Epílogo

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24 de mayo de 2023

—Hola, Liam —digo parándome en frente a su tumba que aún un año después sigue recibiendo flores a diario—. Yo... sé que prometí que volveríamos a vernos un mes y medio después de que te marcharas, quería venir a visitarte por primera vez pasado ese tiempo pero no tuve la valentía para hacerlo. Mi psicóloga cree que ya es tiempo de afrontar correctamente lo que pasó y que venir aquí es uno de los primeros pasos que debo dar para superarlo —las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas, pero no las aparto—. No... no puedo evitar sentirme culpable cada día que pasa. Si yo no hubiera vuelto a tu vida, si no hubiera entrado en ese maldito meet and greet nada de esto habría pasado y ahora estarías quien sabe encima de qué escenario. A él... a Joaquín le dieron treinta años de prisión y todavía me sigue pareciendo poco, Liam... debería, no sé... realmente no sé qué pensar.

Me veo obligada a callarme cuando mi voz comienza a entrecortarse.

—He pintado mucho, de verdad y he vendido cada estúpido cuadro a precios ridículamente altos. Todos quieren apreciar mi dolor en mi arte y por eso están dispuestos a pagar cantidades absurdas, deberías verlos, son unos tremendos idiotas. La buena noticia es que estoy buscando un lugar en el que poner mi propio estudio y con él apoyar a aquellos que recién comienzan en esto... ojalá puedas verlo desde donde estés...

El sol comienza a salir aclarando la oscura noche y sonrío al notar las flores blancas que mamá le trajo la semana pasada. A Eri se le ocurrió venir a esta hora para evitar a sus fans que seguramente aparecerán más tarde, oí del revuelo que generaron en redes sociales, harán una marcha desde el centro de la ciudad hasta aquí para recordarlo un año después de su fallecimiento y no quiero estar aquí cuando eso pase.

—Melody nació el diecinueve de diciembre, hace solo unos días cumplió cinco meses... No tenía un nombre pensado, no quise saber su sexo sino hasta el parto, pero cuando la vi no tuve dudas. Algo en su carita me decía que ese era. Melody... Está enorme y cada día que pasa se parece más a ti.

Alzo la vista al cielo suspirando para no largarme a llorar.

—Toda su ropa sigue siendo color amarillo y blanco así que Fausto y Eri la llaman patito por eso. Aún no le ha salido siquiera un diente, pero ya comenzó a comer papilla y esas cosas y mancha absolutamente todo, mamá le dice que es la verdadera engendra del diablo y ella ríe como si supiera de qué habla... Es idéntica a ti, Liam... Ojalá pudieras verla.

Me agacho dejando las flores que traje para él.

—Trato de visitar a Theo y a la nonna aunque sea una vez a la semana. A la nonna le hace bien ver a Melody, dice que tiene tu sonrisa y... Theo... Una vez me dijo que cuando creciera sería de esos tíos que se ponen extremadamente celosos cuando un chico se interesa en su sobrina, no sé por qué, pero me suena a que eso se lo inculcaste tu, ¿quién más sino?

Ya casi ha amanecido completamente y puedo divisar a Eri esperándome dentro del auto a la distancia.

—Te extraño todos los días, Liam y a veces cuando no puedo soportarlo tomo a Harriet y miro nuestros videos, nos... nos veíamos tan felices... Dios —ya no tengo control sobre mis lágrimas—. Me gusta enseñárselos a Melody aunque no les haga mucho caso y también tienes que saber que la ovejita que le regalaste es su favorita, duerme abrazada a ella todas las noches. Tus canciones... las ama, de verdad, cada vez que suena alguna se pone a bailar sacudiéndose de un lado al otro y no puedo evitar imaginarte ahí cantándole... Dios. Tiene tu apellido, hubo que hacer mucho papeleo, pero lo conseguimos y déjame decirte que le he dado a escoger entre micrófonos o pinceles de juguetes y siempre se inclina a por los micrófonos, así que no dudo que se convierta en una estrella igual que tu...

Saco de mi campera el dibujo que Melody hizo ayer a la tarde, son solo rayas encima de una hoja, pero quiero que lo tenga aunque no pueda verlo.

—Esta es la prueba de que los pinceles no son lo suyo... dibuja igual de mal que tu. No creas que no encontré el cuadro... aquel que pintaste para ponerlo encima de la chimenea de nuestra casa del lago... ¡Somos dos muñecos hechos con palitos, Liam! —carcajeo secando mis lágrimas—. Me he mudado con Eri a una casa en Manhattan y lo tengo colgado en mi habitación... No pienso sacarlo de ahí.

—¿Sam? —Eri posa su brazo encima de mi hombro—. Creo que ya deberíamos irnos, el cementerio no tardará mucho en abrir.

Yo asiento y ella regresa al auto caminando lentamente.

—Te amo, Liam. 

Doy un beso en mi mano y la poso sobre su nombre en la lápida. El viento que fresco que anuncia la llegada del verano sopla y en alguna forma infantil me gusta pensar que es él diciendo que también me ama. 

—Patito va a despertarse en busca de leche en menos de veinte minutos —dice Eri viendo su reloj una vez que me meto dentro del auto.

—Volvamos a casa, Eri.

Ella me abraza antes de poner primera y marcharnos del cementerio. Mientras nos alejamos pienso en lo que dijo mi psicóloga sobre despedirme, se supone que debía hacerlo, pero no puedo. No lo hice en el aeropuerto y no voy a hacerlo nunca, porque entonces no será un «Nos vemos pronto», sino un rotundo «Adiós» y no estoy lista para soltarle la mano aún.

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora