Al otro día…
Sara se presentó a la entrevista de trabajo, he hizo el menor esfuerzo posible para que fuera aceptada. Pues deseaba estar en casa por si Cristian la visitaba, Pero pues como era muy agraciada, lo logro sin esfuerzo. La pareja que eran dueños de el pequeño negocio de comidas rápidas explico algunas cosas a Sara, cosas fundamentales y reglas del local, mientras dos gemelas que eran sus hijas jugueteaban alrededor de Sara.
—Bueno, a ver te digo, las reglas son muy Simples, trabajamos de tres de la tarde a 12 de la noche, no se regala comida, todo lo que echen a perder lo deben pagar, tienen derecho a hidratación y pagamos 25 mil pesos el día —dijo rocío, sería como un gerente aburrido de su trabajo.
Sara en su mente sabía que era un robo, pero bueno, Cristian estaba pagando la renta así que algo podría ahorrar, y además necesitaba entretenerse en algo, mientras conseguía algo mejor.
—¿Ahí algún problema, alguna pregunta? —le pregunto Harold.
Ella negó con la cabeza, como se dice por aquí la necesidad tiene cara de perro.
—¡Ha! una cosa más, pagamos cada fin de semana, Y no pagamos ni seguridad social ni tampoco nada de esas cosas de ley, pues debe entender que eso es como la ayuda que usted nos dan a cambio de ayudarle, dándole trabajo —dijo rocío, con una sonrisa ridícula en su boca.
—(¡Que MISERABLE!), se pensó Sara, como si ya no fuera bastante con que no daban de comer nada y fuera de eso estaba el perder el sueldo al tener mala suerte y echarás a perder algo, ¿no se supone que el cambio?: (tiempo por dinero es bastante sensato), ¿por qué dice que además debo darle las ayudas que merecemos por ley?.
El primer día de trabajo, Cuando Sara había cumplido unas tres horas del horario, alguna de las compañeras dejaron mal puesto un plato de porcelana, y Sara sin querer lo arrojó al suelo, y quedó echo añicos, Sara se puso blanca del susto, y maldijo entre dientes. Harold se acercó hasta ella apretando la mandíbula, lo que le causo una sensación de miedo.
—Debes, llevarte los pedazos y comprar uno igual —dijo ha Sara y continuo en lo que estaba
—¡Si señor! —¡Solo a mí!, se dijo, haciendo un puchero que siempre hacia cuando algo le salía mal, pareciéndose a una carita triste de las del celular, pero más tierna.
Más tarde limpiando la nevera de las gaseosas, se le callo un jugo y una gaseosa, y como solo usaban envase de vidrios se estallaron al caer con el suelo de cemento. Sara no lo podía creer, —¿¡qué es está mi mala suerte!? ¿!es en cerio!?. Harold le ayudo a recoger los vidrios mientras Sara limpiaba el líquido antes de que se filtrara hacia los clientes, Harold no dijo más cosa que: —¡ten más cuidado!.
Después, Sara observó que las demás chicas estaban comiendo sentadas junto a los dueños del lugar, y ella algo hambrienta se quejó de la vida para ella misma: —¡por que Las cosas son tan así!, era cierto que ella no era directamente de esta ciudad, pero acaso por qué no le ofrecían comida ¿o quizás ellas habrían comprado? o ¿Solo a ella no le ofrecían comida?.
»Trató de entretenerse lavando loza y levantando reguero, así paso su primer día de trabajo, luego cuando salió del local gasto su poco dinero en un taxi, por que sentía miedo de caminar a su casa y los aprovechados conductor que se daban cuenta de que no era de por ahí, le daban vueltas a la manzana para cobrarle de mas.
Ella le escribió a Cristian sobre estas cosas, aunque Cristian lo que le aconsejaba era que caminara hasta su casa, que estaba apenas a dos cuadras, igualmente estaba en un lugar muy seguro, nada le pasaría, pero bueno, ella sufría del miedo de no ser de este lugar y pensaba aterrada que no quería ser ultrajada, por alguien que la esperara si comenzaba a caminar sola y tarde en la noche.
Al cumplir quince días trabajando, recibió su pago semanal y la desanímante noticia de que no tendría más trabajo, por que las cosas no Iban bien. (Aunque la verdad era que la prima de rocío necesitaba trabajo y pues simplemente la votaron para poner a trabajar a su familiar). Aunque el carisma de Sara le había servido para agradar a Germán, que estaba abriendo un bar en seguida y quien le ofreció trabajo allí. —Bueno, ¡Dios es grande!, se dijo y al siguiente día comenzó a trabajar en el bar.
Al comienzo todo estaba bien, pero luego la novia de Germán que se escapaba a verse con alguien más, la ponía a ella en problemas, al tener que ocultar cosas sobre ella y como las cosas tampoco funcionaron también en el lugar no estaba recibiendo su sueldo a tiempo. Además que Cristian nunca estaba presenté, nunca fue a su casa y pocas veces respondía a sus mensajes. Se había convertido en un fantasma.
Cristian vivía últimamente más metido en las noches de tragos junto a sus amigos y clientes, acongojado por el silencio de Laura, y algo confundido respecto a Sara.
Una de esas noches se sintió más solo de lo normal, aquella noche, quiso sentirse acompañado, deseaba una buena sonrisa, un agradable abrazo, quizás sentir a alguien que lo hiciera sentirse vivo, y sabía que Sara era la correcta.
Sara termino su turno, y ya había perdido el trabajo, por que Germán rompió con su novia y vendió el local y se lo dijo de sorpresa, Sara entrego sus cuentas y salió a la calle algo enojada y preocupada. Un auto abrió la puerta del copiloto y una vos familiar la invitó a subir. Sara se emocionó al agacharse ver dentro del vehículo y encontrar a Cristian, que con una sonrisa le volvió a insistir que entrase. Ella corrió y se montó a su lado, dejando de lado sus preocupaciones y en cambio sintiéndose feliz de ver a su querido amigovio.
—Vengo a escoltarte y ha, bueno… a enseñarte que pues, no es un lugar peligroso, puedes caminar hasta tú casa, y que no te estén robando más el dinero los taxistas, ¿por qué entonces, de qué vives? —Le dijo Cristian, con la paciencia y la severidad de un padre preocupado.
—¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡que miedo!, ¡es muy tarde! —Dijo ella haciendo su puchero común—, además, ¿y si me pasa algo? ¡Tú…tú no vas a salir a salvarme! —Chillo Sara, mostrando su hermosa sonrisa perfecta, sin evitar el claro miedo que sentía en sus ojos, con una expresión algo de alguien que está loco, o en pánico.
—¿Tú qué vas a saber?, yo siempre he venido a salvarte, ¿y que tal va tu trabajo? —Dijo Cristian mientras conducía despacio por la oscuridad de la noche, y el frío entraba por las ventanas abiertas erizando la piel de los brazos desnudos de Sara.
—¡No, que trabajo!, si acabo de perderlo. Mi jefe vendió el bar y ni me avisó —abrió los brazos dejando las palmas abiertas—, me hizo trabajar y me echo de repente, ahora no he podido buscar otro trabajo. ¡Es un maldito!, y antes estaba coqueteando con migo, por eso será que la novia lo dejo…, por que se las da de avispado —Sara cruzó los brazos para calentarlos un poco y después decidió subir el vidrio
—¡Ha pero ya tienes nuevo amor!, ¿no? —movió la nariz en una mueca de molestia pareciendose a Sabrina (la bruja), Cristian Curiosamente en algún lugar muy adentro, sintió una pequeña molestia, por lo que le había contado Sara, ¿y que se supone que era?, ¿celos quizás? o tal vez le había caído mal algo que comió antes… que va era lo primero.
—¡No!, que amor, ni que nada… yo necesito es trabajar y conseguir dinero, ¡mucho dinero! —Le dijo mirándolo extrañada, y haciendo una mueca de molestia también, por la idea de que se arruinara la posibilidad de quedarse a dormir esa noche juntos.
—¿Quieres que nos acostemos? —Dijo mirándola de reojo, y volviendo a poner sus ojos hacia la carretera, sin evitar poner su sonrisa de lado maliciosa.
Fue algo que ella quería oír, un poco menos tosco pero así era él, y a ella le encantaba.
Lo miró con su cara tímida y sonrió nerviosa, dejo la cara de molestia y puso la de tonta enamorada, hizo una mueca de aceptación y se mordió los labios sin dejar de mirarlo fijamente sin perder la sonrisita que tenía. Él con tal confianza le apretó una pierna y caminó por ahí, deteniéndose sobre la Suavidad de su entrepierna.
—Te extraño —Murmuró, refiriéndose a la parte íntima de Sara.
Sara se estremeció y lo miró con ojos de deseo, sin dejar de sentir estos nervios que le producía él, dejo la sonrisita y su cara fue dejándose ver las ganas increíbles que tenía por qué la usará de esa manera increíble que el sabía.
Él la estaba viendo con su mirada penetrante, que hacía que Sara se sintiera apenada y nerviosa, pero ahora demás se sentía ansiosa por llegar a su habitación.
En la habitación Cristian quedó parado frente a la cama, mientras Sara caminaba haciendo alguna tontería, ansiosa de que él empezará con las cosas que se le ocurrían, lo mira a de vez en cuando esperando que él le dijera algo, su corazón estaba acelerado y de solo pensarlo, ya estaba excitada. Él la observaba con malicia pensando en lo que le haría, quería enloquecerse un poco, quería usarla como si fuera de su propiedad.
—Pequeña, quítate la ropa —le dijo Cristian con la cara sería, mirándola con la cabeza algo agachada y pegada contra la pared, con una mano caminando por su barbilla.
—¿La ropa? —Sonrió Sara, mientras su corazón daba algunos brincos de emoción, y su ansiedad de sentirlo aumentaba, pensando en lo que él hubiese decidido hacerle, a ella le gustaba, que él inventaba cosas raras cuando iban a la cama. Volteó a verle, él la estaba mirando fijamente, dejo de mirarlo y mientras evitaba su mirada, fue quitándose prenda por prenda, él solo se dedicaba a verla, se quedó de pie cubriéndose un poco los senos y tensando las piernas, para sus adentros decía: —¡ho por Dios!, ¡ho por Dios!, ¡ho por Dios! —Y estaba feliz de por fin volver a tener para ella sola y quizás toda la noche.
Él la detallo, la miro de arriba abajo, ya había decidido que haría, que forma de poseerla, le gustó volverla a ver de esa manera, el echo de que ella fuese como su esclava o su juguete le encantaba, la idea de ello le daba más ideas para usarla a como el deseará.
Camino hasta la cama, Luego tomo una almohada y la puso en el suelo frente a él, la hizo acercarse y arrodillarse, halándola de una mano para que se arrodillara frente a si, se agachó, la besó y bajo sus manos por la espalda hasta su intimidad, Sara ya sabía lo que él esperaba que ella hiciera, se le hacía tan fácil fluir a lo que él se le ocurriera, abrió sus pantalones y se metió el pene a la boca mientras Cristian jugaba con los labios de su vagina erguido atrás de la espalda de ella. por un rato jugaron a esto, hasta desesperarse el uno al otro, después Cristian que seguía de pie detuvo a Sara, sacándole el pene de su boca y dándole otro beso, levantándola, de la almohada, apretándole su agradable trasero. Él se sentó en la esquina de la cama, sin quitarse ninguna prenda, puso sus manos y su espalda hacia atrás y le ordenó a Sara que se subiera sobre él. Ella estaba excitada y húmeda, en realidad desde que estaban teniendo relaciones, por el solo echo de estar cerca de él, se humedecía. Así que subió sobre él, se sentó empalándose ella misma, suave, mientras su pene resbalaba, hasta que él estuvo completamente dentro de ella, sin evitar que sus labios hicieran cierta mueca de gusto, y sus ojos lo miraban de una manera perdida, se abrazó a él mientras creaba fricción entre sus pelvis con mucha agresividad descuartizándose ella misma, los ojos de Cristian seguían clavados en su rostro sin alguna expresión:
—¡carajo! —Se dijo Sara para ella misma, esto la Excitaba mucho más, ver el rostro sin ninguna expresión y sus ojos penetrantes hacía que sus cuerpo ardiera.
Se mantuvo así sobre el con el ritmo de sus caderas, hasta que de repente sintió que el corazón se le quería salir de su pecho, su espalda sentía Escalofríos, junto con los espasmos de su vientre. Tuvo un orgasmo agradable, delicioso, necesitado desde hacía muchas noches sobre él. Cristian la tomo por el pelo agresivamente y agredió su pelvis con la suya sin importar que ella estaba en el éxtasis de su orgasmo, arremetiendo rápido y fuerte, mientras él se iba convirtiendo en un maremoto, que se empezaba a extender por toda ella: le daba cachetadas y mordía su boca, sus hombros, sus pechos, mientras ella gemía y hacia gestos con toda su cara por las cosas que su cuerpo sentía, hasta que los dos colapsaron en un orgasmo mutuo y cayeran tendidos de espalda, jadeado de agotamiento mientras reían.
Tiempo después…
fueron pasando los días y todo iba volviendo a la normalidad, Cristian volvió a quedarse más seguido con ella, y Sara se sentía nuevamente tranquila, alegre y algo feliz, quizás complacida con sus encuentros nocturnos.
Una de estás mañanas, cuando ya Cristian se había ido y ella se había quedado sola, su amiga Sofía, una amiga de su pueblo, que se encontraba viviendo en la misma casa de arrendamiento, había venido a charlar un poco con ella:
—Pues ya ves, me iré en una semana a acacias —le dijo Sofía acomodándose en la pequeña cama de Varillas, que usaba Sara para dormir—, están necesitando meseras en un restaurante grande y famoso, ¡y muy lujoso! — reafirmó Sofía—, es este… ¿cómo se llama?... —Sofía puso una mano con los dedos frotándose suavemente la cien—, no, se me escapó el nombre, pero tú deberías venirte con migo, ahí trabajo para las dos.
—¿Si, verdad? ¿por que no?, aquí no me ha salido muy bien las cosas…—murmuró Sara, mirando a Sofía a los ojos, con la cara feliz por la idea.
»De pronto en su mente y sin aviso, apareció Cristian atropellando de frente su interés de marcharse sin avisar, y arrepintiéndose de siquiera tomarlo en cuenta—. Pero, aunque sabes… me quedan unos días aún de arriendo… y no quiero… perderlos, además no tengo tanto dinero —balbuceo soltando un hondo suspiro.
—No importa, vives conmigo el primer mes, y luego me pagas la mitad del arriendo, vivimos juntas y nos ahorramos algún dinero —Sofía hablaba con alegría y positivismo, un tanto eufórica, Sara le parecía una buena persona, y la idea de ahorrar le gustaba, además tenían tiempo de conocerse
—He, si, puede que sea una buena idea. Pero… es que aún no me puedo marchar de acá… ¿sabes?, aún tengo un… asunto pendiente —Pensó en Cristian mirándola fijamente, mientras sonreía, con esa sonrisa coqueta y malvada que le regalaba cuando estaban en la cama, y suspiro una vez más.
—¿Cuál es ese asunto qué te pone a suspirar amiga? —Sofía la miro acusadora mente, sonriéndose—, ¿estás enamorada de alguien y no quieres irte de aquí verdad? ¡Confiesa! —dijo dando una palmadita a Sara en su brazo
Sara se puso a reír y negó todo
—¡Que enamorada!, ¡yo no me enamoro! —Afirmó Sara, engañándose ella misma—, sólo que aún tengo cosas que hacer, y no me puedo ir así…de repente.
De seguro Cristian no se Iba a tomar la molestia de visitarla, de seguro no volvería a vivir aquellas noches que la mantenían suspirando a diario y con su piel chinita.
—Yo creo que estás enamorada…, ¡se te nota en la mirada!, parece que estuvieras viendo un santo cuando hablas de tu asunto… —le dijo sin poder dejar de sonreír maliciosamente
—¡Que no es por alguien!, solo…—Suspiro Sara—, ¿Puedo pensarlo un poco a ver qué pasa y te digo si?.
—¡Claro! —Dijo Sofía sonriendo—, tan boba, aún faltan varios días para irme.
Ya en la noche ese mismo día…
Sara llamo a Cristian, para quedar de versen e ir por una cerveza. Aunque terminaron por quedarse en la habitación, arrunchados, pegajosos y sudados, recuperando el aliento, después de disfrutar sus cuerpos, ansiosa de saber que opinaba él acerca de que se marchara:
—¿Sabes que me iré a acacias a trabajar con mi amiga Sofía?—Le pregunto, aún con dificultad para respirar, por el cansancio de la pasión que aún se podía oler en sus cuerpos, como si el fuese adivino.
—¿Ha, Si? ¿en que trabajarán? —Dijo el mirándola de lado
—Ella Dice que ahí oportunidad de trabajo en un restaurante —dijo Sara tomándose un respiro más, mientras acariciaba su rostro—, que ella me ayudara. Además podemos vivir juntas y ahorraríamos mucho dinero.
—¿Es, en serio…? —Pregunto Cristian algo poco interesado en que ella se marchara. Pasando la vista de ella hacia la pared.
—¿Qué? —Pregunto ella, algo interesada por la forma en que hablaba Cristian.
—¿Te vas a ir? —Continuo Cristian mirándola nuevamente.
—¿Por que?, ¿Vas a rogarme que me quedé? —Sara sonrió, mordiendo suavemente el pecho de Cristian.
—¿Qué? ¡Ay! ¿por qué aria algo así? —Se defendió él.
—¡Desgraciado! pensó Sara —pero a la larga sabía que diría algo como eso—. ¡Solo bromeaba!, se que a ti no te importan esas cosas de mi vida —dijo un tanto melancólica —dijo ahora Sara, con el rostro entristecido, coloco su cara sobre el pecho de Cristian, mientras tomaba un hondo suspiro de decepción.
—Si me importa —Cristian levanto la cabeza de Sara y la miro fijamente—, pero no puedo decirte que hacer, yo solo puedo... no se, estar aquí para ti, pero si te vas es por qué es tu decisión…
Sara se sintió feliz nuevamente, pedía a gritos con su mirada que le obligará a quedarse, ¿por que siempre tenía que ser tan desprendido de ella? ¿acaso no miraba que ella lo amaba?. podría quedarse allí abrasada a él, el resto de su vida, en cambio él solo decía palabras, que no le ayudaban mucho a encontrar una escusa para quedarse, aunque ahora había dejado una gran brecha abierta para quedarse.
—¿Y es bueno el sueldo? — preguntó, para no dejar morir la conversación
—Se hace para vivir bien… aunque aquí estoy bien…—Aclaró Sara como dejando una pista para él.
Cristian pensó una buena escusa para evitar que Sara se fuera y evitar parecer interesado en que ella se quedara, no quería ser egoísta al retenerla a su lado, sin tener alguna garantía de algo más allá de sexo y momentos monótonos, pero que, aunque no se daba cuenta lo mantenían alegre, aún con los dolores que Laura le ofrecía a cambio de su cariño —¡Está bien! ¿entonces…?
—¿Entonces que? —Pregunto Sara curiosa, movió su pierna, aferrándose más a la de él, acercándose para darle un beso rápido.
—¿por que te vas a ir?, deberías quedarte más tiempo, he intentar buscar algo. Si lo miras de otra manera: aquí tienes tus cosas, y pues ya conoces personas… Puede que en una de esas encuentres algo… bueno —Cristian intento ser inspirador.
Sara lo miró con ternura.
—¿Acaso, el quería detenerla? ¿Acaso estaba interesado en ella? —Sintió que lo amo en ese momento, bueno lo amo un poquito más de lo que ya lo hacía, pero cambio su cara a no darle mucha importancia, por si él, se atrevía a verla a los ojos nuevamente—. Sí, tienes razón, gracias a Dios y a ti, podría quedarme he intentar hacer algo acá. ¡Y verdad!, si tengo varias personas conocidas
»Sara hablo más animada y luego soltó un suspiro y exclamó en vos baja—. Y tendría que dejar mis… cositas. Se incorporó y abrazó la almohada de huesito que él le había regalado, del color de su cobija y suspiro mientras su corazón sintió que había encontrado la paz que necesitaba en ese momento. Cristian la miró de reojo contemplando su espalda desnuda.
—Bueno, entonces quédate… No ahí más que pensar, además me gusta verte y me arias mucha… falta —le dijo, cerrando el asunto, sin dejarse llevar de más por su corazón.
Sara lo miró nuevamente sorprendida. —¡Cristian!, ¡el hombre más seco que había conocido!, ¡le dijo que la Iba a extrañar!—. ¿Estás bien?
—¿Que? ¿Quien? ¿Yo?, sí, ¿por qué? —Contesto él, detallando la manera en que ella lo estaba viendo.
—¿Que me vas a extrañar dices? —dijo ella, con la boca abierta y su corazón palpitando, como hasta hace un rato que terminaban de saciar sus cuerpos.
Cristian la jaló hacia él y la abrazo junto a su pecho de una manera delicada que nunca hacía —¿Que tiene de malo? ¡somos amigos!.
¡Maldito!, ¡maldito!, pensó Sara, ¡realmente sabes arruinarlo todo!
Luego Cristian se puso sobre ella, tomo su rostro y pronunció con una vos serena y melancólica, con un poco de luz en sus ojos a punto de que su brillo se pudiera nublar por lagrimillas, que suelen salir al hablar desde el alma.
—Tú me haces sentir… feliz —luego se quedó un momento en silencio, mirándola fijamente si dejar salir el aire de sus pulmones.
A Sara se le achucharro el corazón de ternura y sintió unas inmensas ganas de besarlo. Lo que hizo luego de un instante fugaz en que sus miradas se entrelazaran, ella se lanzó, lo beso con deseo, pasión, necesidad. Pasando de nuevo a la pasión rápidamente y terminando de agotar sus cuerpos.
Luego de unos días…
Los días pasaron agradables, Sara se quedó, y había comenzado nuevamente a buscará algo más que hacer, en las noches se disfrutaban, y ella se iba enamorando poco a poco, más y más, quería que las cosas siguieran así, el echo de que Laura ya no aparecía en la vida de él le gustaba, y sabía que a él le dolía pero ella estaba ahí para él, así que pensaba que poco a poco se lo ganaría completamente.
Cristian empezaba a sentirse demasiado cómodo, a acostumbrarse a la vida que llevaba junto a Sara, quiso dejar de sentirse devastado por la lejanía de Laura, quería sentirse más tranquilo y lo estaba consiguiendo, aunque había una chica que lo miraba desde hacía unos días al pasar por su negocio, le pareció interesante y bonita, pero evitó tratar de acercarse a ella, se sentía bien como estaba, aunque no sabía que pronto la vida jugaría un poco con los tres.
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Antes de amarla
RomanceEl destino los unió, pero será el orgullo que los una o los separe para siempre. Dos amantes unidos por el deseo y la soledad de sus vidas, necesitados el uno del otro, sin el valor de aceptarlo.