❝ Capítulo XVI ❞

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París, Francia.
Café Théâtre, cerca de las 14.57 hrs.
Tres semanas después.

Mayo estaba a la vuelta de la esquina, eso significaba primavera a pleno. Generalmente el clima variaba bastante en ese momento del año, habían temperaturas elevadas cómo también lluvias y caídas de frío casi invernal. Ahí estaba la pequeña Lizzy, con un pequeño abrigo de lana que su tía había hecho para ella hacía un mes. Desde su viaje a Provenza podría decir que se sentía bastante tranquila, había recibido varias cartas de su futuro esposo con las cuales sonreía y se alegraba.

En todo este tiempo, no había visto a Arno, así que supuso que el mismo hombre estaba dando vueltas de misión en misión gracias al concejo. En paralelo sacando sus preocupaciones, Francia se encontraba cada vez peor, si tenía que ser sincera, no sabía cuánto tiempo más el pueblo podría aguantar.

Hace dos semanas atrás, la pequeña Lizzy había conocido, de manos de Marie, al capitán llamado Frédéric Rouille. Claramente estaba involucrado en lo que sería el ejército francés y según sabía iba a atacar las Tullerias, de hecho, él estaba detrás de eso. Según Rouille, el mismo rey estaba conspirando contra la revolución, que mala idea hablar de esos asuntos con la presencia de una Assassin, ¿No?.

—Mi querida, Eliza— Charlotte, la manager del lugar saludo al verla en una de las mesas. —Pasó un buen tiempo desde la última vez que estuviste aquí.

—Lo lamentó mucho, tuve asuntos de los que ocuparte, madame.

—Oh si, Arno me dijo que estuviste en Provenza y haciendo algunos trabajos para los asesinos.

—¿Arno? Yo no he hablado con él— levantó su ceja cerrando el libro.

—Tú no, pero tenemos amigos en común— la voz del francés resonó detrás de ella y ante esto, se volteó para verlo.

—Arno— sonrió levantándose de la silla, él se acercó curioso de ver lo que hacía. —Cuando tiempo.

—Veo que estuviste ocupada, ¿Cómo te fue en Provenza?

—Fue un lindo viaje, habían caballos— sostuvo el libro, Arno lo vio con cuiridad mientras trataba de leer el título pero, no podía desde ese ángulo.

—No me digas, tu futuro esposo te regalo el libro— él señaló, cruzando sus brazos. El simple hecho de que Arno haya notado aquello le generó nerviosismo. Sus ojos fueron hacia el pequeño cuento de la bella y la bestia.

Assassin's Creed: revolución Donde viven las historias. Descúbrelo ahora