Parte 14 Una difícil decisión

53 7 2
                                    

POV LEO

La escena que me encuentro al pasar el umbral de la puerta de mi casa, me deja descolocado.

Chester y Lina.

El cabo Chester y mi vecina Lina en mi sofá, haciendo los dos gestos muy extraños y con papeles pegados en la frente. Ambos detienen su juego, para dirigirme la mirada.

Lina me sonríe. Y dioses, qué sonrisa. De esas que le iluminan el rostro. El impulso de acercarme y rozar sus labios con mis dedos me hace dar un paso hacia ellos, pero me detengo recordando los demonios que me acompañan y las palabras de Mario.

Chester se pone rígido al verme levantándose de golpe, provocando que Lina se asuste.

No pasa demasiado tiempo hasta que ella se da cuenta de las condiciones en las que estoy. La verdad es que ni en un millón de posibilidades me habría imaginado verles así, juntos, con una extraña complicidad que me pone los pelos de punta. Por eso no me detuve a lavar la sangre que salpica mi rostro y parte de la camiseta blanca.

—Qué te ha pasado. ¿Estás bien? —. Se levanta corriendo del sofá para acercarse a mí y tocarme la cara. Después pasa sus manos por mi pecho hasta llegar a la espalda, en busca de alguna herida. Y sus dedos no me están haciendo ningún favor. Un toque más y no podré contener las ganas que tengo de hundir mis dedos en su pelo, abrazarla y sentir que estoy en casa.

—No es mía.

—¿Qué?

Ahora es el miedo el que se refleja en su rostro. Mario tenía razón, ahora no hay vuelta atrás. Hay que contárselo. Pero no puedo hacer eso. Ya me odio lo suficiente a mí mismo como para ver la decepción en su rostro, lo mejor es alejarla de mí, como hizo mi hermano en su momento. Una decisión que nunca entendí... hasta ahora.

—¿Entonces, de quién es esa sangre?

Inspiro fuerte para tomar fuerzas. Lo que voy a hacer ahora me preseguirá de por vida.

—No te metas en mis asuntos. ¡Fuera de mi casa! —Veo como algo cambia en su mirada. Duda. Intento levantar aún más el tono y proferir lo siguiente de la forma más amenazante posible—. ¿Es que no me has oído?, y tú Chester ¡largo de aquí!.

El cabo Chester se levanta y da media vuelta hacia las escaleras que dan al piso de arriba. Sabe que es una orden que no puede ignorar, aunque en su rostro haya visto una gota de insubordinación que luego tendré que remediar.

Me acerco hacia ella, haciendo notar la diferencia de altura, mirándola con la mirada más amenazadora que encuentro en mi repertorio.

—¿Pero de qué coño vas?

Vale, esto no va a ser fácil. Li ya no es la niña asustadiza y enamorada de Mario como cuando mi hermano la alejó de nosotros.

—Te crees que puedes hablarme en ese tono e irte de rositas. ¿Pero qué te ha pasado?, hace unos días me decías que podía venir cuando quisiera y ahora me echas a patadas.

Estamos a escasos centímetros el uno del otro. Se me da bien intimidar, pero a ella parece que no la afecta, y si lo hace, sabe ocultarlo.

Alzo la mano y en un gesto involuntario paso mis dedos manchados de sangre por su labio inferior dejando la huella en ellos.

Aparto mis dedos de su piel para ver que ha cerrado los ojos ante mi contacto.

—Es que no tienes nada que entender. Sigues siendo igual de entrometida que cuando estabas saliendo con mi hermano.

Cuando los vuelve a abrir sé que estoy a escasos segundos de que me de una bofetada. Pero no hace nada, sólo me apunta al pecho con su dedo índice, con fuerza.

—Leo Mencía, ya estás contándome que está pasando aquí sino quieres que te de una patada en el culo que te mande a cuenca. He dado clases de defensa personal y créeme que se dar un buen rodillazo.

Y no lo dudaba. Cuando Lina dice mi nombre completo sé que estoy en problemas mayores de los que acabo de resolver. Esta mujer menuda y con un carácter de hierro me infunde casi más miedo que los hijos de puta a los que me acabo de cargar.

No puedo alejarla aunque quiera. Cojo su mano entre las mías y la acerco a mí en un abrazo. Ella hunde su nariz en mi cuello.

—Si estás en problemas puedes contármelo.

—Dioses Li... me lo estás poniendo muy difícil.

—Venga deja de decir estupideces y vamos a lavarte esas heridas.

Me coge del brazo para dirigirme a uno de los baños de la planta inferior. Ya no me salen las palabras, me dejo llevar por el cansancio y la resaca de adrenalina de la misión. No entiendo como ha podido reconducir la conversación a esto. Mario me va a matar.

—Leo.. tengo que decirte algo. Aún distingo cuando me mientes. Frunces demasiado el ceño.

Se me escapa una risa entrecortada por el dolor de mis costillas. Ahora que estoy en frío puedo sentir todos los golpes que he recibido.

Lina no espera a que reaccione y me levanta la camiseta con una rapidez pasmante.

...........................................................................

Cuando me recuerdes (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora