1791
La revolución francesa estaba a penas un susurro de desencadenarse para cuando Elizabeth llegó al país, un país comenzando un estado de conflicto social y guerra civil. Instalada en Versalles con su tía, no tardaría en encontrarse con la famili...
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Los tres salieron de la hermandad por la puerta de las alcantarillas, en cuanto Arno abrió la reja, Elise pasó y observó a Lizzy quien había salido mucho antes. Los estaba esperando fuera debido a que necesitaba aire, juraba que iba a explotar sí veía a Bellec una vez más.
—No te ves muy animada— la pelirroja se acercó, mirándola con detalle.
—Estas últimas semanas han sido caóticas, informes, el concejo, misiones, matrimonio...
—¿Matrimonio?— Elise la detuvo con sorpresa.
—Asi es, estoy preparándome para mi boda, recién lo conocí— ambas mujeres comenzaron a caminar por las orillas del río Garona hasta unas escaleras. Arno iba detrás. —Quizás lo conozcas, aparentemente es un templarios.
—¿Cuál es su nombre?
—Stefano Jerome Dubois— replicó. Elise se detuvo en el descanso de las escaleras y la observó, atónita.
—Si, lo conozco. Es el hijo de Marie Lévesque— señaló hacia un punto neutro y siguió el caminó con ella, las calles del distrito de Arsenal estaban plagadas de gente. —Cuando niña, veía que lo llevaba a todos lados, es cuatro años más chico que yo.
—¿Sabés sí su madre lo unió a la orden?— preguntó.
—Tengo entendido que Marie tenía miedo de que matarán a su único hijo, la única razón por la cual lo habría unido a la orden, sería por protección.
—¿Protección? Yo diría que lo sentenció— La mirada preocupada de la Americana fue hacia Elise, ella la analizó lentamente.
—No me digas, ¿Te preocupa que quieran matarlo?— le sonrió con cierto brillo en sus ojos. Claro, se trataba de su futuro esposo, además, le había parecido tierno.
—Bueno, no me gustaría— ¿No le gustaría? Se trataba de un templario, bueno, nisiquiera sabía sí pensaba como los templarios. —¿Él apoya a su madre?
—Sí te deja tranquila, hace poco me envió una carta alertandome sobre una posible conspiración contra mi.
—¿De qué hablan ustedes dos?— Arno se acercó por las escaleras.
—Cosas de mujeres, que no entenderías— Elise lo miro con burla y Arno no pudo evitar sonreír. —Sobre el concejo, salió casi tan bien como esperaba.
