NOS VAMOS
A
PIQUEGROVER Y CLARISSE se zambulleron entre las olas. Annabeth se agarraba del cuello de Clarisse e intentaba nadar con un brazo, aunque el peso del vellocino la abrumaba.
Pero lo que le interesaba al monstruo no era el vellocino.
—¡Tú, joven cíclope! —rugió Polifemo—. ¡Traidor a tu casta!
Tyson se quedó helado.
—¡No lo escuches! —le dije—. Vamos.
Tiré de su brazo, pero era como tirar de una montaña. Él se volvió y encaró al viejo cíclope.
—No soy ningún traidor.
—¡Sirves a los mortales! ¡A ladrones humanos! —gritó Polifemo, y le arrojó la primera roca.
Tyson la desvió con el puño.
—No soy traidor —dijo—. Y tú no eres de mi casta.
—¡Victoria o muerte! —Polifemo se adentró entre las olas, pero aún tenía el pie herido. Dio un traspiés y cayó de cabeza.
—¡Percy! —chillé, había avanzado nadando con el barco rozándome el hombro—. ¡Vamos!
Me miró, yendo de Tyson y hacia mí.
—¡Continua! ¡Lo distraeremos un poco más!
Sacó su espada y junto con Tyson encararon a Polifemo. Él avanzaba despacio, cojeando cada vez más, pero no tenía ningún problema en el brazo. Les arrojó la segunda roca. Percy se lanzó en plancha hacia el lado mientras Tyson hacía añicos la roca con el puño.
Ya había subido al Vengador de la Reina Ana gracias a Clarisse.
El mar vibró y una ola de seis metros alzó a mi amigo. Cabalgó en el agua en dirección al cíclope, le dio una patada en el ojo y saltó por encima de su cabeza mientras el agua lo lanzaba hacia la playa.
Pasaron demasiadas cosas en poco tiempo. Polifemo arrancó unos olivos, los últimos en buen estado, los arrojó y mandó a disparar a Tyson. Percy se zambulló y salió como un cañón hacia el cielo. Las ramas de los olivos lo golpearon como un látigo, pero las agarró para dejarse ir por los aires. Al llegar al punto más alto, Percy se soltó y fue a caer sobre la cara del monstruo, con los pies pisando aquel enorme ojo ya muy dañado.
Polifemo rugió de dolor. Tyson le hizo un placaje y lo derribó. Sólo hacia falta clavarle la espada y...
Percy y Tyson regresaban al agua, dejando a Polifemo doblándose de dolor y cubriéndose el ojo con sus manos enormes.
Desde la cubierta, Clarisse gritó:
—¡Muy bien, Jackson! ¡En tus propias narices, maldito cíclope!
Polifemo estaba ciego, pero no sordo.
—¡Grrrrrrr! —rugió. Agarró una roca y la lanzó orientándose por la voz de Clarisse, pero se quedó corto y no nos alcanzó por poco.
—¡Venga y a! —se mofaba Clarisse—. ¡Tiras como un cagueta! ¡Así aprenderás! ¡Por querer casarte conmigo, idiota!
—¡Clarisse! —aullé—. ¡Cierra el pico!
Demasiado tarde. Polifemo arrojó otra roca y esta vez contemplé, callada y quieta, cómo pasaba por encima de mi cabeza y atravesaba el casco del Vengador de la Reina Ana.
El barco gimió, crujió y la proa se fue inclinando como a punto de deslizarse por un tobogán.
La cubierta se llenaba de agua, mis pies retrocedieron, hasta la cima donde no había daños. No quería tocar el agua de nuevo. Clarisse me gritó algo, pero no hice caso. Estábamos rodeado de infinita agua que nos estaba ahogando...
Nos estábamos hundiendo.
Clarisse era muy buena nadadora, pero ni siquiera ella lograba gran cosa. Grover daba coces frenéticas con sus pezuñas. Annabeth se aferraba al vellocino, que refulgía como un tesoro en el agua. Yo trataba de aferrarme a algo, pero sólo había agua que entraba en mi nariz y boca, dificultándome en el proceso. Los trozos de madera arremolinándose a mi alrededor no eran de ayuda, muy pequeños para llevar mi peso. ¿Qué podíamos hacer...?
Bajo mis piernas una sombra jugó entremedio. Nadé rápidamente y me mostré en guardia. ¿Qué había sido eso? ¿Un monstruo?
Tembló la silueta del fondo del agua: un caballo con cola de pez galopaba hacia mí, más veloces incluso que los delfines. No era el único, otros tres iban sosteniendo a Grover, Annabeth y Clarisse... el último era el hipocampo de Tyson, Rainbow.
El que tenía el frente relinchó, salpicándome las gotas saladas. No lucia fascinado de volver a tenerme, menos de llevarme encima como al resto, sólo me permitió llevarme si lo agarraba de su crin.
Me parecía justo.
Nos alejamos a escape de la isla de Polifemo. A nuestras espaldas, oí al cíclope rugiendo victorioso:
—¡Lo conseguí! ¡He mandado a Nadie al fondo!
Su pequeña ilusión nos mantuvo a salvo.
Le lancé una mirada a Percy, quien iba agarrado de la crin del hipocampo que llevaba a Annabeth, y moví los labios haciéndole saber que hizo un buen trabajo.
Él me asintió con una sonrisa de lado.
Nosotros nos deslizamos sobre las olas mientras la isla se convertía en un punto y desaparecía por fin.
No sabía si los hipocampos podrían llevarnos muy lejos. Tampoco sabía adónde nos dirigíamos. Sólo esperaba que, al cerrar los ojos, siquiera agarrada para no hundirme bajo el agua.
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𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 ──── pj
Fanfiction𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 | ' el miedo sirve de advertencia ' ‾‾‾‾‾‾‾‾‾‾« en donde Cíon Metaxás sabía que era especial. Lo había oído a lo largo de su vida y empezaba a creerlo. » ‾‾‾‾‾‾‾‾‾‾ ▹ percy jackson fanfiction ▹ femoc x maleoc? ...