35 | «Te juro que lo haré»

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Abro una de las barritas energéticas dentro de mi carrito de compras mientras muero del aburrimiento en la fila para pagar. Llevo más de dos horas en el supermercado y todavía sigue siendo el turno de la mujer canosa que parece haber comprado cada producto existente aquí dentro. Hacían falta algunas cosas para la heladera y la despensa, así que Eri y yo aprovechamos que Liam debía ir al estudio para venir aquí y hacer las compras, solo que ella se quedó en el auto a unas cinco cuadras de aquí porque nos fue imposible estacionar antes y como vinimos en el de Liam no quiere arriesgarse a que vaya a pasarle algo.

Anoche Liam me dijo que no se iría de gira, que iba a cancelarla y se quedaría conmigo. Claramente me negué. Hasta ahora solo ha hecho giras nacionales, una por Europa es un gran salto en su carrera y no voy a dejar que pierda una oportunidad como esta solo por hacerme compañía. Nosotros estaremos aquí cuando él regrese, no importa cuanto tarde, toda la gente detrás de la gira no va a esperarlo. 

—Es tu turno, chica —informa el hombre detrás de mi haciendo que mi cabeza vuelva a tierra.

Quince minutos después estoy saliendo del supermercado cargando tres bolsas de tela llenas hasta no dar más. Comienzo a caminar en dirección a donde dejamos el auto, llevo poco más de una cuadra cuando siento el bocinazo detrás de mi y me giro sonriendo, pero no es el auto de Liam ni mucho menos Eri.

Joaquín se apresura a pasarme y estaciona con agilidad delante de mi. En medio segundo me planteo dejar las bolsas y correr lo más rápido que pueda hacia Eri, pero hay algo en mi cabeza que me obliga a nada más dejarlas en el piso y pararme firme mientras lo veo bajar del auto y caminar hacia mi.

—Hola, Sam —su voz está rara, gruesa y babosa como cuando fumaba con sus amigos—. Menudo susto el que me diste el otro día, pensé que te había perdido.

—¿De qué hablas? 

—Yo venía detrás de mi en mi auto cuando te chocaron, pensé que me habías visto...

Niego con la cabeza fingiendo no saber nada y noto la expresión de sorpresa clara en su rostro.

—Venía hablando con Eri en el teléfono y no me di cuenta de que el semáforo se puso en rojo —digo frunciendo el ceño.

—Yo quería hablar contigo.

—¿Otra vez? —golpeo mis manos a ambos lados de mis piernas—. Ya te he dicho que nosotros no tenemos nada de que hablar, Joaquín. Terminamos y no en buenas condiciones, no podemos ser amigos y tampoco quiero que lo seamos. Ya déjame en paz de una vez.

—Es que no puedo, Samantha. No entiendes que te amo y que aunque me haya acostado con otras en este tiempo no puedo olvidarte, no quiero hacerlo. Pensé que lo tuyo con el roquerito era pura calentura, que harías que te follara y luego regresarías a mi, pero no lo hiciste y ahora me entero que van a casarse...

—Y por eso has vuelto a aparecer. Te jode verme feliz con él porque sabes que contigo jamás podría haberlo sido —sonrío de lado—. Voy a casarme con Liam, Joaquín y no hay nada que puedas hacer al respecto.

—Sí, si que puedo hacer algo para evitarlo —da un paso hacia mí, pero no retrocedo y eso le sorprende—. Si tu te casas con el roquero, es más, si sigues estando con él yo te juro que me mato. Saltaré del Alexander Hamilton al agua y sabes que no sé nadar, así que será tu culpa. Cargarás con mi muerte en tus manos y todo lo que crees estar empezando a construir volverá al suelo hecho trizas.

No puedo creer que de verdad esté diciendo eso. Joako está mal, todo este tiempo ha estado terriblemente mal y no soy completamente consciente de eso sino hasta ahora.

—Estás muy mal, Joaquín —niego con la cabeza—. Tienes que buscar un psicólogo cuanto antes. De verdad, necesitas ayuda que solo un profesional puede darte y la necesitas cuanto antes o acabarás en un agujero negro del que ya no podrás salir.

—Sam... Yo te amo.

—No me amas, Joaquín. Estás obsesionado y no es sano para ninguno de los dos.

—¿Olvidas que estamos destinados a estar juntos? Somos perfecto el uno para el otro, tienes que estar conmigo, Sam, ¿con quién sino?

—Tu no eres la persona que busco, no te asemejas a nada que pueda desear y yo tampoco soy perfecta para ti. Solo nos haríamos daño intentado volver a algo que nunca funcionó.

—Si no lo dejas... si no regresas conmigo te juro que me mataré, te juro que lo haré.

Lleno mis pulmones de aire y lo suelto lentamente mientras en mi cabeza proceso las palabras que le diré. 

—No me importa lo que hagas con tu vida. No me importas, Joaquín. ¿Quieres acabar con tu vida? Hazlo. Yo no cargaré con la culpa de absolutamente nada porque es una decisión que tu solito tomaste.

Vuelvo a tomar las bolsas y lo miro ladeando la cabeza.

—Busca ayuda, en serio.

Le doy la espalda y comienzo a caminar por la calle con tranquilidad, pero con cada sentido de mi cuerpo alerta y listo para correr si es necesario. Miro apenas por encima de mi hombro cuando lo escucho moverse, pero no viene hacia mí, sino que se mete en su auto y golpea el volante con violencia. Continuo caminando hasta llegar a Eri que ha de ver la preocupación en mi rostro porque sale del auto exaltada y lo primero que hace es escanearme el cuerpo de pies a cabeza con los ojos.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Me encontré con Joaquín otra vez...

—¿Dónde mierda está? ¡Voy a molerlo a golpes a ese idiota!

—Se ha ido, le he hecho frente... Se enteró que Liam me pidió matrimonio y está loco, dijo... dijo que si no regresaba con él iba a tirarse del Alexander Hamilton.

—¿Qué le respondiste? No vas a regresar con él, ¿no? No puedes volver después de todo lo que pasó en la comisaría y toda la mierda de antes, dime por favor que no te convenció, dime que lo mandaste a la mierda porque como le hayas dado otra oportunidad no volveré a aconsejarte, simplemente esperaré a que ese bebé nazca y te moleré a golpes a ti también por idiota.

—¡Ay, Erika, ¿cómo se te ocurre?! —niego dirigiéndome hacia la maleta del auto para guardar las bolsas—. Le dije que hiciera lo que se le diera la gana. Intentó manipularme con que si él se mataba la culpa iba a estar en mis manos, pero sinceramente ya no me importa, si se muere le hace un bien a este mundo.

—Deberías decírselo a sus padres... Es obvio que necesita ayuda y si ellos no son los primeros en brindársela nadie va a hacerlo.

—Lo haré, voy a hablar con su madre, pero la conozco y sé que fingirá que Joaquín no tiene ningún problema, eso ha hecho desde siempre.

—Al menos cuando su fantasma te intente arrastrar de los pies podrás recriminarle que en realidad sí intentaste ayudarlo —dice ella riendo y se gana una mirada de desaprobación por mi parte que me hace recordar al médico y su practicante.

—No se lo digamos a Liam —pido una vez nos aproximamos al apartamento—. Se va mañana y no quiero que esté preocupado por esta tontería.

—Sabes que soy una tumba —se encoge de hombros—. Y sabes que mientras Liam no esté no me voy a despegar de ti, no mientras a Joaquín no lo internen en un psiquiátrico o algo así, ese tipo está loco.

Pongo la mano en la manija de la puerta y la abro riendo. No creo que Eri no sea capaz de entender la amistad de Liam y Fausto, porque de hecho, la nuestra es bastante similar, claro está que a excepción de que nosotras nos vemos cada día. Para mi Erika es una hermana que no me dio la vida, a ella la elegí yo y lo volvería a hacer todas las veces posibles porque siento que es mi alma gemela y eso en una amistad no creo encontrarlo con nadie más.


Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora