Invitaciones

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Aunque la multitud se había alejado, el ambiente pesado que estaba previamente no lo había hecho, las personas aún se veían entre sí con escepticismo, y el tono de la ciudad se había tornado lúgubre con la empezada desaparición del sol tras los edificios.

—Creo que es hora de irnos— dijo Lucio mirando de mente ausente a la calle.

—Se está poniendo frío— dijo Atlas alejándose del borde y poniendo sus brazos alrededor de sí mismo.

Antares seguía mirando la plaza, sus ojos furtivamente recorriendo las calles como si estuviera en busca de algo.

—¿Qué ves?— le preguntó Atlas por encima del hombro.

—Nada— dijo alejándose del borde, —Solo estaba viendo los edificios— aún así su mirada no parecía dejar las calles.

Atlas dejó salir un sonido de desinterés y dio la espalda a la vista listo para descender de la azotea. No era tan atlético como Lucio, quien ya estaba ojeando los balcones en el lado del edificio, por lo que tuvo que buscar un poco con la mirada un lugar lo suficientemente estable para empezar a bajar. En el edificio siguiente habían unas escaleras de escape que conectaban directamente con la azotea, pero antes de que diera el salto para llegar al otro lado sintió como Antares le agarró el brazo.

—Espera— dijo alejandolo del borde —Tengo que decirte algo— Dijo soltando su brazo.

—Bueno, los espero abajo— dijo Lucio lanzándose por el lado del edificio antes de poder escucharlos.

Atlas espero a que comenzara a hablar, un sentimiento amargo se hizo camino por sus entrañas, intento no dejar salir un suspiro de frustración por sus sentimientos tan radicales, se dio el crédito de que simplemente estaba cansado.

—¿Te llegaron mis cartas?—

—¿Qué cartas?— preguntó Atlas un poco extrañado, nada más habían sido unos pocos días desde que lo conoció y aunque él le había dado su dirección Atlas nunca le dio la suya. Antares pareció sorprenderse un poco con la respuesta, al menos eso era lo que Atlas pudo entender por la manera en la que levantó las cejas por un segundo, era difícil leer bien las expresiones de Antares debido a las cicatrices que plagaban su cara y el sol que moría en el horizonte.

—¡Oh! Es verdad, no tengo tu dirección— dijo en un tono relajado que a Atlas le pareció forzado.

—Es solo que quería invitarte a esto— dijo sacando de su chaqueta una carta con un gran sello de cera rojo, en él se encontraba engravado un hipogrifo con finos detalles en sus alas.

—¿Qué...?— empezó a preguntar Atlas mirando el sobre.

—Es una fiesta— respondió Antares rápidamente —Al final de esta semana— dijo un poco más calmado.

—Podías simplemente decirlo— dijo Atlas tratando de forzar una sonrisa. —No tenias que complicarte tanto—

"No tenias porque armarme tanta preocupación" suministro una de las partes más ácidas de su mente pero rápidamente deshizo el pensamiento.

—Si, pero entonces no...— pensó advirtiendo la mirada y Atlas no pudo evitar que se le saliera una pequeña risa.

Aterrizó en un balcón de un apartamento que gracias a los dioses estaba vacío. Salto desde el barandal y cayó en un callejón. Desde aquí podía oír cómo las personas empezaban a hablar entre ellas disipándose por las calles mientras regresaban a su vida cotidiana. Entre la multitud y los edificios Lucio pudo ver una de las alas de la estatua y por primera vez desde hace mucho tiempo deseo hablarle a Vendaval.

El Fuego Que Se Llevo El CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora