Capítulo 16: "La bella-bestia"

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LILIAN

《No, no puede ser... sino, ¿porqué mi madre jamás me insinuó nada siquiera? No. Me niego. Claro que no. No la mujer que me acariciaba la cabeza tiernamente y leía cuentos de hadas》pensaba aturdida. Reí nerviosa. No podía, simplemente no podía creerlo... y no lo haría. Ander se me acercó más.
-Está anocheciendo, será mejor que vuelvas a tu casa- comenzó diciéndome Ander enfocando su mirada, que ahora se veía dulce, en mí-. Te acompaño.
Yo no estaba para razonar lo que él me decía, no en ese momento. Estaba atónita, shokeada, no podía siquiera modular, simplemente no. No podía creerlo. Mi abuela, la "mejor del mundo", la de la dulce voz... no podía ser así y punto. No cabía en mi cabeza, en mis opciones.
Una parte de mi se negaba rotúndamente, se aferraba al concepto de que su abuela no era capaz ni siquiera de hacerle daño a una mosca, con uñas y dientes, la otra parte se había desmoronado en una gran tristeza y estaba segura de que era cierto.

GRETA

Los tres, juntos, hablábamos de donde estábamos, como habíamos llegado al lugar... no encontrábamos explicaciones lógicas. Y ese maldito nombre colándose por mis entrañas: Ian. 《Maldito asesino, intentó matarme》pensaba mientras me acaloraba. Me alejé un poco de la fogata que habíamos hecho y abaniqué con mis manos.

ALICIA

Me aparté de Apolo y volví a mirar hacia el pequeño arco, ahora veía a Hanzel, Peter y Greta sentados alrededor de una fogata, mientras Greta se abanicaba frenéticamente con las manos. Reí. Siempre hacía eso cuando hablaba o pensaba en alguien que "la sacaba de sus casillas". Mis párpados comenzaron a pesarme... y me di cuenta, hacía rato ya que no dormía. Quizás días.
Me dejé caer contra un árbol, donde cerré mis ojos y me sumí en um gran sueño.

LILIAN

Me envolví con mis brazos para cubrirme del frío viento. Ander me acompañó hasta mi casa, aunque no emitió ninguna frase o palabra, excepto un: "Adiós" muy dulce.
Entré a mi casa. Todo estaba a oscuras. En el sillón, recostada y tapada con una manta, estaba mamá, dormía a moco tendido.
Subí las escaleras despacio, mientras oía el suave chirriar de los escalones bajo mis pies. Llegué a mi habitación, lloré y lloré. La tristeza me consumía... y la confusión.
Al cerrar los ojos, los sueños me empaparon, una nueva historia me encandiló.
Era hermosa, cabello castaño oscuro, ojos miel, tez pálida y oliva, cintura... no muy marcada, caderas... por poco más marcada que la cintura, bastante busto. Cada vez que ella pasaba por enfrente de las personas, estos exclamaban maravillados por su hermosura: ¡BELLA!
Y así, luego de la triste y misteriosa muerte de su padre, su verdadero nombre se olvidó y todos comenzaron a llamarla Bella. Su padre había muerto a garras de una fiera, marcas de rasguños se extendían sobre el cadáver, mientras se veía como pedazos de carne le faltaban en sus bradis y piernas. De hecho, solo tenía tres dedos en su mano derecha.
Bella olvidó esos desagradables recuerdos, y suspirando amargura decidió que aceptaría la propuesta de matrimonio de Gastón. Gastón era un millonario excéntrico y de gustos peculiares. No a cualquiera le gusta ingerir los desechos de animales, en vez de la carne animal. A Bella le disgustaban mucho las cosas que a Gastón le encantaban, pero no tenía opción. Era paupérrima, estaba en la total miseria, una tan grande que estaba segura que por no comer en tanto tiempo, si se agachaba sus huesos se quebrarían sin remedio. Gastón fue a visitarla a la pequeña cabaña abandonada donde se hospedaba, como era costumbre. Tocó tres veces la puerta, nadie contestó, empujó y abrió. Bella estaba acurrucada, sucia y lastimada en un rincón de esa casa. Este fue a socorrerla. La recostó en su carroza. Pasaron por un largo camino de barro, donde solo se escuchaba el seco golpe de los cascos de los cuatro caballos que amarraban la carroza. Bella se movía solamente por el temblor de la carroza. Pasaron frente a un gran castillo, tan grande que parecía que sus torres se mezclaban con las nubes del cielo. Todo alrededor de ese castillo se veía tétrico. El carruaje paró.
-¡INÚTILES CABALLOS!- gritaba como un esquizofrénico Gastón-. ¡SIGAN ANDANDO!¡NO SE PAREN IDIOTAS!
-¿Q-qué pas-pasa?- tartamudeó Bella.
-Nada linda, nada. Solo que deberías seguir descansando- decía Gastón acariciándole la cabeza. El sucio vestido de razo amarillo de Bella, relucía esa tarde.
Una sombra gigante, pero con una gran velocidad, se abalanzó sobre los cuatro caballos. Gastón salió de inmediato, al salir ahogó gritos de espanto. Los cuatro caballos ahora eran un cúmulo de huesos.
¿¡QUÉ HABÍA PASADO!?
La sombra arrancó la puerta de aquella carroza y alzó entre sus grandes y fuertes, cubiertos de músculos marcados, a la delicada Bella, que ahora se veía casi diminuta en brazos de esa bestia. La luz de luna iluminó aquella sombra, dejando al descubierto a un hombre de cabellos dorados por los hombros y ojos azules, tanto que impresionaban.
-Baje a mi princesa- dijo Gastón con cautela. Aquel hombre solo esbozó una sonrisa indescifrable y se esfumó junto a Bella...
Desperté jadeando. Otra vez veía historias. Aunque no podía escapar de ellas, tenía que seguir. Esas historias algo tenían que significar algo... ¿verdad?
Un escalofríos atacó mi espina dorsal. Entonces un pensamiento traumático se coló por mis entrañas: ¿Y si me estoy volviendo loca?¿Y si todo esto es tan solo producto de mi imaginación? Mi pulsó se aceleró...

Sombríos © [No Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora