❝ Capítulo XXXI ❞

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Île Saint-Louis
12.46 PM.

Dicho y hecho por Elizabeth, al mediodía del día siguiente tanto ella como Stefano partieron al Café donde el Dorian vivía. Estaba como siempre abierto al público, al menos la parte que era justamente un café, además de tener dulces postres. Ese lugar era donde generalmente la gente podía opinar, incluso tenían un escenario para entreteniendo y la sala tenía sillas y mesas en dónde la gente pasaba el día.

—¿Y tú amigo vive aquí?

—¿Te sorprende?— ella sonrió.

—Conociendo como es Arno, en lo absoluto.

Elizabeth soltó una pequeña risa antes de caminar al interior, no vió a madame Gouze por lo cual se adentro en la sala que daba a las escaleras dónde finalmente en ruido de gente quedó atrás. Se quitó la capucha mientras miraba hacia arriba para ver sí el estaba en el segundo piso.

—¿Arno?— levantó la voz, temiendo que se perdiera con el ruido de afuera y del salón del café.

—¿Está siquiera aquí?— Stefano cuestionó. Lizzy llevó sus cejas hacia abajo antes de entrecerrar sus ojos, los cerro por completo para finalmente abrirlos. Observó hacia arriba, encontrándose con una figura brillante de tono azul, ahí estaba él.

—Por supuesto, pero sabe que estás tú aquí y decidió ignorarnos.

—¿Cómo sabe que estoy aquí?— se cuestionó a lo que ella solo sonrió, subiendo las escaleras. —Eso no responde mi pregunta.

—Cosas de assassin's— le restó importancia.

Por supuesto que Arno sabía que ella estaba ahí y también sabía que había venido con su nuevo esposo. La había oído desde el primer momento, su habilidad de vista de aguila no solo agudiza su visión, sino también, su oido. No tardó mucho en cerrar el libro que tenía en una de sus piernas y sonreír al levantarse del cómodo sillón en dónde estaba sentado. Se acercó a la baranda del segundo piso de la biblioteca y miró hacia abajo para ver a Elizabeth viendo hacia ahí.

—¿Así que te estabas escondiendo de nosotros?

—De tí particularmente, no— se burló apoyando sus antebrazos en la barandilla de madera para ver a Stefano detrás de su querida amiga. —¿Qué se les ofrece?

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