ch. 15

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NADIE
CONSIGUE
EL VELLOCINO DE ORO

—¡HE ATRAPADO A NADIE! —decía Polifemo, regodeándose

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—¡HE ATRAPADO A NADIE! —decía Polifemo, regodeándose.

Nos deslizamos hasta la entrada de la caverna y al asomarnos vimos al cíclope, que sonreía con aire malvado y sostenía un puñado de aire. El monstruo agitó el puño y una gorra de béisbol cayó al suelo planeando. Allí estaba Annabeth, sujeta por las piernas y retorciéndose boca abajo.

—¡Ja! —dijo Polifemo—. ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo otra muy peleona para casarme. ¡A ti te voy a asar con salsa picante de mango!

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida. Tenía un corte muy feo en la frente y los ojos vidriosos.

—Voy a atacarlo —me susurró a Percy—. Ya sabes dónde está nuestro barco. Tú, Clarisse y Grover...

—Ni hablar —dijimos los tres al unísono.

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope. Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecía demasiado contento, pero lo blandía como si fuese una porra.

—Atacaremos juntos —gruñó Clarisse.

—Sí —dijo Grover. Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese coincidido en algo con Clarisse.

—Sólo dinos el plan —dije yo.

—Está bien —Percy asintió—. Plan de ataque Macedonia.

Asentimos. Los cuatro habíamos pasado los mismos cursos de entrenamiento en el Campamento Mestizo.

Sabía de qué estaba hablando. Nos deslizaríamos a hurtadillas y atacaríamos al cíclope por los flancos mientras Percy atraía su atención por el frente.

Lo oí gritar con el movimiento de su espada:

—¡Eh, tú, bicho horrible!

El gigante giró en redondo.

—¿Otro? ¿Tú quién eres?

—Deja a mi amiga. Soy yo el que te insultó.

—¿Tú eres Nadie?

—¡Eso es, apestoso barril de moco! —Oír a Percy insultar era una vergüenza que imploraba llegar a olvidar—. ¡Yo soy Nadie y a mucha honra! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí. Quiero sacarte el ojo otra vez.

—¡¡Raaaarrr!! —rugió.

Se oyó un «¡Flop!» que me dijo que sí dejó libre a Annabeth, pero no de la mejor forma.

—¡Por Pan! —Grover surgió por la derecha y lanzó su hueso de oveja, que rebotó, inofensivo, en la frente del monstruo. Clarisse apareció por la izquierda, colocó la lanza contra el suelo, justo a tiempo para que el cíclope la pisara, y se echó a un lado para no quedar atrapada. Polifemo soltó un aullido de dolor, pero se arrancó la lanza como si fuese una astilla y siguió avanzando.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐄𝐀 𝐎𝐅 𝐌𝐎𝐍𝐒𝐓𝐄𝐑𝐒 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora