Solo por pertenecer

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Jungkook vio como Taehyung guiaba una de sus manos en medio del sexo para su garganta. Jungkook vio su propia mano en la zona, acalorando hasta la muerte por dentro, y encantado de hacerle sentir lo mismo, lo ahorcó levemente, procurando presionar su pulso.

Los ojos de Taehyung se hicieron dulces y lejanos con el gesto. Gimió débil, entrecortado, tan lleno de Jungkook que su mente partió en paz. Desde abajo, podía ver al hombre pelinegro todo agitado, sudoroso y con los ojos alerta. Curiosamente, siempre que lo miraba en esos momentos encontraba algo similar. Taehyung amaba presionar más sus botones para deshacerse de esa luz intensa hasta una más relajada, y fue por eso que se permitió ahogar cuando la mano de Jungkook lo apretó más fuerte, su otra mano alcanzando en su cabello para tomarlo de la raíz con violencia.

Dolió, ardió y sofocó, pero fue precioso en el momento que la mirada de Jungkook cedió ante el placer de su bestia en libertad —la que con nadie más salía— y dejó que la calma recorriera sus luceros. Eso fue suficiente para hacer a Taehyung correrse entre ellos, blanco manchándolos, con quejidos lejanos y mareados por la falta de aire.

No podía respirar del todo. A veces su mente se alarmaba, queriendo oponer resistencia, pero todo valía la pena. Siempre valía la pena.

Había valido la pena los últimos tres meses, con Jungkook saliendo y entrando de sus venas con frecuencia.

Fue después de unos minutos más que Jungkook se corrió, empalado dentro suyo, hasta el fondo, en un gemido ronco. Entonces las manos que lo habían dejado destruido cayeron en su rostro, hasta acariciar en sus mejillas.

Tenía ganas de llorar, como ya se había vuelto hábito. El sexo con Jungkook era siempre tan intenso que le removía hasta el alma. Correrse siempre era maravilloso, pero...

Pero, después...

Jungkook se dejó caer a su lado y lo recibió en sus brazos. Taehyung se aferró a él como si su vida dependiera de ello y sollozó, todavía agitado.

Jungkook besó en su frente sudada, también habituado a su reacción.

—Está bien..., está bien...

Taehyung se sorbió la nariz y sollozó una vez más: —Más fuerte.

Jungkook lo apretó más fuerte contra él, obedeciendo.

—Está bien; te tengo. Te tengo.

—No puedes... n-no...

—No voy a soltarte.

—Promételo...

—Lo prometo.

—Promete que nunca vas a soltarme —repitió Taehyung, en un alarido.

—Nunca voy a soltarte. Nunca lo haré.

La gente podía decir cosas locas en la inconsciencia post-coital.

—¿Por qué soltaría algo que me pertenece? —eso dijo Jungkook, mirando hacia abajo, a sus ojos—. ¿Por qué te soltaría si estás fundido a mí? Somos uno. Eres parte de mí.

Taehyung arrugó las cejas en su llanto.

—Maldito mentiroso —gruñó, enterrando sus uñas en el pecho ajeno. Le dio luego un golpe.

Jungkook pasó a ejercer presión en su cabeza con ambas manos, y se acercó, nariz con nariz.

—Eres mío.

Taehyung dejó salir el aire, sus ojos brillosos.

—¿Más que él?

Jungkook sintió el peso familiar de la culpa en su pecho, mirando ambos ojos del peligris.

Estudio de besos «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora