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La luz del sol se filtraba suavemente a través de los ventanales, bañando la habitación en una cálida luminosidad. En medio de ese resplandor, Satoru se encontraba frente al espejo, ataviado con un impecable traje negro. Su reflejo revelaba una mirada melancólica y pensativa, mientras su cabello blanco brillaba bajo los tenues rayos solares. Era el día de una boda, pero no una celebración por amor, sino por conveniencia.

Una sensación de déjà vu lo invadía mientras repetía los gestos que había realizado años atrás en su primera boda. En aquel entonces, había creído que sus sueños se estaban haciendo realidad, pero ahora, frente al espejo, se cuestionaba todas sus decisiones. Estaba a punto de casarse por segunda vez, esta vez con una mujer a la que no amaba y que tampoco lo amaba. Y lo peor de todo, era que la mujer que quería, Madeleine, estaría presente, observando cómo se casaba con otra.

— ¿Debería dejarlo todo? — murmuró Satoru, con un dejo de desesperación en su voz, mientras continuaba ajustándose el traje.

Suguru, su leal amigo, se acercó para ayudarlo a completar los últimos detalles de su atuendo. Podía sentir la angustia palpable en el ambiente, la misma que atormentaba a su amigo.

— ¿A qué te refieres? — inquirió Suguru, preocupado por el estado emocional de Satoru.

—Irme lejos, llevarme a Madeleine y simplemente escapar — respondió Satoru, con un amargo tono de resignación — Olvidarme de que alguna vez tuve una vida aquí.

—Eso sería una locura, Satoru — replicó Suguru, con firmeza. — Tus hijos te necesitan. Todos te esperan abajo, y eso es parte de ser un adulto responsable, especialmente cuando tienes tantos hijos a los que debes cuidar y proteger

Satoru se quedó contemplando su reflejo en el espejo, sumido en sus pensamientos, mientras Suguru permanecía a su lado, ofreciendo un apoyo silencioso

—No estoy seguro de poder soportar que Madeleine me vea casándome con otra mujer— suspiró Satoru, con un peso evidente en su voz

—Madeleine es una mujer fuerte — respondió Suguru, con tono reconfortante —Ha demostrado una increíble fortaleza a lo largo de los años, incluso cuando tú ignorabas lo que sentía

Satoru asintió, reconociendo la verdad en las palabras de su amigo

—Tú lo sabías todo, ¿por qué no me lo dijiste? — preguntó Satoru, con una mezcla de resignación y frustración en su voz

—Porque no era mi lugar romper la confianza de mi mejor amiga —explicó Suguru con sinceridad —Además, era algo que debías descubrir por ti mismo, no serviría de mucho que otra persona te lo dijera.

Con un último suspiro, Satoru dejó de mirar su reflejo en el espejo. Sabía que no había tiempo que perder. Sus hijos lo esperaban abajo, y era hora de enfrentar las consecuencias de sus decisiones.

...

El jardín estaba transformado en un escenario de ensueño, adornado con tonos amarillo pastel que evocaban la calidez de un día soleado. Cada detalle había sido cuidadosamente preparado, como si se tratara de una escena salida de un cuento de hadas. Desde la entrada, los invitados eran recibidos con una atmósfera de celebración y alegría.

Satoru Gojo, con un aire de solemnidad y expectación, se preparaba para su segunda boda. Sus hijos, vestidos con elegancia, aguardaban con nerviosismo y cierta resignación, como si fueran conscientes de lo que estaba por suceder.

Un carruaje blanco, símbolo de elegancia y distinción, llegó al lugar, anunciando la llegada de invitados importantes. Kento descendió primero, ofreciendo su mano a Madeleine para ayudarla a bajar del carruaje. 

𝑫𝒆𝒂𝒓 𝑺𝒊𝒓...- 𝑮𝒐𝒋𝒐 𝒔𝒂𝒕𝒐𝒓𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora