—. Lucio miró a Atlas por encima del hombro y ambos intercambiaron una mirada de entendimiento.

Atlas se posicionó al otro lado de su padre mientras Lucio ordenó a Adel preparar una carreta para poder trasladarlo a la ciudad, la ama de llaves actuó rápidamente llevandose a los otros dos a la caballeriza.

Arcadio abrió los ojos lentamente mirando de lado a lado a ambos de sus hijos, sus ojos café que normalmente tenían en ellos una paz inquebrantable miraron con temor a sus dos hijos, dejó su cabeza caer hacia atrás y tomó un aliento pesado cuando entre Lucio y Atlas lo montaron en la carreta. Lucio tomó las riendas del caballo mientras Atlas acompañó a su padre en la parte de atrás, en pocos minutos estaban afuera de los terrenos de la mansión, en camino a la capital.

—¿Quién te hizo esto?— preguntó Atlas con un tono preocupado, Asvald no le respondió y más bien le agarró la mano con mucha fuerza. Atlas vio con el brillo de un relámpago la manera en la que su herida brotaba sangre apresuradamente, —¡Lucio tenemos que ir más rápido!—.

Lucio jalo de las riendas nuevamente obligando al caballo a ir incluso más rápido, pero el terreno mojado por la lluvia y el peso de la carreta les restaba velocidad, —Está perdiendo mucha sangre—.

Lucio miró hacia atrás y después hacia las lejana luces de la capital, no iban a llegar a tiempo, agarró con fuerza su amuleto y respiro hondo. —¡Atlas pasate hacia delante!— gritó, su hermano obedeció y rápidamente cambiaron de lugar.

El pulso de Lucio era errático y el movimiento de la carreta no lo ayudaba, pero con decisión acercó su mano a la herida de su padre y la cauterizó con las llamas que aparecieron en las yemas de sus dedos. Arcadio soltó un grito desgarrador, que hizo que se le pusiera la piel de gallina.

—¿¡Lucio que hiciste!?— grito Atlas desde adelante, —¡Le cauterize la herida, creo que nos dará unos minutos más!— le gritó en respuesta.

Atlas  agarró las riendas fuertemente tratando de mantener al caballo bajo control para que diera la vuelta en un cruce, forzosamente lo logró ,y en un par de minutos más ya se podían visualizar las luces de Agua Nueva en la distancia.

—Ya casi llegamos— Lucio le dijo a su padre quien ahora veía el cielo nocturno cubierto por las nubes de lluvia.

—¡Ve agarrándolo!— grito Atlas tirándose de la carreta y corriendo a tocar en la puerta de Hamish. Lucio obedeció y jaló las piernas de su padre para poder bajarlo, cuando salió Hamish con una camilla y entre los tres lo metieron a la casa.

Era una casa de clase media, llena de pociones y medicinas para cualquier cosa, Hamish llevó a Arcadio a un cuarto apartado color blanco con varios utensilios médicos en sus estantes, cuando Lució y Atlas intentaron pasar Hamish les cerró la puerta en la cara.

Atlas dejó escapar un suspiro y se sentó en el piso al lado de la puerta. Su cabello estaba completamente mojado y sus manos tenían un poco de sangre en ellas. Lucio se sentó a su lado y ambos permanecieron así por un rato tratando de calmar sus nervios.

El Fuego Que Se Llevo El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora