Solo por engañar

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Habían costumbres dañinas.

Habían costumbres que podían desembocar en cambios importantes en el carácter y la actitud de las personas.

Habían costumbres que podían llevarse, alimentarse y establecerse sin el uso de razón. Uno pensaría que serían cosas más bien banales, inconscientes.

¿Se le podría llamar inconsciencia a lo que ellos hacían? ¿Se podría definir a la inconsciencia actuar, mentir y engañar a costo de corazones nobles y bien intencionados?

¿Si fueran realmente inconscientes lo sabrían? ¿Sabrían lo que hacían?

¿Se detendrían?

En este tipo de historias no habían ganadores. Si las personas podían compartir siendo sentido de empatía, ¿podrían continuar en unión sabiendo incluso lo que dejaban como basura en la suela de sus zapatos?

Habían pruebas, acciones y reacciones. Ellos solo parecían olvidarlo, o eran buenos ignorándolo.

Jungkook embestía con fuerza a Taehyung, con lágrimas secas en las mejillas, en la pared junto a la entrada de su apartamento, desde adentro. Taehyung, como un muñeco manipulable, solo recibía los golpes en su interior, soltando quejidos, sus piernas sostenidas por los brazos ajenos, cargándolo. Sus manos se enredaban en el nacimiento de su cabello por su nuca.

Su comportamiento era un poco primitivo durante sus encuentros, sus ojos a veces perdidos en el placer, y otras veces nítidos y atentos a Jungkook. Sus manos se unían a esa marcha acariciándolo, estirando las yemas por su piel. Taehyung sonreía cuando Jungkook, en su interior, conseguía la estimulación suficiente para gemir. Dios, era completamente feliz cuando lo hacía y podía complacerlo; solo entonces podía agudizar su sensibilidad y perseguir su propio orgasmo.

El hábito no era muy distinto cada que se encontraban. Follar, llorar y abrazarse tan fuerte que les dolían los hombros o las costillas; no en ese preciso orden.

Jungkook se contenía en Taehyung y Taehyung se resguardaba en Jungkook inmediatamente después. Si Jungkook se satisfacía en todos los niveles de su psicología y corporalidad, Taehyung hallaba un poco de adicción en poder hacerle sentir esa satisfacción. Por eso siempre se moldeaba sus necesidades. Por eso no había salido con nadie cuando amenazó con hacerlo hacía un par de semanas. Por eso era fácil sentirse pleno, exacto... útil.

Siempre había sido el insuficiente, en sus viejos días. Notas mediocres, relaciones mediocres. Taehyung se la había pasado aburrido con su vida y en general sentía poca motivación para hacer las cosas. A sus parientes no les había importado demasiado, así que no había buscado algo mejor; no había presión. Sin embargo, habían pequeñas cúspides que nacieron de ese innecesario deseo de, al menos una vez, ser tan bueno como el resto. ''Ser suficiente'' y esforzarse por ello.

Ser bueno en algo traía amor, pensaba, que era el que no había sentido calarle en la niñez desde alguna persona. No había mayor estimulante en su vida, y se daba cuenta ahora, que ser útil y resultar apropiado. Quizá lo había confundido con amor en su propia inmadurez emocional, y Jungkook había moldeado sin darse cuenta ese rasgo en él, pero ahora estaba afianzado, y también se satisfacía, así que en ese instante de su dimensión, siendo la cosa/apoyo/desquite de Jungkook, era ideal. Era perfecto.

Por eso cualquier cosa que amenazara esa estabilidad podía hacerlo refunfuñar, rendirse y apartarse. El lugar cómodo por tantos años en su niñez cuando las cosas no funcionaban.

Por eso reaccionó ese día como reaccionó.

Porque al lado de ambos, en medio de su acto, se activó el panel de la cerradura desde afuera. Alguien iba a entrar; la única persona además de Jungkook que conocía el código.

Estudio de besos «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora