f i v e

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Enero 1976

k i a r a

El volver a Hogwarts después de pasar vacaciones en casa resultaba un poco difícil para todos los estudiantes. Adaptarse de nuevo al pesado estilo de vida después de pasar tiempo en familia y disfrutar de las fiestas era un poco agotador.

Kiara era el claro ejemplo de los efectos desgastantes que podría tener el año de los TIMOS en los estudiantes. El reloj de la sala común de Gryffindor marcaba las once de la noche y ella seguía con la nariz pegada a su libro de Encantamientos tratando que su cerebro absorbiera todo lo visto en la clase del día de hoy, pero era casi imposible ya que su mente estaba en otro lado.

Sirius Black.

La verdad era que ella lo había estado evitando durante aquella primera semana, la única vez que lo vio fue en el expreso de Hogwarts y en el banquete de bienvenida, pero no tuvieron ni una sola oportunidad de hablar, únicamente se habían mirado a través de la mesa, pero ni una sola palabra. Cada vez que escuchaba su voz, ella regresaba a su habitación o se escondía detrás de un muro, le daba pánico verlo y hablar con él. Sabía que no podría esconderse para siempre y que en algún momento iba a tener que convivir con él.

Ahora simplemente había tenido suerte, algo que tarde que temprano se le agotaría.

Trató que su mente regresara a su libro y que su atención no se desviara mientras el crujir de la madera en la chimenea le hacían compañía, fue al poco tiempo que comenzó a sentir que los párpados le pesaban.

s i r i u s

No había sabido nada de Kiara desde que la vio el primer día en la cena. De vez en cuando se quedaba más tarde en la sala común en las mañanas con la esperanza de que ella saliera del dormitorio de niñas y fuera a desayunar o a sus clases.

Comenzaba a sospechar que tenía alguna ruta alterna, tal vez saltaba por su ventana o lograba hacerse un encantamiento para tener el tamaño de una hormiga y así pasar desapercibida, aunque todo aquello era básicamente imposible.

O se despertaba excesivamente temprano o muy tarde, no había punto medio.

Estaba recostado sobre su costado en la cama de su dormitorio escuchando como los ronquidos de Peter se hacían cada vez más presentes en la habitación y ese momento la imágen de Kiara sentada al otro lado de la mesa de Gryffindor con su cabello perfectamente atado en dos trenzas, su uniforme impecable, pero siempre con su corbata mal atada, invadió su mente.

No podía dormir, ella literalmente acababa de quitarle el sueño.

Se levantó de su cama haciendo el menor ruido posible y bajó a la sala común en busca de un distractor o algo que le hiciera sacarla de su mente.

Cuando colocó un pie en el último escalón, se dió cuenta de que Kiara se encontraba ahí con la mirada fija en el libro que tenía en frente. Sus ojos no se movían y se notaba sumamente cansada.

Era tan hermosa que era imposible que fuera real. Era etérea, cada detalle de su rostro era como si lo hubieran tallado a mano, como una perfecta escultura de mármol. Su nariz, sus labios, la línea de su mandíbula, sus largas y tupidas pestañas, sus cejas, las pecas que salpicaban su rostro y como un mechón de su cabello siempre caía de forma descuidada sobre su frente.

Little Lupin - 𝙎𝙞𝙧𝙞𝙪𝙨 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora