Atlas decidió ir a comprar algo de comer mientras Lucio miraba la estatua.El rubio se bajó los lentes de cristal rojo un poco para ver la estatua en todo su esplendor, siempre tuvo una fascinación por ella, primero que nada era gigantesca pero tan detallada, que una vez la veías cualquier otro articulo de decoracion parecería que le faltara empeño, la verdadera joya de la corona eran sus ojos grises hechos de cristal que atravesaban a cualquier alma que los viera fijamente.
Su padre solía traerlo cuando era pequeño, le contaba historias sobre la fundación de Servella y como el gran caballero Vitamre destronó al rey tirano hace ochocientos años con la ayuda de Vendaval. Cuando era más pequeño le juro a la estatua que pelearía a su lado igual que lo hizo su muy lejano antepasado. Obviamente era una promesa de un niño que no podía ser tomada en serio.
Pero a veces en aquellos momentos que se encontraba solo, podía oír al viento, podía sentirlo, entendía sus palabras aunque no decía nada, en su ausencia podía notar la nota de advertencia, y en su presencia su guía. Era ridículo, una superstición hecha para responder a los caprichos de un niño que se pensaba importante.
Se paró debajo de la estatua y la miró a los ojos, la primera vez que los había visto le había dado un escalofrío, de cierta forma su superficie cristalina los hacía sentir separados de la cara, como si utilizara una máscara. Había oído muchas veces que los ojos eran las puertas al alma, pero los ojos que veía eran aquellos de una estatua, y un pedazo de piedra por más hermoso que era, nunca tendría eso. Aun así la estatua le transmitía tranquilidad, sintió como si estuviese dejando caer ladrillos de su espalda.
La tenue brisa le acarició el cabello e hizo que algunos mechones dorados se le escaparan de la chaqueta, no podría permanecer por mucho tiempo más ahí, Atlas vendría a buscarlo y el sol del mediodía se haría más y más punzante, los lentes que llevaba ya no serían suficiente para protegerle los ojos.
Detestaba estos lentes, detestaba todo los lentes que tenia hechos para proteger sus ojos, tenía que ver el mundo mediante un filtro de colores que no eran de su gusto, no le gustaba los que eran marrones, ni los rojos, ni los anteojos apretados color negro. Al sentir la pata del lente enredarse con un mechón de su cabello tuvo la necesidad de romperlo. Encogió los hombros e intentó calmarse, desde el día del examen había estado más irritable de lo normal, y con todo lo que había pasado esa noche se había puesto de mal en peor.
Dejo salir un respiro, y con la mayor delicadeza desenredo su cabello de la pata del lente, este sentimiento estaba mal se dijo así mismo, eran cosas que podía manejar, la carta de admisión llegaría hoy y estaba listo para lo que sea que pasara, pero justo como esa promesa que hizo hace mucho tiempo, no era más que una junta de palabras bonitas para hacerce sentir bien.
–
Regresaron a casa al atardecer, algunas nubes estaban empezando a acoplarse en el lejano horizonte, esta noche volvería a llover. El verano se estaba acabando y pronto empezaría la temporada de otoño. Los verdes pastizales se tornarian amarillos, y el viento se volveria cada vez mas fuerte y volatil hasta que llegara el invierno y cubriera todo de blanco. Despues seria primavera y el viento volvería a ser igual de gentil que siempre. Lucio se quedó pensando en el siguiente verano. Como todos los años irían a su casa de verano, Jean vendría a visitarlos casi todos los días e irían a bañarse en el río cercano a la casa. Sonrió pensando en el próximo verano, pero su buen ánimo se esfumó cuando se dio cuenta que faltaba más de un año para eso.
Al llegar a casa una sirvienta les abrió la puerta y tomó sus chaquetas. La cena no sería en algunas horas por lo que cada uno se fue por su lado. Sorpresivamente su padre estaba en casa, pero Lucio decidió ignorarlo y fue a su cuarto a alimentar a su tortuga.
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El Fuego Que Se Llevo El Camino
Mystery / ThrillerSer aceptado en la academia para caballeros era parte de su plan, empezar a descubrir los extraños secretos de su familia no lo era, dime cuantos secretos pueden guardar tres personas bajo un techo y una lapida en el jardin?