❝ Capítulo XXIII ❞

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0.23:

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Lizzy
Hacienda davenpont, Massachusetts.
15 de septiembre de 1787.

Con mis doce años de edad, sé que este era mi lugar en el mundo, mi único hogar y el lugar al que siempre volvería. La hacienda era mi sitio  favorito desde que tenía memoria, crecí aquí, entre las paredes de madera decoradas y los suelo pulidos luego de tantos años de uso. El sonido de la naturaleza  me encantaba y siempre esperaba deseosa la mañana para caminar por el enorme predio verde.

Hacia ya unos años que estábamos aquí, mi padre decidió moverse para mantener a mi madre, a mi hermana y a mi protegidas de ataques. Tengo la alegría de decir que por ahora, nadie más atacó la tribu. Por eso muchas veces íbamos a visitar el hermoso lugar en dónde habíamos nacido, aúnque solíamos hacerlo a escondidas de mi padre, quien muchas veces nos había permitido ir fuera de Nueva York.

—¡IzzyTa! ¡IzzyTa!— oí a lo lejos, levanté mi vista del libro que estaba leyendo para ver cómo el picaporte de la puerta se movía. —¡Mamá dijo que la lluvia ya se detuvo!

—Io:nhiòte, ¿Podrías calmarte?— la ví entrar tan desesperadamente que creí que caería.

—¡Mamá dijo que ya podemos ir fuera! ¡Vamos, vamos! Por favor, IzzyTa— rogó, tirando de la manda de mis ropajes.

No pude evitar verla directamente. Era hermoso ver cuánto había crecido en poco tiempo, y también me aterraba. Al ser la mayor de la familia, tenía algunas responsabilidades que mi querida hermana no y por eso, sabía que en algún momento me tocaría unirme a los viajes junto a mi padre. Io:nhiòte no podría comprender ciertas cosas y tampoco mi hermano menor, Killian. Le llevó siete años a mi pequeña hermanita y nueve a mi hermano.

—¿Pará que quieres salir? Hace frío fuera.

—¡Quiero aprender a cazar! ¡Cómo tú!

—Escucha, pequeña mariposa, creo que papá debería enseñarte eso— me atreví a decir. Sabía que mi hermana no podría con su impaciencia, por eso, me levanté en busca de mi arco.

—¡IzzyTa! ¡No seas amargada!— clamó. ¿Yo amargada? Eso sí que es una ofensa hacia mi persona.

—Bien, andando— señalé la puerta, ella gritó con alegría y corrió por el pasillo. La seguí caminó abajo por las escaleras de madera mientras acomodaba la capucha sobre mi cabeza.

¡Istá!¹, ¡IzzyTa me llevará a cazar!— exclamó con emoción, sonreía cuando ví que se ponía sus botas de cuero con rapidez. Desde la sala comedor pude escuchar los pasos de mi madre acercándose, en sus brazos llevaba a mi querido hermano pequeño.

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