Una canción no fue suficiente [✓]

EXTRA - ¿Qué habría pasado si nada hubiera pasado?

Didi notita:

Holiii. Quiero arrancar el extra siendo yo la que hable porque necesito que sepan cual es mi postura en todo esto; pueden salteársela, claro está, pero si lo hacen los va a agarrar el chupacabras y les va a chupar hasta donde no les da el sol.

Desde que pensé en Liam como protagonista supe cual iba a ser su final y por eso —aunque lloré un montón cuando lo escribí— no me arrepiento de lo que hice, era necesario para el mensaje que buscaba dar sobre la violencia.
Muchas pidieron que lo reviviera así como si nada y aunque me gustaría poder complacerlas y que dejen de pedirme que les pague terapia ajsjajsja, no puedo, Una canción no fue suficiente es romance dentro del realismo, si fuera un libro de fantasía muchas cosas podrían ser diferentes, pero no es el caso.

Liam está muerto, así lo decidí en febrero del 2022 cuando andaba trasnochando y yendo a buscar comida a la heladera me lo imaginé todo majestuoso arriba de un escenario. Ya está, no hay nada que hacer con eso más que imaginar qué habría pasado si no lo estuviera.

Y de eso se trata el extra, pero sepan que cada pequeña acción tiene consecuencias y tener a Liam vivo cambia la historia de su hija. Espero que les guste y que después de esto se vayan a leer el libro de Melody para que vean el efecto mariposa que que sus deseos pudieron haberle creado, hijos de su rechingada madre.

Un 24 de mayo de 2022 Liam y Sam corrían por el aeropuerto para alcanzar el vuelo al cual él estaba llegando extremadamente tarde, culpa de haberse entretenido por horas en la cama deseando quedarse ahí para siempre y no afrontar la realidad; no iban a verse sino hasta dentro de un mes entero y eso los llevó a que la despedida se les hiciera eterna. En la fila de embarque volvieron a besarse con la misma pasión de algunas horas atrás y cuando finalmente llegó la hora de partir rodaron lágrimas por las mejillas de ambos; esa noche, mientras Sam dormía acompañada por Erika y Uriel, las maletas de Liam llegaban a su hotel y él ya estaba camino al estadio donde daría su primer concierto para hacer pruebas de sonido y controlar por sí mismo que todo estuviera perfecto.

Durante dos semanas —y haciendo caso omiso a la diferencia horaria—, ambos se aferraron a las videollamadas como si la vida dependiera de ello. Mientras Liam dormía con sus cabellos apuntando en cualquier dirección y soltaba un leve ronquido que reflejaba su cansancio —producto de horas y horas de trabajo— Sam sonreía viéndolo a través de la pantalla del celular y negando con la cabeza volvía a concentrarse en sus pinturas; cuanto antes acabara con los cuadros que la galería le había encargado, antes podría unírsele, así que estaba dejando cada sudor y lágrima en el trabajo que se le había sido encomendado.

Una plataforma de video le había pagado a Liam una cantidad excesiva de dinero para poder transmitir sus conciertos en ella y gracias a esto, Sam, su familia y sus amigos, no se perdieron ni un minuto de cada show; la mejor parte era el final porque él se despedía de sus fans, les enviaba saludos a quienes estuvieran en la plataforma y para cerrar soltaba una palabra cualquiera que nadie comprendía, pero que Sam anotaba para buscarla más tarde porque sabía de esa rara obsesión que tenía por decir palabras poco comunes que significaran sentimientos; wonderwall, cwtch, cingulomania y muchas otras más que luego, en alguna de las tantas videollamadas, él admitió que eran para ella.