4 | Mami querida

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Todavía boca abajo, me quedé mirando las baldosas blancas que mi nariz había golpeado, una nariz que palpitaba por el impacto.

—Err, lo siento mucho—, tartamudeó Max a alguien fuera de mi campo de visión. —Pero yo... Creo que te has equivocado de chico—.

—Tonterías, cariño. Reconocería a mi hijo en cualquier parte—. La voz, ahora lejos de ser dulce, raspó el interior de mis oídos como uñas en la pizarra.

Me esforcé por volver a ponerme en pie y descubrir a la dueña de aquella voz chirriante, pero el movimiento me produjo dolor en la cabeza golpeada.

Entonces dos dedos afilados se clavaron en mi cuello y me levantaron como a una gatita recién nacida.

—¿Por qué no dejas que te ayude con eso, querida?—

Una mujer alta como una top-model que parecía recién bajada de la pasarela se puso delante de mí. Su vestido largo y ajustado, de color blanco brillante, y sus tacones cristalinos eran preciosos.

Tenía una elegante melena negra a lo Morticia Addams que caía obedientemente por debajo de su cintura. Cada uno de sus cabellos seguía el curso de ese río oscuro e impresionante.

Tuve que luchar contra mi instinto de echarme la capucha por encima de la cabeza y ocultar mi telaraña rubia y pajiza.

Caramba. La belleza de esta dama era intimidante.

—Ah, siéntete libre de llamarme Mo, querida. No hay necesidad de tontas formalidades—. Ella cacareó, extendiendo su brazo hacia mí, y el aire a nuestro alrededor se volvió notablemente más frío.

Me soplé las manos para mantenerlas calientes; Max no parecía tener nada de frío.

—Uh-uh, Morana. Ya conoces las reglas—. Gamayun agarró la mano de Mo y la apartó de un manotazo.

Un momento...

O.M.G.

Mo significa... ¡¿Morana?! Como en: diosa de la muerte, el invierno y la desgracia.

Vaya.

Tragué saliva.

—Sí, por supuesto, cariño—. Morana enseñó los dientes y escupió la última palabra con un gruñido gutural. Un mechón suelto se desprendió de su perfecto peinado, dándole un aspecto de Bellatrix Lestrange. —Nada de tocar a los chiquillos si no es en forma humana—.

—El término correcto que empleamos sería el de los endiosados, o semidioses, si quieres, Morana. Estoy segura de que estás muy familiarizada con esto. Por otra parte, como bien sabes, cuando un Dios o una Diosa está de guardia diaria, no se les permite salir de la Sala de los Tronos, ni cambiar de forma—. Gamayn se subió más las gafas de montura negra, mirando a Mo fijamente.

Max me tiró de la manga, con la cara contraída por el miedo.

—D? D, háblame. ¿A qué se referían exactamente con lo de los "endiosados"? ¿Por qué esa mujer me llamó hijo?—

—Bien, veamos. Un endiosado, o un semidiós es un hijo entre un humano mortal y un dios o diosa inmortal. Eso nos haría... —

—¿Medio dioses?—

La expresión de incredulidad en su rostro me hizo sonreír. —¿Crees que podría haber algo de verdad en ello?—

—Es decir, mi madre no puede ser una diosa. No. Papá siempre me dijo que la conoció en Toronto en un partido de hockey—.

—Mi madre...— Tragué saliva, pensando en ella, preguntándome si llegó a tomar ese desayuno. —Ella siempre me muestra esta foto de un tipo rubio con barba, diciéndome que es mi padre pero... No ha estado exactamente desde que nací—.

Dana Ilic y la Puerta de las Sombras | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora