Sara

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(VILLAVICENCIO-META)

Mientras el amargo sabor del café oscuro que entraba en cada sorbo, inundaba sus papilas. El recuerdo de, Sara en su cabeza daba vueltas está mañana, causando una sensación dentro de si que dolía, sentía que dolía.
En su aburrido negocio, Sentado frente a la puerta del local, mirando pasar personas, autos, pocos clientes potenciales, tomó un último sorbo largo de café, dejó escapar un hondo suspiro, y balbuceó en vos baja.
—«Pequeña..., pequeña...»
Y luego de golpe se le escapó un suspiro más estremecedor, acompañado de nostalgia y aquello que se siente en el corazón, cuando falta ese algo que no se puede explicar con simples palabras.

Entonces se dejó perder en esos pensamientos, de un pasado que lo acompañaba a este presente. Sin más, comenzó por el día que la conoció en un bar de mala muerte, donde la vio por primera vez.
Aquella noche salió en compañía de sus hermanos a celebrar el compromiso con Laura, y el inicio de un negocio propio al que le había apostado toda su suerte. En la barra, estaba Sara, junto a un amigo en común que él había conocido en alguna reunión o algún trabajo de los que había tenido antes de conseguir poner el suyo, Cristian se acercó y saludó a Miguel. Un hombre rechoncho y grande, con algo de simpatía, con ese tipo de gracia que tienen las personas extrovertidas, que las hacen ser agradables, sin importar que se pareciera a baba jaga. Hablaron por unos minutos de algún tipo de asunto sin importancia, de esos que se usan para romper el hielo y luego Miguel le presento a Sara. En principio por educación, ya que ella estaba algo perdida, delante de los dos conocidos, y se limitaba a mirar alrededor. Ella con su alegría y energía que le caracterizaba se acercó y le extendió la mano con una sonrisa nerviosa en su rostro, viéndolo con sus grandes ojos. Ella era del tipo de persona que sonríe mucho, apesar de ser insegura e indecisa. Era del tipo de personas que le gustaba traer su cabello corto pintado atrás de su capul, como una especie de balaca con tintura para el cabello, para evitar usar balacas, aún así usaba una balaca que creaba con alguna pañoleta de color pastel, para cubrirlo, o a veces solo dejaba su cabello suelto.
Cristian la miró un momento con su natural mirada penetrante, aquella que jamás olvidó Sara desde que se reflejo en ella, que causo, que sintiera un escalofrío recorrer su espalda y su corazón se acelerara, la detallo rápido de arriba a bajo, le gustó, a pesar de que era algo pequeña, y tenía un aspecto juvenil, su color de piel era de su gusto, aunque no era tan pálida era de tez clara.
Y ella se fijó en el aspecto tranquilo y sus ojos claros, poco expresivos, pero la miraba de una manera que parecía que se metía en su alma. Él Era más pálido que ella, y ella noto que se le veían las venas por encima de sus manos, lo cual detallo rápido, su cabello traía un corte europeo, le quedaba muy bien, además parecía que le ayudaba a controlar sus risos al llevarlo bastante corto arriba pero sin exagerar, aún se podía apreciar que era crespo, le gustaron sus labios, le parecieron, que hubiesen sido diseñados especialmente para ser besados. Y ya que él le sonreía le pareció  bastante hermosa su sonrisa.
Le pareció el tipo de personas que tienen una apariencia de tranquila y segura, o al menos esto pensó Sara al verlo, aunque él la miraba de una manera extraña, que hacía que sus nervios la hicieran comerse palabras al conversar, de una manera graciosa, que a él le gustó.

Cristian tomo su mano y le sonrió

—Un gusto —dijo mientras apretaba suavemente su mano y continuaba clavando sus ojos en los suyos, manteniendo su sonrisita

Ella intentó escapar de sus manos, pero él no la soltó (de momento) y le ofreció un trago. Sara se sentía nerviosa con su presencia, pero acepto. Al final ella había salido a tratar de distraer su mente, de su aburrida vida, metida en un trabajo que no le gustaba, púes esto de estar atendiendo clientes que a veces eran más que idiotas, y limpiando mesas en este restaurante demasiado ajetreado, no era para ella. pero el cual no quería perder, por el miedo a no encontrar algo más con que mantenerse.
Se juntaron todos en la mesa con los demás y bebieron algunas horas.
Ya después de un rato Cristian y Sara habían cruzado algunas miradas, sonreían de vez en cuando y ella lo había mirado de más cuando él hablaba, con cara de boba, sin darse cuenta que todos se estaba dando cuenta de su innegable interés.
Cada que él hablaba, miraba de reojo a Sara y le regalaba una que otra sonrisilla picara, le picaba un ojo o le levantaba una ceja, a Sara le daba mucha curiosidad su actitud y le respondía con una sonrisa, acomodaba su cabello y miraba a su lado o tras de ella para asegurarse que era con ella, esto la tuvo emocionada todo el tiempo, y siempre sonreía nerviosa. A pesar de que Sara no hablaba mucho, por la falta de confianza que sentía con estas personas extrañas, y ya que su inseguridad le había echo crear un ancho muro, que curiosamente a Cristian le estaba dando igual saltarlo está noche, y ella que se sentía curiosamente atraída cada vez más por él, le dio por derrumbar un pedacito por el lado que él se le dio por pasar sin permiso alguno, al final a ella le dio igual.
Así la noche fue pasando en este bar de centro amplio y mesas en las esquinas, dejando un amplio espacio donde se improvisaba una pista de baile bañada por luces incandescentes de colores y música ensordecedora, lo que hacía que se tuviera que usar un tono de vos más alto, sintiendo el calor del lugar en sus pieles, respirando el pesado aire contaminado del sudor de todos los que estaban esa noche allí, junto con sus lociones, y una sensación arenosa del lugar.
Las horas pasaron volando, Miguel tenía que marcharse, por que tendría que madrugar al trabajo el próximo día, se ofreció a llevar a Sara a casa, pero Cristian la persuadió para que se quedará un poco más, con el compromiso que el pagaba su taxi o de ser necesario la llevaría personalmente a casa. Sara accedió quedándose con Cristian un poco más, hasta desaparecer tras la puerta principal algo ebrios, besándose, sonriendo, olvidándose de que eran dos extraños que acababan de conocerse y que ahora parecían demasiado complacidos con su compañía.

Antes de amarla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora