Parte 37 Promesa de muerte

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POV LINA

No me permito un momento para pensar en lo que acaba de ocurrir. Subo las escaleras con los sentidos embotados por la furia y el dolor que me atraviesa el pecho: un dolor que jamás había experimentado. Me siento tan sucia...tan jodidamente sucia. Tengo su maldito olor por toda mi piel. El rastro de sus huellas en cada rincón de mi ser.

Leo.

Veo a Chester en la isla de la cocina agazapado. Me arrastro por el suelo hasta llegar a él. Si ve el puñal ensangrentado en mi mano lo disimula, porque no me dice nada. Los tiros cesan con la orden de alguno de los atacantes. No sé si Chester lo sabía. Mi prioridad ahora es Coco, cogerla y salir de esta casa, pero sin él no podré subir al piso superior.

Los cristales crujen bajo las botas de la persona que se acerca a nosotros. El alto al fuego nos va a permitir unos segundo antes de que Chester y yo nos levantemos, él tiene su pistola, ahora recargada y yo tengo mi puñal, que no dudaré en lanzar a ese que está más cerca de nosotros. Tan solo unos pocos pasos nos separan de las escaleras, no necesitaremos mucho para poder huir de aquí. Ellos, por lo que he podido apreciar, son cuatro, como mucho. Nosotros dos, sin Mario...estamos en desventaja. Él podría estar muerto en estos momentos.

Cierro los ojos con fuerza y cuando los vuelvo a abrir veo a Chester confirmándome que a la de tres saldremos de aquí.

Me fijo en sus manos, la única forma de comunicarse para él, pero también para mí en esta situación. Empieza la cuenta. Los pasos siguen avanzando. Ya casi los tenemos encima. Queda solo un número para que nos levantemos y desatemos el infierno de antes, bajo la amenaza de que cualquiera de los dos caiga, aquí y ahora. Bien, si tengo que morir tratando de alcanzar a mi amiga que así sea, me uniré en el infierno al que he dejado abajo agonizando si es así como tiene que ser mi final. Lo único de lo que me arrepiento es de que mi mejor amiga esté en peligro por mi culpa. Todo lo demás es algo en lo que he caído por mi estupidez.

Llega el momento. Pongo todos mis sentidos en posicionarme como me enseñó, acumulando la tensión en el abdomen y equilibrando mis movimientos para acertar en la persona que está apunto de abatirnos si no lo hacemos nosotros antes. Nos alzamos a la vez, lanzo mi puñal en el instante en el que Chester dispara y falla mientras una bala le atraviesa el brazo con el que empuña su arma. Se coge el brazo con la otra mano en un grito ahogado que le lleva a tirarse al suelo. Hay un alto al fuego, de nuevo.

Y mi puñal... no he acertado, pero la persona que tengo frente a mí tampoco lo ha esquivado. Por el contrario lo ha cogido al vuelo con su mano enguantada. No muestra señales de atacar, y yo tampoco. Tan solo nos quedamos ahí uno frente al otro, ambos de la misma estatura. No tengo más armas para defenderme así que estoy a merced de estos extraños.

El hombre que tengo delante se lleva una mano a la cabeza mientras con la otra hace una señal para que no me mueva. No pensaba hacerlo.

Parece querer quitarse el casco, y cuando lo hace...

—Pensé que no te encontraría.—Dice con una voz que conozco demasiado bien.

—¿Qué diablos...?

Chocamos, prácticamente derribándonos en un abrazo que nos desestabiliza, haciendo que nos tambaleemos. Chester desde el suelo nos mira boquiabierto, mientras dos de los otros le apuntan con las armas para que no se levante.

Mery.

Nuestra amiga está aquí, abrazándome y es ahora cuando me permito soltar todo lo que estaba conteniendo. El llanto, el dolor, el miedo, la traición...

—Shh ya está, ya está. Estoy aquí.—Hace una pausa apretándome más contra su pecho. —Cuando le vi, no lo reconocí, pero él a mí sí. Y cuando quise avisarte ya era demasiado tarde. Prefirió chocar contra el coche de mi gente antes que os alcanzáramos y después él os había alejado del pueblo y yo ya no sabía cómo encontraros.

Dioses, el accidente, todo había sido una farsa. Era Mery, ella quería llegar hasta nosotras y él lo impidió. La llamada del otro día era falsa, nunca tuvo la intención de localizar a mi amiga para saber si estaba bien. Él ya conocía su paradero.

Me aparto para mirarla, ¡Joder! la echaba tanto de menos, no sé cómo es posible que esté aquí, no entiendo por qué va vestida así, ni la razón por la que lleva una metralleta bajo el brazo. Pero me da igual.

—Vamos. Tenemos que salir de aquí. —Me coge la mano para llevarme con ella, pero freno en el sitio.

—Coco.

—¿Donde está?. —La preocupación rezuma por sus poros.

—En el piso de arriba.

—Vayamos a por ella. Las explicaciones para después.

Ha debido de ver mi duda. Asiento en respuesta y nos encaminamos a por nuestra amiga. Mery les hace señales a los otros. Órdenes silenciosas que ellos acaten sin mostrar la más mínima vacilación. Debe ocupar una posición importante si es ella la que los lidera. No llego a entender cómo ha terminado así, todos estos años... ¿nos lo ha ocultado?. Encaja que sea una persona que se apartó de sus padres demasiado joven,. Me gustaría saber más, pero no es el momento. Ella está aquí. Las tres estamos juntas y eso es todo lo que importa.

Las condiciones en las que encontramos a Coco hacen que me maree. Está agazapada, temiendo probablemente porque los atacantes entrasen aquí. Cuando nos ve, salta hacia nosotras y las tres volvemos abrazarnos sin poder contener el llanto. El de Mery es más contenido que el nuestro, pero en su expresión se puede leer la preocupación.

—¿Estáis bien?, ¿os han hecho daño?

—No... ¿qué quieres decir? ¿Qué haces aquí? —Contesta Coco.

—Es una larga historia, pero...

—Ahora no. —mi tono las hace callar y me miran con preocupación. —Ahora no Coco. Vayámonos de aquí.

Mery enfurece. Yo nunca había visto ese odio en sus facciones.

—¿Qué mierdas os han contado esos cabrones?

—Demasiadas mentiras. —Le contesto.

Las tres nos encaminamos hacia la salida, montándonos en uno de los 4x4 que traen consigo. Tras nosotras, dos hombres escoltan a Chester a un segundo coche. Le meten sin miramientos, ignorando la herida de bala que tiene en el brazo. Coco se encoge ante esto, pero se mantiene precavida en cuanto a aquello que me ha llevado a abandonarlos de esta forma.

Luego, me digo a mí misma, luego les contaré lo ocurrido.

Miro al frente, pero no puedo evitar echar un vistazo al retrovisor, en el que se refleja la casa. Cada vez estamos más lejos y ya sólo se ven las llamas y los escombros que hemos dejado atrás. Ahí dentro, me digo, entre todo ese horror hay un hombre al que amé. Muerto. Amigo y enemigo.

Aparto la mirada con la promesa de que muy pronto el otro también lo estará. 

Cuando me recuerdes (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora