12.

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Atenea Morgan.

-Tengo hambre- Dije, girando hacia el ruso el cual se encontraba muy entretenido en su teléfono.

-Acabas de comer- Dijo sin mirarme

-Si pero tengo hambre. Culpa de tu hijo o hija.

-Iré a pedir que te preparen algo.

Pues prácticamente me había escapado de mi casa. Bueno no cuenta como escapada si avísate.

-¿Qué dijo tu doctora?- Pregunto, mientras me sentaba en el regazo del ruso.

-Me mando a tomar algunas vitaminas, ya tome las de hoy- Sus manos se posaron en mi vientre. Todavía estaba pequeño, solo se notaba una pequeña hinchazón- ¿A dónde vamos?

-México- Dijo, mientras pasaba sus manos por mi culo haciendo que comenzara a restregarme contra el.

Di por terminara la conversación cuando unas de sus manos subió a mi cuello y tomo mis labios con rudeza.

Aprovecho que llevaba una falda para meter su mano y meterlas entre mis bragas. Solte un jadeo sobre sus labios cuando tocó el punto correcto

Así duramos unos minutos hasta que me desespere y me levante un poco para desabrochar su pantalón logrando sacar su gran verga y sin perder tiempo acomodé mis bragas a un lado, acomodé su verga y la metí entera haciéndome soltar un gran gemido y sacándome algunas lágrimas a su paso.

Joder, eso dolió.

-Con calma o te vas a lastimar- podía sentir el caliente de mis mejillas. No le hice caso ya que comencé a brincar como si no hubiera mañana. Baje un poco la intensidad moviéndome de alante hacia atrás sintiéndolo gruñir contra mi cuello.

Aprovecho la posición para bajar el escote y llevarse una de mis tetas a su boca. Podía sentir como mis piernas comenzaban a fallar, ya no podía más.

El ruso me tomó de la cintura logrando que me siguiera moviendo para momentos después sentir su líquido caliente dentro de mi.

-Tengo sueño- Me queje después de un rato dejándome caer sobre el.

Se levanto conmigo encima y con su polla adentro de mi todavía. Joder este hombre me iba a matar. No le importaba que alguien nos viera. Al llegar a la habitación me dejó recostada en la cama y buscando con que limpiarnos.

Minutos después tocaron la puerta de la habitación donde me traían un tazón de fruta ya que últimamente este era mi antojo más frecuente y el ruso lo sabía.

Pero sinceramente ya no tengo ganas de comer y lo único que hice fue acomodarme para dormir mientras el ruso salía hablando por teléfono sobre negocios.

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Error/ Ilenko RomanovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora