ch. 03

171 27 6
                                    

TOMAMOS
EL TAXI DEL
ETERNO TORMENTO

ANNABETH NOS ESPERABA EN UN CALLEJÓN DE LA CALLE CHURCH

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ANNABETH NOS ESPERABA EN UN CALLEJÓN DE LA CALLE CHURCH. Tiró de Percy y de mí, de paso tiré de Tyson, justo cuando pasaba aullando el camión de los bomberos en dirección a la Escuela Meriwether.

—¿Dónde lo encontraron? —preguntó, señalando a Tyson.

Un «Hola, ha pasado mucho tiempo» me habría encantado escuchar. El verano anterior nos habíamos hecho amigas (ya sabes, luchando codo a codo), pese a que le desagradaba mi ascendencia. Y yo, enterándome recién al tenerla frente a mis ojos, me había dado cuenta de que la extrañaba; más por el hecho de que estuviera presente hacía que las cosas por las que pasé el año anterior valieran la pena y que fueran de verdad.

Sin embargo, en aquel momento acababan de atacarnos un grupo de gigantes caníbales; Tyson nos había salvado la vida tres o cuatro veces, y todo lo que se le ocurría a Annabeth era mirarlo con fiereza, como si él fuese el problema.

—Es amigo nuestro —le dije.

—¿Es un sin techo?

—Puede oírte, ¿sabes? ¿Por qué no se lo preguntas a él?

Ella pareció sorprendida.

—¿Sabe hablar?

—Hablo —reconoció Tyson—. Tú eres preciosa.

—¡Puaj! ¡Asqueroso! —exclamó apartándose de él.

No era propio de ella comportarse tan grosera.

—Tyson —oí a Percy hablar en tono incredulo—. No tienes las manos quemadas.

Le miré las manos al chico, y era verdad, las tenía en perfecto estado: mugrientas, con cicatrices y unas uñas sucias del tamaño de patatas fritas. Era su aspecto habitual. Esperaba verle las manos llena de quemaduras a causa de aquellas bolas ardientes; sin embargo, estaba completamente bien.

—Claro que no —dijo Annabeth entre dientes—. Me sorprende que los lestrigones hayan tenido las agallas de atacarlos estando con él.

Tyson parecía fascinado por el pelo rubio de Annabeth. Intentó tocarlo, pero ella le apartó la mano con brusquedad.

—Annabeth —dijo Percy, trabándose la lengua—, ¿de qué estás hablando? ¿Lestri... qué?

—Lestrigones. Esos monstruos del gimnasio. Son una raza de gigantes caníbales que vive en el extremo norte más remoto. Ulises se tropezó una vez con ellos, pero yo nunca los había visto bajar tan al sur como para llegar a Nueva York...

—Lestri... lo que sea, no consigo decirlo. ¿No tienen algún nombre más normal?

Ella reflexionó un momento.

—Canadienses —decidió por fin—. Ya ahora, vamos. Hemos de salir de aquí.

—La policía debe estar buscándonos —aproveché de decir.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora