El Baile de Mascaras

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 —Nos va a matar— dijo Atlas sin aliento parándose del suelo. Hizo un sonido en su garganta al sentir el dolor naciente en su espalda y el frío de la noche en su piel.

—¡Atlas!— dijo Lucio corriendo hacia él.

—Estoy bien— respondió Atlas entredientes.

—Toma tus cosas antes de que nos atrape— dijo Lucio agarrandole el brazo.

Atlas se paró con la ayuda de Lucio, vio negro por unos segundos y sintió un hormigueo en su frente. Se sintió mareado y desorientado cuando su vista se aclaró pero la adrenalina no dejó que se desmayara.

Corrió hacia el arbusto donde había escondido su ropa y su máscara. Las había puesto ahí en la mañana dentro de unos sacos marrones que había encontrado en la cocina. El olor a quemado de los establos empezaba a llegarle a la nariz; cuando volteó a verlos Elzer ya estaba empezando extinguir el fuego que había en la base de la estructura.

Se veía algo alterado alejando a los caballos que se acercaban curiosamente por sus gritos. Atlas no pudo dejar de ver el fuego por unos segundos, se sentía algo dormido después de la caída, su cuerpo estaba lleno de pinchazos de adrenalina, pero sus párpados se sentían cansados.

Dio un salto cuando vio un movimiento rápido a su izquierda, era Lucio montado en un gran caballo marrón. En una mano tenía sujeta una lámpara de aceite apagada y en la otra sujetaba otro caballo por las riendas; Atlas lo reconocía, aunque lo había montado con anterioridad muy pocas veces.

—¡Vamos!— gritó Lucio. Ya no había sentido ser sutil.

Atlas se acercó a Lucio rápidamente, no quería mirar atrás, la idea de que Arcadio iba a salir en cualquier momento hizo que más pinchazos de adrenalina le recorrieran el cuerpo.

Lucio le entregó las riendas del otro caballo y con los nervios a tope se montó en él sin mucho problema, agarrando su cambio de ropa como si se lo fueran a arrancar. Volteo a mirar a Lucio por un segundo, y sin decir más cabalgó hacia el bosque que había en la parte de atrás de la mansión.

Cabalgo rápidamente por unos minutos pues no quería mirar atrás, incluso sabiendo que los sonidos que oía detrás suyo eran solo Lució cabalgando. La luz del fuego de los establos ya se había esfumado por la distancia, ahora era solo la luna la que les brindaba su brillo. Lo único que sonaba en el bosque esa noche eran las pisadas de los caballos y el canto de las chicharras.

—Dejame ir adelante— dijo Lucio tomando la delantera, ambos habían perdido velocidad, el bosque había aumentado notablemente su densidad, y aunque los caballos podían pasar tranquilamente, debían de tener cuidado en donde pisaban a causa de las grandes raíces de los árboles y las ramas que a velocidades más altas podrían tumbarlos de los caballos.

Lucio cabalgaba con mucha más confianza que Atlas, aunque él pudiese acreditar esto a su falta de sensación de profundidad, también debía reconocer que normalmente no se metía con su caballo a lugares que no estaban marcados por senderos.

—¿Puedes ver bien?— preguntó Lucio sin mirar atrás.

—Si las ramas empiezan a cubrir el cielo no podré ver nada—

Lucio tomó la lámpara de aceite apagada que tenía en la mano, la prendió con su mano y se la entregó extendiendo su brazo.

–Gracias– dijo Atlas tomándola.

Dio un giro a la izquierda y Atlas pudo observar nuevamente la frontera entre los planos y el denso bosque, Lucio le había dicho varias veces como esa era la manera más segura de ir por el bosque. De esta manera si encontraban a un monstruo podían escapar con facilidad y llevarlo a un lugar donde iban a poder correr con los caballos libremente.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2023 ⏰

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