6 | «"La bitácora de los recuerdos"»

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El sonido insistente del timbre hace que me despierte con el humor enterrado en el infierno. Me bajo de la cama restregándome los ojos con los nudillos y camino a través del pasillo a la vez que me rasco la cabeza.

—¡A la próxima te quedas fuera, Eri, aprende a llevar tus llaves! —grito antes de abrir la puerta.

Mala elección.

Al otro lado un chico de alrededor de unos veinte años se sonroja hasta quedar del color de un tomate y se apresura a rebuscar algo en el bolso que lleva colgado de un hombro.

—E...esto lo envía Camille Duarte para la señorita Samantha Kein.

Me entrega un papel y una lapicera e indica el lugar en donde debo firmar para que me pueda entregar la enorme caja que carga.

—¿Solo esto? —pregunto devolviéndole el comprobante de entrega ya firmado y la lapicera.

—Aquí tiene, señorita. —agarro la caja como puedo—. Y sea quien sea Eri espero que lleve consigo sus llaves.

El chico me dedica una sonrisa de lado y se da media vuelta para marcharse. Una vez que lo veo doblar en la esquina dirigiéndose al elevador cierro la puerta y corro hasta la mesita ratona con el paquete.

Lo desenvuelvo con emoción como si de un regalo de navidad se tratase y arrugo el papel para lanzarlo a la papelera intentando embocar. No es noticia decir que fallo, pero por suerte decidí dedicarme a la pintura y no al baloncesto.

Al abrir la caja mis ojos quedan estupefactos ante la belleza del vestido. El modelo es de un solo hombro, ceñido a la cintura y con un corte que va desde el talón a la cadera.

Dejo la prenda encima del sofá procurando que no vaya arrugarse y tomo la caja con la intención de guardarla encima de mi closet, pero ni bien la alzo escucho que algo suena dentro de esta y vuelvo a dejarla encima de la mesa.

Rebusco entre el papel decorativo picado que rellenaba los lugares que el vestido no alcanzaba a completar. Finalmente encuentro dos minis cajitas parecidas a la del vestido; una con unos pendientes de guitarra y la otra con un septum plateado. Al fondo de la caja, un post it amarillo escrito por ambos lados con una letra que reconozco al instante.

En el post it pone:

¿Acaso este hombre está loco?

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¿Acaso este hombre está loco?

¿O creerá que la loca soy yo?

El vestido no es del todo mi estilo, pero me gusta mucho. Y sé que para un evento como el que asistiremos no puedo ir vestida como para andar por casa.

Mi mente pasa de eso y se queda pensando en la primer oración y me llevo la mano a la nariz. "Quiero creer que sigues teniendo la perforación del septum porque sino nos habremos comido el regaño del Capitán en vano". Sí, efectivamente la perforación sigue ahí, pero el arito metálico que la cruzaba desapareció en cuanto comencé a salir con Joako. Él no me dijo que me lo sacara ni mucho menos, pero su familia es algo conservadora y digamos que cuando iba a sus cenas familiares siempre obtenía miradas raras, así que solo decidí quitarlo y ahorrarme todo eso.

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora