ch. 08

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NAVEGAMOS
A BORDO DEL
PRINCESA ANDRÓMEDA

TRAVIS Y CONNOR, CO-CAPITANES DE LA CABAÑA DE HERMES, ME MIRABAN CON BURLA

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TRAVIS Y CONNOR, CO-CAPITANES DE LA CABAÑA DE HERMES, ME MIRABAN CON BURLA. Mi relación con los hermanos Stoll era nada más de huésped y hospedante. Su padre, Hermes, dios de los mensajeros, viajeros y ladrones, alberga a todo campista por determinar o cuyo padre divino no tenga cabaña en el campamento. Mi caso era el último; Hades, dios del inframundo, no era bienvenido en el Olimpo, así que tampoco dentro del Campamento Mestizo.

Dentro de la cabaña once, los cientos de pares de ojos que me indicaban que no era bienvenida, únicamente los hermanos Stoll encontraban mi presencia fácil de fastidiar. Después de la escena ocurrida en la hoguera, empezaron a burlarse de querer llamar la atención y me escondieron mi cepillo de dientes junto a una almohada improvisada que cree con la camiseta naranja del campamento. No tenía sentido que la usara si no era bienvenida. Si era mal visto, nadie me había dicho nada en el tiempo que empecé a hacerlo.

Apagaron las luces para dificultar mi búsqueda.

—Me las pagaran —murmuré, observando la oscuridad.

—Cuando quieras, Metaxás —oí la voz de uno de ellos. Creo que era Travis—. Te recomiendo buscar detrás de las camas.

—O tal vez fuera de la cabaña —dijo el otro.

No tenía sentido enfadarme. Le encantaban hacer bromas, en especial conmigo que, por alguna razón, encontraban divertido. Rebajarme a su nivel significaba que me importaba lo que hacían, pero no estaría mal que un día despertaran abrazando un cadáver...

—¡Ayuda! ¡Cíon, ayúdame!

Los vellos de mi cuerpo se erizaron.

¡Era la voz de Percy!

Corrí hacia la puerta.

—¡Ay!

Había pisado a alguien en su saco de dormir, pero no me importó. Abrí la puerta y corrí por el camino. ¿De dónde provenía? Percy gritaba por ayuda, monstruos lo estaban atacando.

—¡Percy!

—¡Cíon, ayuda!

Provenía de la playa. Me demoré en caer en cuenta que el oleaje sonaba fuerte y resonaba como golpes. La luz de la luna brillaba en lo alto, alumbrando mi recorrido.

—¡Cíon!

Me di media vuelta. Annabeth y Tyson estaban siguiéndome igual de alertados por los gritos.

—¿Dónde está Percy? —me preguntó—. ¡Lo oí gritar!

Negué, confundida.

—Oí sus gritos en la playa. ¡Vamos!

Cuando llegamos lo encontramos contemplando las olas. Sin heridas, ni respirando aceleradamente, ni ninguno monstruo. Había un paquete de seis Coca-Colas, dos latas ya estaban abierta. Los objetos traídos del exterior estaban prohibidos, pero ese no era el caso.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora