❝ capítulo X ❞

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0.10:

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『  ☆  』

Île Saint-Louis, café Théâtre.
1 de abril, 1791.
11.30 AM.

Había ido al café y sin darse cuenta se había dormido en la cama del dueño, Arno. Habría llegado al lugar exactamente a las siete de la tarde, ya que cuando logró bajar de dónde el francés la había dejado, prefirió volver a la casa de su tía. Por la tarde se divirtió con sus amigas tomando café y viendo a los músicos tocar. No sabía nada de Arno hasta ese momento, asi que decidió arreglar y acomodar su habitación, pero se quedó dormida en el proceso.

Abrió sus ojos desorientada, con mucha pereza. ¿Dónde estaba? Esa no era su habitación y aparentemente tampoco su casa. Refregó sus ojos sentandose con cuidado en la cómoda cama, fue ahí cuando captó que literalmente, no era su cuarto.
Estaba tapada por una colcha que no sabía quien había puesto sobre ella, cuando se quedó dormida no tenía nada para cubrirse. Oh, no.

—Que vergüenza— susurró con sus mejillas rosadas.

—Mira nada más, decidiste despertar.

Con sus ojos abiertos, se volteó para ver al francés. Arno se encontraba en la entrada del altillo, lugar que descubrió hace unas semanas atrás cuando subió las escaleras que habían en la pared.

—¿Pasé la noche aquí?— preguntó.

—Lo hiciste, tú tía vino preguntando por tí, le dije que estabas descansando— Arno le dedicó una sonrisa.

—Lo lamento, vine aquí para acomodar este lugar, no para dormir— levantó las sábanas de su cuerpo y se arrastró saliendo de la cama. —¿Dónde es que dormiste?

—La cama es grande.

Se cayó, literalmente se cayó. Lizzy se resbaló de la cama cuando aquello llegó a sus oídos. ¿Había dormido con Arno? Sí esto era verdad, le estaba por dar un ataque. Una risa proveniente del francés fue lo que terminó por aterrorizarla, era divertido porque se había burlado de ella. ¡Estaba bromeando! Maldito estupido.

—Solo bromeó— la calmó al notar su rostro. —estoy acostumbrado a dormir sentado, te ví cómoda así que no te desperté.

—¿Dormiste en el sillón?— señaló, levantándose.

—Así es, luego pensé en despertarte pero era muy temprano.

—Lo lamento mucho— caminó y bajo los dos escalones de la pequeña tarima en dónde estaba la cama, parecía idiotizada.

—Encontré un buen escondite arriba, ¿Quieres ver?

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