𝑫𝒆𝒂𝒓 𝑺𝒊𝒓...- 𝑮𝒐𝒋𝒐 𝒔𝒂𝒕𝒐𝒓𝒖

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"Hora de irnos" El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, bañando el paisaje con tonos cálidos y dorados. Era hora de irse de la laguna, y los niños salían del agua con risas y alboroto en respuesta al llamado de su padre.

Para Madeleine, sin embargo, salir del agua significaba enfrentarse a una situación incómoda. El vestido se adhería a su figura mojada, marcando cada curva de su cuerpo. Satoru no pudo evitar fijar su mirada en ella, observando cómo la tela húmeda delineaba sus formas con una intensidad hipnótica

Un minuto entero pareció pasar mientras Satoru la contemplaba en silencio, y Madeleine sentía la intensidad de aquellos ojos sobre ella. Pero antes de que la situación se volviera aún más embarazosa, Suguru corrió hacia ella con una toalla en la mano, cubriéndola con delicadeza y poniendo fin al momento incómodo.

"Te traje una toalla" Suguru corrió hacia su compañera y la cubrió
Haciendo que ella solo se moviera y el pasará a seguirla con la mirada discretamente
Termino cerrando su puño con fuerza para no dejar demostrar emoción alguna

Satoru apretó los puños con fuerza para contener cualquier muestra de emoción, moviendo la cabeza con vergüenza. Sabía que debía dejar de recordar aquel instante y concentrarse en asuntos más prácticos. 

Mientras tanto, Madeleine se dedicaba a limpiar las lámparas con el plumero, tratando de apartar de su mente la mirada penetrante de Satoru.

Sin embargo, pronto tendrían la visita de Angelique nuevamente, y esta vez pasaría todo el fin de semana en casa. Suguru comentaba sobre la posibilidad de que se mudara pronto y de que incluso podrían casarse por el civil, ya que la abuela de Satoru estaba por regresar en algunos meses más.

—Madeleine — Satoru se acercó de manera sigilosa hacia ella pues parecía muy concentrada en la limpieza

—¿Qué pasa? — ella respondió con la tranquilidad que se le caracterizaba

—¿Podrías limpiar el jardín? Quiero que resalten las flores de la temporada — El pedido de Satoru tomó a Madeleine por sorpresa. Estaba acostumbrada a sus tareas habituales en la casa, pero la repentina solicitud de cuidar el jardín le pareció extraña, especialmente dada la seriedad con la que él se comportaba desde su regreso de la laguna

—Si, solo termino de limpiar este sofá y me dirigiré a los rosales — intento sonreír, pero la mirada fija sobre ella la ponía inquieta — ¿Pasa algo, Señor?

Satoru titubeó un poco antes de continuar, mostrando una vulnerabilidad inusual —¿Siempre has tenido esa clase de mirada triste?

El silencio llenó la habitación, mientras Madeleine luchaba internamente por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que realmente estaba sintiendo. La verdad era que su corazón latía con fuerza, lleno de emociones que no se atrevía a confesar.

Porque era cierto... Madeleine Bordeu estaba profundamente enamorada del señor de la casa desde el momento en que lo conoció. Pero temía que ese amor fuera imposible, especialmente ahora que se hablaba de matrimonio con la señorita Angelique

Madeleine amaba cada detalle de Satoru, desde sus momentos de tranquilidad en el jardín hasta la elegancia con la que tomaba su té. Incluso la sonrisa que iluminaba su rostro en los días soleados de otoño parecía hecha a medida para él. Su piel perfecta hacía que el atardecer pareciera diseñado específicamente para resaltar su belleza.

Pero, aunque Madeleine se encontraba cautivada por cada aspecto de Satoru, sabía que su enamoramiento debía ser solo un capricho pasajero. Después de todo, él nunca se fijaría en una criada sin educación como ella. Además, estaba a punto de casarse con la encantadora Angelique, un verdadero ángel en comparación con ella.