15 | «Cuñada»

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Antes de que el reloj de las cinco escuchamos sonar el timbre con conexión a la calle. Eri se asoma por la ventana, y con los ojos abiertos como platos, anuncia que es Liam quien espera.

Yo corro al baño solo para asegurarme de que mi cabello y maquillaje están en perfectas condiciones, tomo el pastel de encima de la mesa, me despido con un beso de Eri y salgo del apartamento.

Hoy me levanté a las siete y media de la mañana para preparar el pastel, se suponía que iba a ser solo para Eri, pero ella insistió en que no podía ir a merendar a casa de Liam con las manos vacías. De todas formas pienso prepararle uno para ella en cuanto vuelva.

Al salir del edificio no veo a Liam por ningún lado, su auto está al otro lado de la calle, pero de él no hay ni rastro. Me acerco al Audi intentando ver algo a través de los vidrios polarizados, pero no hay caso, es imposible.

Entonces, en el reflejo de los vidrios, veo un tipo con una cámara detrás de mí y maldigo.

¡Son como la mugre, están en todos lados!

La ventanilla del auto comienza a bajar poco a poco y Liam me sonríe desde el lado del conductor.

—Sube, fenómeno.

Liam se estira por arriba del asiento del acompañante para abrir la puerta y dejarme entrar.

Con cuidado me siento, poniendo el pastel encima de mis muslos mientras sus ojos no se me quitan de encima, claramente poniéndome nerviosa.

—¿Qué pasa? —le pregunto bajando el parasol para verificar que mi maquillaje no se ha corrido.

Casi nunca llevo maquillaje, pero cuando lo hago el maldito tiende a correrse a cada rato.

—Te quedan lindos los piercings —apunta hacia mi nariz y baja la mirada a mis pezones para después subirla otra vez a mis ojos—. Perdón, no debí hacer eso.

Mis piercings volvieron, y esta vez sí van a quedarse.

—¿Pides perdón por haberme ojeado las tetas? —el metal de los piercings se marca por encima de mi blusa, no puedo culparlo porque le llame la atención.

—No, te pido perdón por lo que se me cruzó por la cabeza cuando lo hice.

Mis mejillas rojas como tomate delatan lo que sus palabras me ocasionan, pero él no parece notarlo, y si lo hace no lo menciona, cosa que agradezco.

—Hay paparazzis —comenta haciendo una seña hacia ellos con las cejas.

—He visto solo a uno —intento girar mi cuello hacia donde estaba el tipo, pero Liam acuna mi mejilla y antes de que pueda moverme me atrae hacia él.

—Se supone que estamos saliendo, fenómeno.

Me da un beso corto y sonríe al apartarse.

—Pero, van a tomar fotos... —entonces lo entiendo—. Quieres que tomen fotos.

—Ese es el punto —guiña un ojo y nos ponemos en marcha dejando atrás al tipo de la cámara.

—¿Cómo es que saben donde vivo?

—Deben de haberme seguido anoche después del show —comenta él ecogiéndose de hombros—. Acostúmbrate a tenerlos por aquí, porque para ellos eres primicia y desde ahora no van a dejar de tomarte fotos incluso cuando estés en tu casa.

—Ni que fueran a entrar —río.

—No, pero pueden meterse en cualquiera de los otros edificios de la vuelta y tomarte fotos a través de las ventanas, lo digo por experiencia.

Una canción no fue suficiente [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora