❝ capítulo XXII ❞

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0.22:

『  🌼  』

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  🌼 

Versalles, Francia.
horas después.
11.45 AM.

El desayuno fue servido en la mansión de los Lévesque. Algunos de los sirvientes dejaban los cafés mientras galletas adornaban las bandejas de plata, parecía cómoda de reyes. Que gracioso era que hicieran lo que querían eliminar, ¡Ja! Pero los lujos eran necesarios para la gente caótica cómo lo eran los templarios. El pueblo podía morir de hambre siempre y cuando, pudieran controlar las masas con la caída de la nobleza.

—Que hermoso día, ¿no crees, mi querido león?

—Si, madre— Stefano la observó con una pequeña sonrisa, llevando el tenedor a su boca con lentitud.

—Ah, no había dormido tan bien desde que tú padre se fue de viaje de negocios a Londres.

—Me imagino, madre— una mueca pasó por su rostro, no estaba del todo feliz con ese comentario. La mujer lo notó y por ello se quedó viéndolo, curiosa.

—¿Qué tienes, cariño? Te ves desanimado— sostuvo la taza de café, viéndolo comer un trozo de pastel de chocolate. Los ojos claros de su hijo fueron directamente a ella mientras se limpiaba su boca.

—Sé lo que hiciste, madre. Trataste de asesinar en un incendio a Elizabeth.

—¿Qué? ¿Cómo se te ocurre acusarme?— sus ojos se abrieron con clara indignacion, Stefano la observó en silencio. —¿Quién te ha metido esas cosas en la cabeza?

—Te llegó una carta hace dos horas atrás, supongo que la habrás leído— Stefano bajó los cubiertos y bebió su café con rapidez, levantándose de la mesa. —Allí explicaba explícitamente tu fechoría, madre.

—Tú, no entiendes porque hago lo que hago. Quiero protegerte— se levantó, dando unos pasos hacia él. Los sirvientes observaron la situación en silencio, las cosas se estaban tornando tensas. —No sabes quién es realmente esa chica.

—Si, lo sé— sus ojos frios la dejaron petrificada. Era la primera vez que su hijo actuaba de esa forma con ella y realmente estaba aterrada. —Ella misma me confesó que era una Assassin y que tenía miedo de lo que podían hacerle.

—Ella, es nuestra enemiga.

—Ella, es mi futura esposa. — la miró tan fríamente cómo nunca lo había hecho, acomodó sus ropas con lentitud y comenzó a caminar nuevamente.

Bien, Marie tenía un terrible problema ahora. ¿Qué podría hacer para convencer a su hijo de que ella era inocente? ¿Qué podría inventar? ¡Maldición! Bueno, tendría que pensar en algo rápido. Lo siguió caminando a la puerta en dónde lo vio colocarse su abrigo de cuero con cuidado, estaba aterrada ante la idea de que creyera que quería matar a esa mujer.

Assassin's Creed: revolución Donde viven las historias. Descúbrelo ahora