La colonia

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Todos los animales siempre sintieron envidia y admiración por la sociedad de las hormigas. Tras muchos años de estudio, un viejo búho convenció a miles de animales de crear su propia colonia. Él y su hembra sería considerados padres de todos los habitantes. Estos se dividieron en cuatro castas: exploradores, obreros, soldados y sirvientes de la pareja real y sus crías. Las aves explorarían en busca de pastos y animales muertos para traer a la colonia. Hay que reconocerles que, en esto, eran más eficientes que sus equivalentes de los hormigueros. Las ovejas y otros herbívoros los traerían a la colonia y culturarían, bajo tierra, los hongos que les servirían en delante de alimento a todos. Lobos, coyotes, leones y otros carnívoros ahora serían los guardianes de sus antiguas presas y valientes defensores de la colonia. Un grupo de amorosos cuidadores se ocuparían de las crías, que serían criadas de modo colectivo.

El primer problema mayúsculo se presentó ya los primeros días: Los hongos que supuestamente deberían comer todos eran una porquería. Quienes realmente intentaron vivir de ellos, murieron intoxicados o de hambre en las primeras semanas. Las aves que salían a explorar aprovechaban esos vuelos donde no estaban bajo la vista de nadie para cazar insectos y gusanos. Los herbívoros-obreros comían el pasto que debían traer a la colonia. Los chacales y otros carroñeros se abalanzaron violentamente sobre los animales muertos que habían encontrado en el bosque. El búho rey siguió el consejo de tolerar esa actividad ilegal, siempre y cuando algún pasto y alguna carroña se siguiera trayendo a la colonia y usado para cultivar hongos. Una abundante propaganda mostraba el "mercado negro del pasto" como un resabio del "viejo régimen" que se negaba a desaparecer. Se censuraba a quienes recurrían a él como "viciosos" que satisfacían un lujo superfluo fuera del sistema normal de alimentación de la colonia. Lo cierto es que el "mercado negro" era el único mercado. Los herbívoros conseguían todos sus alimentos allí y sólo se tragaban los hongos oficiales cuando la única otra opción era morir de hambre. Más grave fue el problema con los depredadores. Estos ni siquiera intentaron probar los hongos. Los primeros días se turnaron para salir a cazar animales que no eran miembros de la colonia. Pero la colonia era estática y un depredador necesita seguir a sus presas. Pronto no hubo ningún animal tan tonto como para acercarse a la colonia. Sus deberes como guardianes de la colonia les dieron nuevas oportunidades: cuando alguna oveja se perdía, salían a buscarla. Nunca la encontraban. Después empezaron a salir a buscar ovejas antes de que se perdieran. El descontento con la colonia creció y los depredadores debieron ejecutar a numerosos sediciosos y desertores. En esos años tuvieron más carne de la que pudieron soñar antes de que existiera la colonia. El búho sabía que sin guardianes no había colonia y les consintió cualquier cosa. La mayoría de los padres aceptó primero entregar a sus crías a la educación colectiva, pero, viendo la apatía de los cuidadores encargados de esa tarea, intentaron recuperarlas y criarlas ellos. A la mayoría se lo consintieron, dado que el sistema de cría colectiva había sido el peor fracaso de la colonia (los criadores y sirvientes de los búhos, quienes vivían bajo tierra todo el tiempo, eran los que más difícil tenían conseguir comida de verdad), pero de modo oficial todas las crías en la colonia eran hijos de los búhos. La escasez de desertores y sediciosos hizo que muchos depredadores se ofrecieran como voluntarios para cuidar las crías colectivas. A pesar de esos amorosos servicios, la mortandad infantil en la colonia aumentó de modo dramático. Pronto los únicos cuidadores eran depredadores. Pero esto no fue lo que causó la caída de la colonia. Un nuevo búho real, que había nacido bajo tierra y creía de verdad que todos los animales de la colonia eran sus hermanos, y que todos vivían de los hongos que cultivaban las obreras, anunció que estaba dispuesto a acabar de una buena vez con el mercado negro del pasto. Nadie prestó atención a su discurso. De hecho: todos lo aplaudieron. Porque esos discursos contra el mercado negro eran rutinarios. El problema fue que el nuevo búho hablaba en serio. Los herbívoros empezaron a ser vigilados mientras recolectaban pasto. Todo el pasto recogido era usado para cultivar hongos. Ningún herbívoro podía comer otra cosa. Los primeros días, todos tenían miedo de huir, porque sabían que los depredadores saldrían a cazarlos, y prefirieron comer los hongos. Finalmente, el hambre y la desesperación los volvieron valientes. Empezaron a huir en masa. Los depredadores salieron a cazarlos, pero eran tantos que no podían matarlos a todos. 

Cuando desertó el último rebaño, los carnívoros se comieron a las últimas crías que quedaban en la colonia. Los búhos huyeron. Las distintas especies de depredadores nunca habían tenido más que una tregua entre sí; por lo que, después de la huida de los búhos, se mostraron los dientes mutuamente y se separaron en manadas; cada especie por su lado. Cada manada de depredadores se dedicó a buscar donde pastaba un rebaño de herbívoros y se puso a cazar. 

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