Cuando las Sombras cargaron contra nosotros, y los dos ejércitos chocaron, pude ver a las águilas y a los canarios desgarrando la materia sombría con sus picos iluminados, y a las rusalki mordiéndolos con dientes encendidos. En cuanto sus miembros, alimentados por mi luz, tocaban a un soldado oscuro, éste siseaba y se evaporaba en una nube de humo maloliente.
Lancé todas las bolas de luz que pude, a diestro y siniestro, haciendo que las sombras explotaran y desaparecieran.
Zhara e Ivana se aliaron contra Blake, sin dejarle un momento de respiro. Luchó contra ellas alternativamente en el suelo y en el aire, agitando sus alas de murciélago y envolviéndolas en materia de sombra más espesa que cualquiera de las otras sombras pudiera producir.
Me reprendí a mí misma por pensar siquiera si aquel traidor estaba bien y me centré en la batalla.
Max estuvo a mi lado todo el tiempo, usando sus poderes para ayudar a la defensa. Producía ondas brillantes que llevaban a las rusalki hacia los enemigos, encerrándolas en escudos de agua para protegerlas.
Un pensamiento vino a mi mente.
—¡Max!— Le grité. —¡Cuando Chernobog nos habló, nos llamó portadora de luz y portador de hielo! ¿Recuerdas?— Unas gotas de sudor resbalaban por mi frente por el esfuerzo de mantener el escudo de luz.
—Pero nunca he usado el hielo—.
—Max. ¡Eres literalmente el hijo de la diosa del invierno! ¿Quién más podría manejar el hielo si no tú?—
—¡Lo intentaré!—, gritó, y cerró los ojos.
Entonces ocurrió lo más extraño. El gorro de Max se elevó, flotando en el aire sobre su cabeza, y el husky dibujado en él aulló, soltando de su mandíbula un torrente de hielo sobre las sombras que teníamos delante.
Allí donde tocaba a un enemigo, la sombra se congelaba, convirtiéndose en presa fácil para los pájaros de Zhara y las rusalki.
Pronto, todo era una masa borrosa de sombras, pájaros, náyades, luz, agua y destellos de hielo. A medida que el tiempo transcurría lentamente, me sentía cada vez más cansada. Apenas podía mantener los ojos abiertos y estaba empapada de mi propio sudor.
Mi escudo de luz parpadeaba y desaparecía. A través de los desgarros de su tejido, entraron guerreros oscuros. Uno de ellos golpeó a una bandada de pájaros, dispersándolos. Otro arrolló a una rusalka, y ésta gritó de agonía mientras moría.
Y nuevas sombras seguían, y seguían, y seguían saliendo por el maldito ojo de la cerradura.
Un golpe sacudió el suelo a mi lado. Luego otro.
Los pájaros caían del cielo, dominados por las sombras.
Un pequeño gorrión yacía tranquilamente en el suelo, sus ojos cerrados para siempre.
Tanta muerte. Tanta destrucción innecesaria.
Un pico me picoteó el tobillo y miré hacia abajo, ligeramente molesta por el dolor.
Era el gallo blanco en el que me había fijado antes. Ladeó la cabeza, mirándome expectante con sus ojos agudos e inteligentes.
—Cuando las cosas van mal...— El gallo habló en perfecto castellano. —Mira hacia arriba—.
Un palo de madera se materializó en su pico y lo colocó sobre mi palma.
—Err... ¿Perdón?— Estaba tan sorprendida que apenas podía pensar. —¿Por qué me das esto? ¿Qué se supone que debo hacer con el palo?—
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Dana Ilic y la Puerta de las Sombras | ✔️
Paranormal- La saga de Percy Jackson de Rick Riordan se encuentra con Sombra y hueso de Leigh Bardugo. *** ¿Qué pasaría si la señora de la limpieza de tu colegio te dijera que e...