Two

555 67 20
                                    

  Kim JunMyeon sabía perfectamente que la situación tardaría en resolverse, pero, aun así, mientras caminaba por el suelo de mármol hacia la recepción del hotel, con el peso de la sillita del bebé en el brazo, no se arrepintió de su decisión.

Los servicios sociales hacían lo que podían, pero la burocracia era complicada y los recursos limitados. En cierto momento, JunMyeon había solicitado un puesto en el departamento, pero tanto su experiencia personal con el sistema, como su personalidad lo descalificaban para el trabajo. Había tantos niños desatendidos o abandonados, que habría acabado implicándose demasiado con cada uno de ellos.

Bajó la mirada hacia el bebé y la emoción le atenazó la garganta. Nadie pedía ser abandonado. Nadie merecía serlo, y menos un ángel como aquel. Si es que se trataba de un caso de abandono... El eco de unos pasos a su espalda le hizo volverse. El hombre de ojos negros, voz de barítono y sonrisa familiar que había encontrado en el taxi trotaba hacia él, esquivando clientes y personal. Cuando llegó a su lado, un mechón de cabello negro le caía sobre la frente. Por un segundo, JunMyeon sintió la misma agitación que SeHun tenía por la carrera. Aquel hombre era de los pies a la cabeza un magnífico ejemplar de su especie... Y de nuevo tuvo la sensación de conocerlo de algo y de que quizá no debía confiar en él.

Entonces SeHun se presentó y las piezas del puzzle se juntaron mágicamente:

–He olvidado presentarme. –dijo SeHun sonriendo–. Soy Oh SeHun.

JunMyeon abrió los ojos con sorpresa al tiempo que se le contraían los músculos del estómago. ¡Por supuesto! Bajo la luz la figura de Oh SeHun era inconfundible. En persona era tan sexy como en fotografía. Y por lo que sabía JunMyeon probablemente tan ambicioso y arrogante como se decía.

Pero aquel no era ni el lugar ni el momento de decirle lo que pensaba de él.

–Yo soy Kim JunMyeon. –dijo, componiendo un gesto sereno.

–Bueno JunMyeon, lo he pensado y quiero ayudarte. –ofreció SeHun recuperando el aliento.

–¿Por qué? –pregunto JunMyeon.

SeHun pareció titubear un instante antes de sonreír y contestar:

–Porque tengo un poco de tiempo libre mientras que tú tienes que volar a Seúl igual que tú. –sonrió SeHun con calma.

JunMyeon se quedó absorto contemplando la sonrisa que había visto en tantas imágenes, con la que seducía a chicos y mujeres hermosas y persuadía a políticos para que transformaran vecindarios enteros en centros comerciales. A JunMyeon le hervía la sangre ante personas tan egoístas e inconscientes como Oh SeHun.

Para dominar su irritación, volvió su atención a la personita que llevaba en el brazo. ¿Quién podría abandonar algo tan maravilloso?

–Puedo tomar un avión más tarde. –dijo JunMyeon con orgullo–. Aunque no sepa mucho de bebés, seguro que sé más que tú.

Se suponía que las mujeres y los donceles tenían espíritu maternal por naturaleza, aunque JunMyeon sabía mejor que nadie que ese no era siempre el caso.

Cuando SeHun se cruzó de brazos como si con ello diera la discusión por zanjada, JunMyeon dejó la sillita en el suelo y lo imitó.

–No voy a marcharme hasta que me asegure de que la niña está bien. –dijo JunMyeon con firmeza.

–Tengo una casa cerca de aquí...

–He dicho que no. –gruño JunMyeon cortando el comentario de SeHun.

Los niños necesitaban atención y afecto, y JunMyeon dudaba de que SeHun fuera capaz de ninguna de las dos cosas.

–Mis vecinos cuidan de la casa cuando yo no estoy. –continuó SeHun frunciendo el ceño–. La señora Dahyun es una abuela de diez nietos llena de vitalidad. Adora a los niños y en el pasado actuó de madre de acogida.

BEBÉ ABORDO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora