Acá es tranquilo

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Dado que nuestro planeta iba a ser destruido en cinco meses, se consideró razonable adelantar la publicación del paper. Yo le envié todos mis cálculos en un archivo adjunto a Joe Smith, el director del proyecto, quien intentó convencerme para que no renunciara.

– Tu firma no va a figurar en el paper. – Dijo.

– De todos modos, iba a ser la decimoséptima firma.

– Sí. Pero es mejor ser el número diecisiete en un paper que merece el premio Nobel que el primero en algún artículo mediocre.

– Y, de todos modos, no va a haber más premios Nobel. ¿Cuál es el punto? – Dije.

El estudio se publicó en el último número de Nature, a fin de mes, con el título: "Evidencia concluyente de que el cuerpo trans-neptuniano 2025 YF fue apartado de su órbita por una colisión reciente y entró en una órbita de intersección con la Tierra". Tuvieron la amabilidad de añadir mi nombre por el final. El último premio Nobel se entregó de modo adelantado, así que puedo decir que gané algo así como una milésima de premio Nobel.

Tomé uno de los últimos vuelos a Sudamérica.

No sabría decir que fue lo que me llevó a pasar mis últimas semanas en Laguna Espejuelo. No tenía familia allí y no guardaba ningún recuerdo particularmente agradable de mi infancia y adolescencia, más allá del hecho en sí de haber sido joven. El tipo de la inmobiliaria me mandó la escritura por mail desde Buenos Aires y me dijo que rompiera la cerradura con una palanca. Al llegar fui a la comisaría del pueblo para explicar la situación y que no me tomaran por un okupa. La comisaría era una casa de ladrillo hueco con un calabozo y una recepción. Le dije al comisario que me alegraba saber que en el pueblo había policía.

– Por ahora estoy yo solo. – dijo. – Para lo que es este pueblito, me las arreglo. Más adelante, veremos.

Me llamó la atención esa respuesta. Pensé en el error común de hablar en presente de alguien que ha muerto hace muy poco. Ese pobre hombre todavía no había asumido que no habría un "más adelante".

Tras romper la puerta, compré un pasador y un candado en la única ferretería del pueblo.

– Es un pasador para tranquera, pero no nos está entrando material: Si no, va a tener que esperar semanas. – Me dijo el ferretero.

Me llevé el pasador para tranquera.

Me había traído todo el efectivo posible y un teléfono satelital. Fui al mini-mercado y pregunté si había un límite de unidades por persona para comprar. El cuyano que atendía me miró extrañado y respondió que no. Así que tomé un changuito y lo llené hasta el tope de latas de conserva y paquetes de fideos sellados al vacío. Compré harina con levadura para amasar pan y muchas latas de atún para que no me faltaran proteínas. Cargué un montón de latas de ensalada jardinera para compensar la falta de verduras frescas. El cuyano y otro hombre conversaban entre sí, me miraban y hablaban por lo bajo. Me debían considerar una especie de loco. Conseguir un generador fue imposible. Me resigné a que, si se cortaba la luz, me quedaría a oscuras. Podía cocinar a gas.

Solucionados todos los problemas prácticos, me puse a pensar en cómo había cambiado Laguna Espejuelo o, mejor dicho, en cómo no había cambiado. Tener televisión ahora era algo normal. Y el empedrado de la calle principal había sido cubierto con alguna clase de pasta negra: arruinando la única cosa que no era fea en todo el pueblo. Casi todas las casas tenían una sola planta. La mayoría eran de color barro. Y todo el mundo seguía siendo apático, malicioso y desagradable. También de color barro.

Joe me llamó por teléfono apenas terminé de instalarme. Dijo que se había creado una comisión de seguimiento del "2025 You're Fucked" – En la comunidad astronómica, nadie lo llamaba por su nombre técnico, a menos que los profesores Yamaguchi o Friedrichson estuvieran presentes – y que quería que yo formase parte: Podía trabajar a distancia por Internet, si quería. Le agradecí la oferta, pero la rechacé.

Etcétera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora